Los tres intensos amores de Kate Winslet, la estrella que no se deja modelar
Kate Winslet es una estrella de cine diferente. Prescinde de ayudantes y no deja que la industria modele su imagen.
Cuarenta y seis años festejó Kate Winslet el pasado 5 de octubre. Su atractivo continúa. Si se comparan imágenes de la actriz británica desde que empezó su carrera cinematográfica, lógicamente podrá apreciarse su cambio físico. Lo natural, claro. Pero es que ella ha contribuido a esa transformación. Se ha negado en sus películas a que la obliguen a retocar su rostro y su figura, por otra parte espectacular, curvilinea. Detesta pensar que utilizando medios técnicos aparezca en la pantalla con unos recortes que no obedecen a su verdadero cuerpo. Sostiene que acepta el paso del tiempo y así quiere mostrarse en público. No teme desnudarse si los guiones los considera apropiados.
Ha quedado para la historia del cine el personaje de Rose, tan romántico, emparejada en la pantalla con Leonardo DiCaprio. Dos enamorados al límite del romanticismo, que conmovieron a los espectadores de Titanic. Aunque no hay que olvidar otros logros artísticos de su notable filmografía, esa película viene a ser su trabajo más conocido. Mujer apasionada que, fuera de su vida profesional, ha tenido intensos amores con tres maridos y tres hijos, a uno por cabeza.
Natural de Reading (ciudad que nos recuerda la torturada existencia de Oscar Wilde), está considerada una de las mejores actrices inglesas de los últimos años. Ya en su adolescencia se enrolló con el actor y escritor Stephen Tredre, que le llevaba doce años, cuando coincidieron en la película Dark season. Cuatro años de convivencia, interrumpidos por la muerte de su pareja, víctima de un cáncer de huesos. Tanto le marcó el amor que le profesaba que no dudó en asistir a su funeral en Londres renunciando a su asistencia al estreno mundial de Titanic en Los Ángeles.
Un año más tarde de aquella dura experiencia sentimental, en 1992 conoció al que iba a ser su primer marido, el director Jim Threapleton. Tardaron en oficializar su unión para casarse en 1998 en un lugar que a ella le pareció emotivo: la escuela primaria en la que cursó sus primeros estudios, en Reading. Dio a luz una hija, Mía Honey, ahora con veintiún años. Aquel matrimonio, pese a los primeros augurios felices, fue un desastre, divorciándose en 2001.
Dos años más tarde comenzó a salir con otro director cinematográfico, Sam Mendes. Era la época en la que Kate Winslet aparecía a menudo en los tabloides ingleses. Harta de esa persecución periodística se marchó a Nueva York. La boda con Mendes sucedió en 2003, pero en 2011 se dijeron adiós. Éste se lió luego con Rebecca Hall y ella no se quedó atrás pues se consoló con el modelo Louis Dowler. De aquel matrimonio nació Joe Alfie, que ha cumplido diecisiete años. Ya era una reincidente divorciada un par de veces, a cargo de sus dos hijos. Su tercer esposo fue el empresario Edward Abel Smith cuyo enlace tuvo lugar en 2012. Buscaron un sitio tranquilo para formar su hogar y lo encontraron en Sussex. Tendrían un bebé, Bear, que cuenta siete años. Nunca ha querido alejarse de sus retoños, por lo que en más de una ocasión desechó contratos que la obligaban a separarse de ellos. Y de su marido, claro. Por cierto que la identidad de éste no deja de sorprendernos, teniendo en cuenta que no tiene nada que ver con el mundo artístico, donde es corriente buscarse un seudónimo. Su nombre legal es el de Ned Rocknroll, pero usa el ya citado de Edward Abel Smith. Es sobrino del dueño de la discográfica Virgin.
Kate no va de diva por la vida. Ha prescindido de un chófer, cocinero, secretaria para únicamente contar con unas niñeras que se ocupan de sus tres hijos cuando ella ha de cumplir con sus compromisos artísticos o personales, aunque ya quedó dicho que elige cuidadosamente sus contratos para estar siempre lo más cerca de ellos. Se ocupa de llevarlos al colegio. También gusta de cocinar, de revisarla ropa de toda la familia y si ha de coser, lo hace como una grata obligación casera. Sabe perfectamente lo que vale la pena en esta vida. Nada que ver con la forma de ser de tantas estrellas que prefieren el éxito a su felicidad personal compartida con los suyos, que siempre será lo que prefiere en orden a su prioridad.
Tal vez por esa imagen que transmite, al ser tan cercana, una firma como "L´Oreal" cuenta con ella para sus campañas publicitarias. Y desde hace meses también presta su figura anunciando una marca de relojes. En otro plano, colabora con una ONG que a través de medios de comunicación defiende tanto los derechos de los hombres como de las mujeres, procurando que aquellos no se aprovechen de ellas con acosos sexuales. La igualdad de género es lo que proyectan en ese programa, que lleva por lema el de "Levántate". Es el compromiso férreo de una gran actriz. Otros filmes aparte de Titanic en los que ha intervenido con fortuna, son: El lector, Jude, el biopic Steve Jobs, en el papel de la asistente personal del genio de Apple, Revolutionary Road, Juegos secretos, The reader, que le permitió ganar un Óscar, Hamlet, donde personificaba a Ofelia, a las órdenes del acreditado Kenneth Branagh… Un buen curriculo el de esta mujer que, como me confesaba un día el escritor César González-Ruano, piensa que la juventud es un trámite que es preferible transcurra pronto. Kate ha dicho que procura estar conforme consigo misma: "La edad nada tiene que ver". Y señala que cuando nacieron sus tres hijos pasó por momentos nada fáciles. Mas al verlos uno a uno sanos pensó que la maternidad le ha valido la pena. Que aprendan la lección los que defienden el aborto.
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