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¿Gordófobos o víctimas de una falta de respeto?

Tengo un amigo, y no diré quién es porque es conocido, que considera que estar gordo es una falta de respeto.

Tengo un amigo, y no diré quién es porque es conocido, que considera que estar gordo es una falta de respeto.
Anna O'Brien | Instagram

Ayer se celebró el Día Mundial de la Obesidad. Y como miércoles de Ceniza, más de uno debería haber permanecido con la boca cerrada. Yo, la primera.

Me he reconciliado con el gimnasio, de hecho. En honor al 4 de marzo. En honor a lo que aún no soy pero si me despisto puedo llegar a ser. No temo engordar, simplemente me pesa tener que cambiar de ropa cada temporada porque no me valga. Y es que después de tantos años predicando que yo no necesitaba trasladarme a un punto en coche para luego estar en una bicicleta estática, y yo que decía que era de las de respirar aire natural, he caído. En caído en algo bueno. Sin obsesionarme demasiado. No necesito un entrenador ni un motivador, ni tampoco rutinas asfixiantes.

Después de años odiando el concepto de estar reunida en un espacio limitado y cerrado con gente haciendo la misma actividad que tú, he vuelto. No por Navidad ni tampoco por la campaña operación-bikini, sino porque todo tiene un límite y hay que saber frenar.

Llueve día sí y día no, hace frío (¡cosas del cambio climático!), y no invita a salir a correr por el Retiro; desde que me he mudado a Madrid, paseo por delante de un gimnasio que tengo enfrente de mi casa, que día tras día me recuerda que mis vaqueros no me sientan como quisiera porque prefiero pasar mis escasos ratos libre en una terraza con una cerveza a agitar la grasa saltando o pedaleando.

Verán: tengo un amigo, y no diré quién es porque es conocido, que considera que estar gordo es una falta de respeto. Primero, hacia uno mismo, y después hacia los demás. No es gordófobo, simplemente piensa lo que dice y después lo vuelve a pensar. Así operan las personas inteligentes. Yo no diré que la gente con sobrepeso u obesidad faltan el respeto a la sociedad y a los demás mortales, pero sí confirmaré que no es saludable y se hacen daño a ellos mismos.

Esta semana fallecía una mujer de 50 años en Vitoria tras tras haberse sometido a una operación de reducción de estómago en el Hospital de Txagorritxu, después de la intervención al sufrir una peritonitis. Desconozco los detalles de este caso, pero algo estamos haciendo mal como sociedad. Hemos saltado de condenar a las marcas que promueven la hiperdelgadez, a asumir que la obesidad es bella. No, lectores. El sobrepeso y la obesidad son también dos trastornos alimenticios.

Todo esto me viene a la mente cuando veo en Instagram a una tal Anna OBrien que copa 1 millón de seguidores y atesora el "aspa azul" que simboliza que es la cuenta oficial. Ni idea tengo de cuánto puede pesar, pero veo un vídeo de esta mujer haciendo alguna práctica de deporte estática , y me pregunto cómo se sentirán sus rodillas y porqué de pronto ser "influencer" normalizando la obesidad se ha vuelto viral y una moda. Como ella, decenas más, cientos.

Ni la anorexia ni el sobrepeso y la obesidad. El lema de ‘la curva es bella’ o ‘yo no soy 90-60-90’ está muy bien mientras nos mantengamos en la norma de lo sano. Desde que he engordado soy consciente de que no practico deporte de la misma manera, no visto igual de bien que antes, tengo la cara más hinchada y peor humor. Está claro que la belleza es una actitud, pero el cuerpo tiene que hacerle justicia a la misma.

En Chic

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