Menú

Luces y sombras de Yves Montand, el seductor seducido por Marilyn Monroe

Se cumplen cien años del nacimiento del actor.

Se cumplen cien años del nacimiento del actor.
Yves Montand y Marilyn Monroe | Archivo

Se cumplen cien años del nacimiento de Yves Montand. Vino al mundo el 13 de octubre de 1921 en la localidad italiana de Monsummano Terme, región de la Toscana, pero casi toda su vida transcurrió en Francia, país del que adoptó su nacionalidad. Se convirtió en un ídolo del cine y la canción. Con sólo citarles la película El salario del miedo y la melodía Las hojas muertas servirán como su mejor tarjeta de visita para esta glosa en su memoria. Sedujo a muchas mujeres y, curiosamente fue una de ellas, Marilyn Monroe, quien en realidad lo conquistó a él. El seductor seducido. Pero en ese historial amoroso hay que recordar un episodio miserable, absolutamente infamante: violó a su hijastra cuando esta sólo contaba cinco años. Y como remate el único hijo que tuvo fue forzando a su asistenta.

Se llamaba realmente Yvo Livi, hijo de padres campesinos que vivían en la pobreza y, por otro lado, no comulgaban con el régimen fascista de Mussolini. Establecidos en Marsella el adolescente Yvo Livi hubo de trabajar allí donde podía: fue peón en un almacén de aceite, ayudante en la barbería que montó su hermana y descargador en el muelle portuario. Como le gustaba cantar se fue introduciendo en locales de poca monta, luego en teatros de "music-hall" hasta que llegado el día que cambió su suerte fue descubierto por la legendaria Edith Piaf en el Molín Roug".

Tenía Edith probada fama de buscarse amantes entre jóvenes cantantes a los que primero convertía en chóferes a su servicio permanente a cambio de comida y alojamiento y luego les ayudaba a triunfar en los escenarios. Le sucedió con Gilbert Bécaud, con Charles Aznavour y con Yves Montand, quien había elegido ese seudónimo artístico recordando que su madre, cuando era pequeño, lo llamaba así: "Yvo, monta", para requerir su presencia. Desde 1944 convivía con la Piaf, que le enseñó a vestirse adecuadamente, a frasear las letras correctamente, a moverse ante el público… Luego, él voló ya solo. Su debut cinematográfico acaeció en 1946 en una película del afamado Marcel Carné, Las portes de la nuit, que iba a protagonizar Jean Gabín, cuyo guion lo había escrito el poeta Jacques Prèvert, quien más adelante le proporcionaría la letra de Las hojas muertas, de muy bella inspiración romántica. Yves Montand la interpretaba con emoción y muy buen gusto: la evocación de un amor del pasado.

yves-montand-22-1.jpg

Con el paso de los años Yves Montand supo acreditar su nombre tanto en el cine como en el tinglado musical. Sus actuaciones en el Olympia de París constituían un acontecimiento, que luego refrendaba en toda Francia; también más tarde en Nueva York, cuando presentaba espectáculos en Broadway. Sin duda su fama se debió más a su faceta musical, aunque en el cine aportara también su estampa de galán diferente al resto de actores de su tiempo. No era el guapo tradicional, aunque sí atractivo. Algo rudo, pero con encanto. Como se involucró en la política protagonizó un par de filmes donde sus argumentos tenían mucho que ver con sus ideas: Z y La confesión, ambas dirigidas por el griego Costa Gravas en cuyos guiones tomó parte el español exiliado Jorge Semprún, con quien mantuvo una fraternal amistad. Les unía su pasado comunista, hasta que desencantados dejaron el Partido. Cuando Semprún fue nombrado Ministro de Cultura en el gobierno de Felipe González, Yves Montand se desplazó a Madrid en alguna ocasión. Tiempo atrás tuvo que salir por piernas cuando tras convocar una rueda de prensa en un hotel de la madrileña Plaza de España la policía le mostró una orden para que abandonara inmediatamente la capital, tras llevarlo al aeropuerto de Barajas. Y es que la política, la defensa de sus ideas revolucionarias del ayer, ocupaban buena parte de sus actividades. Se significó, por ejemplo, grabando un himno de los partisanos italianos, Bella Ciao.

Con Simone Signoret formó una pareja tan unida que la gran actriz, al cabo de las infidelidades constantes de Yves supo siempre disculpar, tan enamorada que estaba. Su convivencia duró entre 1951 y 1985, año en el que ella murió. La personalidad de Simone era extraordinaria. Triunfó mucho antes que él. Una actriz dramática inolvidable, pero también dúctil, fascinante en cometidos románticos. Juntos rodaron varias películas que el público francés festejaba admirativamente.

yves-montand-22-2.jpg
Yves Montand y Simone Signoret

Cuando en 1960 Yves Montand fue contratado para rodar una comedia cinematográfica en Hollywood Simone Signoret lo acompañó encantada. La productora los alojó en un bungalow justo al lado del que ocuparon Marilyn Monroe y su marido, Arthur Miller. La película, en español, se tituló El multimillonario, cuyo argumento giraba en torno a un rico personaje enamorado de una corista que, ni qué decir tiene, era la Monroe. Ella cantaba, o mejor susurraba, aquello de "Mi corazón pertenece a papá", de Cole Porter, con una mezcla de ingenuidad y erotismo. No era por entonces el actor-cantante galo suficientemente conocido en los Estados Unidos pero durante el rodaje las escenas de alto voltaje entre ambos fueron aireadas en los periódicos y revistas de mayor difusión. Aparecían en las portadas en actitud de auténticos enamorados. Aunque la publicidad del filme acentuaba esa pasión en la pantalla resultó que en la vida real Marilyn Monroe e Yves Montand fueron amantes durante varias semanas.

