Cuando la infanta Cristina creía que Iñaki Urdangarín era su "príncipe azul"
Iñaki Urdangarín y Cristina de Borbón fueron una pareja bien avenida... hasta que dejaron de serlo.
Se ha dicho en infinidad de ocasiones, estos días de nuevo, que la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín se conocieron en Atlanta, durante los Juegos Olímpicos de 1996. (No confundirlos como Olimpiadas, que escriben algunos equivocadamente, al ser dos acontecimientos diferentes). Pero no fue en Estados Unidos cuando se cruzaron por vez primera sus miradas, sino en Barcelona. Ocurre que entonces cada uno vivía otras experiencias sentimentales, sobre todo él, a punto de casarse con otra, después de un pasado de "ligues" y amores superficiales. Esta es la abreviadísima historia de una pareja que ha terminado de mala manera para la hija menor de don Juan Carlos y doña Sofía, separados pero unidos ahora en el dolor que les ha producido este nuevo revés para la Monarquía, aunque Felipe VI sigue en su sitio, imperturbable; asunto triste para él, guardándose para sí sus sentimientos, pero que no ha de turbar para nada su hasta ahora impecable reinado. Para documentarnos, hemos recurrido a una ya agotada edición de La Infanta Cristina, que escribieron con amenidad y acierto María Molina y Consuelo León.
El ayer de Cristina de Borbón y Grecia, nacida el domingo 13 de junio de 1965, tiene pasajes propios de cualquier joven de su edad cuando en la década de los 90 comienza a soñar con efímeros amores repentinos. Y así, con quince primaveras viaja a Nueva York para estudiar un curso de relaciones internacionales en la Universidad de esa capital norteamericana, y comparte apartamento con su amiga María Escudero. En esos meses mantiene una breve relación con Juan Diego Martínez Aguilar, hijo de un diplomático. Tras conseguir aquel "máster" la Infanta pasó por París al año siguiente, donde trabajó en la sede de la Unesco. Coincidió en la Ciudad Luz en más de una ocasión con Cayetano Martínez de Irujo, muy entregado a su pasión hípica. Hubo rumores de que podrían estar enamorados, lo que no sucedió. No hubiera estado mal para los monárquicos que Cristina hubiera contraído esponsales con el hijo de la Duquesa de Alba, pero los citados tenían otros planes, cada uno por su lado. Y ella se instaló en Barcelona, en la delegación de la mentada institución, en abril de 1992. Luego inició sus trabajos en la Fundación Cultural de la Caixa. Ya muy bien ambientada en la Ciudad Condal, comenzó a rodearse de amigos de su confianza, entre tímida, sencilla, bienhumorada, afable con quienes se acercaban a ella. Los fines de semana gustaba de ir a bailar a "Luz de Gas", "La Tierra" y otras discotecas de moda, pero tratando de pasar inadvertida sin la constante vigilancia de sus escoltas.
Corría aquel verano de 1992, que es cuando se la relacionó con Álvaro Bultó Sagnier, aunque Cristina comentaba que eran comentarios infundados. El hijo de un afortunado fabricante de motocicletas estudiaba Ciencias Empresariales y se conocieron a finales de 1991, manteniendo su gran amistad a lo largo de dos años. Lo que sentían ambos quedó para su intimidad, pero, como poco, Cristina de Borbón se encontraba a gusto al lado de aquel campeón de "rallies" de motos. Iban a esquiar muchos fines de semana a las pistas de Baqueira-Beret. Muy atractivo y también enamoradizo. Tuvieran o no carácter de noviazgo esas relaciones, acabaron un día, pues él no deseaba comprometerse más de la cuenta con la Infanta, no faltándole otras amistades femeninas.
