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Katy Mikhailova

Guayabera o esmoquin: ser o parecer

Por tercer año consecutivo la guayabera se ha convertido en la alternativa al esmoquin en una gala en la que, como su mismo nombre indica, se exige ir de gala.

Cordon Press

Hemos llegado a tal punto de etiqueta, que la etiqueta de una gala podría disputarse entre una guayabera o un esmoquin. Sí, así lo leen, y así se lo cuento. Y así lo sabrán los que siguen de cerca cada año la gala de Starlite. Por tercer año consecutivo la guayabera se ha convertido en la alternativa al esmoquin en una gala en la que, como su mismo nombre indica, se exige ir de gala. Pero fue hace 3 veranos, cuando, ante una ola de calor, Antonio Banderas comunicaba que él iría con guayabera y que todo aquel que quisiera podía ir también con tal prenda.

Ante este impactante mensaje, que protagonizó numerosos titulares en sus momentos, en los siguientes años en la propia invitación la guayabera figuraba como "dress code". Ya el año pasado hubo algunos que se atrevieron, pero no tantos como esta edición, en la que les diré que -casi- hubo más guayaberas que pajaritas.

Particularmente encuentro a un hombre tremendamente atractivo si porta una guayabera (aunque es verdad que a los guapos les sienta mejor, o más bien, a los hombres viriles, y que me sentencien las feministas. Bueno, a los guapos y guapas y guapes, todo les sentará siempre mejor).

Sin embargo, mi inquietud parte en esa estampa tan variopinta que uno se lleva del encuentro, en la que en una misma fotografía uno va de "punta en blanco" y otro totalmente "desenfadado". Es como ir en chándal y de traje al mismo tiempo. Un oxímoron de la estética. Algo tipo como ser o parecer.

Yo iba acompañada (además de dos floripondios en la cabeza, rojo y verde, que terminé perdiendo Dios sabe en qué butaca) de dos amigos: Pau Culillas, joven empresario, CEO de Rosistirem, quien adquirió una obra de arte por 8.000 euros para contribuir a la causa. Y Gerard Guiu, ex dircom del Barsa, y actualmente director General de ANDEMA. Durante todo el viaje ambos discutían con qué acudir. Finalmente, Pau se decantó por el esmoquin y Gerard por la guayabera. Como ellos, imagino que media convocatoria: la permanente duda de qué llevar.

Ante tal flexibilidad de estilos, éticas y estéticas, más de un invitado se ha tomado la osadía de asistir con una camisa blanca (sí, ni siquiera de lino), otro con un traje (chaqueta y pantalón, sin cortaba), o incluso hubo quien se ha dejado ver por la gala, protagonizada por la presencia de Will Smith quien sí se enfundó en esmoquin, con chaleco (tal cual, hombros al aire).

Aunque fuera una fiesta de inspiración mexicana (no faltaron flores, rojos-verdes, y mucho picante), la sensación de la imagen del hombre en tal cita ha quedado de una manera bastante confusa y ambigua, demostrando, una vez más, que Starlite hace la magia de que todo aquel que pisa la cantera pasa por un filtro de luz que embellece a cualquiera. Estas locuras sólo pueden ser ideadas por un genio como Sandra García-Sanjuán, ya gran amiga (en su día fue jefa), y desde luego una inspiración diaria para mí.

Más allá de la estética, me quedo con la ética, que es la enorme recaudación que año tras año lleva a cabo Sandra para la Fundación Starlite desde la que llevan a cabo proyectos solidarios.

Azahara Margon (de Larios) y yo bromeábamos con asistir al año que viene ambas con Guayabera. Eso sí, taconazo mediante (yo al menos). No sé si caerá tal breva, pero sugiero a Sandra e Ignacio unificar todo a la guayabera en 2025, y ofrecer incluso un corner de venta en la entrada para adquirir su guayabera a buen precio. Porque yo también lo pienso y lo digo: sin guayabera no hay paraíso en verano.

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