Por entonces, queda dicho que 1960, el matrimonio de Marilyn y Arthur Miller "hacía aguas". En vísperas de que arrancara el rodaje tanto ellos como Simone y su marido confraternizaron en seguida. Yves Montand tuvo en Miller a un inteligente, culto conversador, pero además simpatizante de izquierdas con lo que fue fácil que dieran rienda suelta a sus mismas ideas políticas. La simpatía asimismo surgió en seguida entre Marilyn y Simone. Un par de semanas después del inicio del rodaje Miller dejó aquel bungalow para viajar por motivos de trabajo. Su divorcio de Marilyn estaba cantado. En cuanto a Simone Signoret hubo de regresar a Francia. Su olfato femenino no la engañó, y a su marcha presintió que entre su esposo y la estrella rubia oxigenada había algo más que una mutua amistad y admiración profesional. No se equivocaba. Al fin y al cabo, cornuda consentida, supo siempre que él la engañaba a menudo.

¿Cómo ocurrió el apasionado romance entre los protagonistas de El multimillonario? Una noche, Marilyn golpeó la puerta del bungalow contiguo al suyo que ocupaba el actor francés, que a esas horas leía su parte del guión que debía aprenderse para el día siguiente. Al franquearle la entrada a Yves Montand no le quedó duda alguna que su compañera de la película quería "ensayar" con él una escena última que no estaba prevista. Acabaron, naturalmente, abrazados en la cama. Ese "ensayo" particular se repitió muchas más noches. Marilyn estaba loca por él. Incluso llegó a decirle que no le importaría quedarse embarazada. Terminada la película se despidió Yves de Marilyn con un larguísimo beso y un apretado abrazo. Y cuando el actor llegó al aeropuerto para embarcarse rumbo a París, llegó la Monroe. Quería despedirse a su manera. ¡Y vaya si lo hizo! Montand perdió su vuelo, se introdujo en el coche de Marilyn y se pasaron ¡cinco horas! dándose el lote. Aquello parecía interminable. Agotados ambos de su último "ensayo" amatorio, se dijeron adiós para siempre. Nunca más volvieron a encontrarse, ni se tienen noticias de que intercambiaran mensajes de ningún tipo, cartas o llamadas telefónicas a larga distancia. En el aeropuerto de Orly, Simone Signoret esperaba a su marido. Se fundieron también en un interminable besuqueo. Marcharon a su residencia en el pueblo de St.Paul de Vence, en la Provenza francesa. Hablaron mucho y claro. Él debió decirle que "lo de Marilyn" sólo fue un pasatiempo. Poco más o menos. Sin importancia, claro. Y volvieron a jurarse amor hasta la muerte. Porque se querían de verdad, ligues aparte de Yves que ella pasaba por alto. Consentidora enamorada.

marilyn-monroe-and-yves-montand.jpg

La biografía sentimental de Yves Montand daría para una gruesa novela romántica. O un culebrón de muchos capítulos. Simone Signoret murió en 1985. Yves era padre de un hijo, Valentín, que tuvo con su asistenta, Carole Amiel, con la que se casó en 1987. La pareja duró cuatro años.

Simone Signoret había tenido una hija de su anterior matrimonio con un director de cine. Ella se llamaba Catherine Allegret. Siendo una niña, entre cinco y seis años, fue violada por su padrastro, Yves Montand. Veinte años después, él la acosó llevándola nuevamente al lecho. ¿Se enteró de ello Simone? Es posible. Su marido era un adicto al sexo. No respetó siquiera a su pequeña hijastra. Y cuando ésta pudo, para olvidar su drama infantil, publicó un libro contando todos los abusos a que se vio sometida en su infancia. Gran parte de la sociedad francesa se escandalizó de esa historia. Montand ya no vivía. Catherine Allegret relataba: "Callé del daño que me hizo. Si lo hubiera delatado, me habría molido a golpes". Un grandísimo artista, actor y cantante. Un canalla en su vida privada.

Estuve en el Hotel Palace madrileño en la rueda de prensa que Yves Montand nos concedió a una docena de informadores, en su última visita a Madrid, que sepamos. Alto, con un corpachón ya a las puertas de la vejez. Todavía despedía encanto en su mirada, en la gestualidad de su rostro y de sus manos. Había sido tímido en su juventud, decía él mismo. Pero ya en su madurez hacía tiempo que no lo era y en cambio se le juzgaba como un narciso.

Un fulminante infarto de miocardio acabó con su existencia el 9 de noviembre de 1991, hará pronto treinta años. El ataque se produjo en Senlis, un pueblo donde estaba rodando la película La isla de los paquidermos. Antes de cerrar los ojos, pronunció esta frase: "Por lo menos he vivido muy bien". Su leyenda comenzó a crecer de nuevo en esa Francia chovinista de siempre. Y un día cierta joven dijo en la prensa que era hija del actor. La demanda fue admitida por un juez, alegando derecho a la paternidad. Penoso asunto ese de ir al cementerio del Père-Lachaise, abrir la tumba, el féretro, procediendo a la exhumación del cadáver, o sus restos, para efectuar una prueba del ADN. Que resultó negativa. Al parecer, en vida de Montand esa misma muchacha ¿o fue otra? había pretendido lo mismo, pero él se negó a hacerse prueba alguna. En cualquier caso, venía a ser un triste colofón de un hombre admirado, con sus sombras y sus luces.

Temas

En Chic

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Biblia Ilustrada
    • Libro
    • Curso