En ese círculo de la "pandilla" de Cristina el regatista Fernando León ocupó después las páginas rosas de las revistas que, ya empezaban a especular sobre los posibles flirteos de la Infanta. Este canario, rubio y guapo, era otro habitual compañero de salidas con ella. Otro fue Jesús Rollán. Jugando con el apellido ¿hubo buen "rollo" entre ambos? Compartían su amor por los deportes y algo más. Aunque no prosperó ese noviazgo que se suponía con ellos. Otro regatista, José Luís Doreste, era asimismo señalado cual otro de los íntimos de la hija menor de los Reyes. Como se advierte, con quiénes salía eran deportistas profesionales y no con chicos de otros ambientes: los que practicaban competiciones de vela y water-polo, particularmente. Hasta que llegó el elegido, aunque pasara cierto tiempo…
Iñaki Urdagarín, hijo de un nacionalista vasco, ingeniero industrial, y de una dama belga, que no era aristócrata como aquel se cansó de decir a los periodistas, vivió tras dejar Vitoria, en Barcelona, apasionándose por el balonmano desde que tenía apenas once años. Con diecisiete inició su carrera deportiva en el equipo del Barça, al tiempo que cursaba Ciencias Empresariales. Pudo más el deporte que su carrera. Junto a su colega Fernando Barbeito y el regatista Manuel Doreste (hermano de José Luís, el que salía con Cristina) abrieron un restaurante en el Puerto Olímpico de Barcelona. Se llamaba "El Pou". Iñaki medía cerca de dos metros, las mujeres que se acercaban a él quedaban obnubiladas, contemplando sus ojos azules. Guapo a rabiar. Simpático, comunicativo. Tuvo novietas "a porrillo". La que más le conquistó fue Carmen Cami, natural de Puigcerdá. Cuatro años les duró su noviazgo, aunque con periodos en los que discutieron. Pero hacían planes de matrimonio. Cuando Iñaki, al que sus íntimos lo llamaban "Txiqui", frecuente diminutivo en vascuence, comenzó a frecuentar a la Infanta, se citó con Carme Camí. No se sabe si ésta se enteró por televisión del romance de su novio con Cristina de Borbón, que quizás fue así, pero también por otras fuentes parece que Iñaki fue a verla, en Navidades, y le comunicó que su compromiso con ella quedaba roto para siempre. ¡Vaya palo para Carmen Cami! Asimismo hay otra versión, más creíble, por la que sabemos que ella pudo llamarle por teléfono y confirmar así sus temores. ¿Ello ocurrió antes de hacerse público su noviazgo con la Infanta, o después? Se cita la fecha del 23 de diciembre de 1996 cuando todo se acaba entre ambos.
Tres años menor que la Infanta, ambos estuvieron en los fastos de Barcelona 92, pero aún faltaban cuatro años para conocerse. En Atlanta, julio de 1996 es cuando se ha venido repitiendo que se vieron por primera vez. Pero Fernando Barbeito, íntimo amigo de Iñaki, dijo que no: fue en Barcelona cuando alguien los presentó, o se saludaron en algún evento deportivo. No obstante, en Atlanta, cuando la Infanta lo saludó entre mutuas sonrisas, siguió con mucha atención las evoluciones del jugador en los partidos de balonmano de la Selección Española. Ese interés significaba que Iñaki "le hacía tilín". Él estuvo muy atento con ella, sin olvidar el debido protocolario tratamiento. En los primeros días de octubre se reencontraron. En el antes ya nombrado restaurante barcelonés de "El Pou", durante una cena entre deportistas. Los amigos íntimos del jugador coinciden que ese día es cuando "comenzó todo"; que se sentaron juntos y se les veía muy interesados, sin dejar de hablar e intercambian miradas dulces, muy significativas. Y muchas risas. Desde entonces, se vieron muchas veces, ya enamorados "hasta el tuétano", que se dice en casos así. Coincidían a propósito en almuerzos o cenas de eventos deportivos. Salían a bailar y a quedar en restaurantes, ya ellos solos. En diciembre de 1996 es cuando ya puede decirse que son novios. Hasta entonces, se asegura en círculos cercanos al jugador de balonmano, que éste tuvo sus dudas antes de casarse. Lo cierto es que ese noviazgo fue corto. Pero intenso, como se ha escrito. El 30 de abril de 1997 se emitió el anuncio oficial de su boda. Que se celebró el 4 de octubre de ese mismo año. Lo demás, es ya historia tantas veces repasada con este abrupto final.
¿Fue amor, pero también ambición lo que mantuvo Iñaki Urdangarín para casarse con una Infanta de España? La opinión pública pensamos que así ha podido creerlo, mayoritariamente. Cuando el novio dejó de jugar con el club de balonmano del Barça ganaba alrededor de quince millones de pesetas anuales. ¿Podría sólo con esos emolumentos mantener un elevado "status" como cabeza de familia con Cristina de Borbón y sus cuatro hijos? Por ahí empezó su caída, en busca de obtener una mejor posición económica, a espaldas de la Familia Real, a la que ya pertenecía. Fue el comienzo de una crisis monárquica, a la que se vería abocado don Juan Carlos, no sólo claro está por la conducta de quien decía era el mejor de sus yernos, sino por la suya propia y sus amores extra conyugales. Y así hemos llegado con otra desdicha más: la de una Infanta que, muy enamorada, estuvo al lado de su marido en los momentos más duros de su matrimonio, sin querer separarse de él, aceptando dolorida que su hermano, el Rey Felipe VI, despojara a la pareja del Ducado de Palma; desoyendo la invitación real para divorciarse. Lo que ahora, posiblemente, tendrá que ocurrir, muy a su pesar. Son las cosas que pasan, como ha dicho uno de sus hijos, Pablo. Así es la vida, ayer como un paraíso de Jauja para Cristina de Borbón y en este recién comenzado 2022 el final de aquel sueño que alumbró al conocer a quien creyó su "Príncipe Azul", que ha resultado no ser tal.
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