El Almería Western Film Festival, a celebrar entre los días 8 al 11 de octubre, homenajeará en esta su undécima edición al actor italiano Franco Nero, que entre 1966 y 1975 rodó cinco películas en la localidad de Tabernas, escenario de un montón de películas de ese género. "El western me vuelve loco", ha reconocido este galán, protagonista de un centenar largo de películas, tanto de esa especialidad como de thrillers. Poco se conoce de su vida íntima, que ha defendido siempre cuando los periodistas se han mostrado interesados en descubrirla. Lo que no ha podido ocultar es su amor por Vanessa Redgrave, con quien ha vivido los momentos más felices de su vida; una romántica historia que comprende un adiós con hijo incluido y una reconciliación que terminó en boda casi cuarenta años después.
Francesco Clemente Giuseppe Sparanero tiene en la actualidad setenta y nueve años, natural de Parma, hijo de un sargento de carabineros y nieto de una gitana por vía materna. No tenía muy claro a qué dedicarse como tantos jóvenes que se plantean qué será de su futuro profesional. Y en ese afán, para ayudar a la modesta economía familiar, dio en convertirse en vocalista de un grupo musical. Siguió unos cursos de Contabilidad, pasó a inscribirse como alumno de Ciencias Económicas y Comercio en la Universidad de Milán, estudios que abandonó para matricularse en el Piccolo Teatro milanés donde cursó materias de interpretación.
Quería ser actor. Debutó con un pequeño papel en el cine el año 1962. Y en una filmografía que abarca una larga serie de títulos; recordemos los más significativos a partir de 1966 cuando protagonizó Django. John Huston se fijó en él cuando lo contrataron como ayudante de un foto-fija en La Biblia, y le propuso el papel de Abel. Lo que sucedió en los años siguientes es que Franco Nero se convirtió en uno de los actores italianos con mayor proyección internacional, a las órdenes de directores de incuestionable fama: aparte de Huston, Buñuel, Joshua Logan, Zeffirelli, Fassbinder, Tarantino… Talentos con quienes rodó sus mejores trabajos, por ejemplo Tristana y Camelot.
Transcurría 1967 cuando se convirtió en el legendario Lancelot, en un musical sobre las hazañas supuestas del rey Arturo. Y allí, en Camelot, coincidió con quien iba a ser el gran amor de su vida: Vanessa Redgrave, cinco años mayor que él. En un principio, Franco Nero, no encontró en ella, al margen de reconocer su talento, atractivo alguno que le llamara la atención. Parece que incluso hizo algún comentario, llamándola fea, sin que ella lo supiera. El caso es que un día, almorzando el equipo de la película, Vanessa deslizó un papelito a un camarero para que se lo entregara a Nero. Leyó el actor la misiva, la guardó en un bolsillo y cuando ya hubo dado por finalizada la pitanza se acercó a la mesa que ocupaba la actriz inglesa, aceptando lo que le proponía en aquella servilleta de papel: una cena entre los dos. Resultó el comienzo de una gran amistad, parafraseando el final de Casablanca. Que se transformó en apasionado romance a lo largo de dos años, tiempo durante el que nació un hijo de la pareja, Carlo Gabriel, en Londres, lugar de residencia de Vanessa.
Los compromisos profesionales de Franco y Vanessa quizás contribuyeron a que la pareja se distanciara. O tal vez uno y otra dieron por terminada su relación amorosa. El caso es que tardaron en reencontrarse. Ya en la década de los 70 volvieron a coincidir en varios rodajes: Al margen de la sociedad, Amargo despertar, La jungla 2… Si bien la actriz británica, especialista en funciones teatrales de Shakespeare, había sostenido otras historias sentimentales con el director Tony Richardson y el galán Timothy Dalton, en cambio de Franco Nero desconocemos si tuvo o no otras parejas. Hemos investigado a fondo sin encontrar algún nombre femenino que fuera su pareja de forma más o menos estable. Si exceptuamos uno de esos ligues pasajeros que todo actor popular vive en los rodajes, máxime si se encuentran en un país que no sea el suyo. Franco Nero se encontraba en Cartagena de Indias cuando en 1986 se encamó con una ama de llaves colombiana, Mauricia Mena. Meses después, en 1987, demandó al actor italiano acusándolo de ser el padre de un niño, al que llamó Franquito. Nada quiso saber del asunto él. Un juez determinaría que la demanda de Mauricia respondía a la realidad. Más adelante, otra autoridad, entendiendo del caso, desestimó aquel fallo judicial. Franco Nero quedó así exonerado, o al menos, se despreocupó del asunto de su supuesta paternidad.
Salvo por los rodajes, nada más se supo de Franco Nero. Lo entrevisté en varias ocasiones. Educado, sencillo, de carácter circunspecto, culto y muy deportista. Si se le citaba a Vanessa Redgrave siempre tenía palabras amables para ella. Quienes la conocieron estimaban que era una mujer de carácter difícil, temperamental, muy ocupada al frente del Partido Revolucionario de los Trabajadores, que luchaba por causas políticas muy próxima a la de radicales de extrema izquierda.
Llegado el otoño de 1987 sorprendentemente Vanessa y Franco coincidieron, como invitados, en el Festival de Cine Fantástico y de Terror de Sitges. Se les vio muy pendientes el uno del otro. Cogidos de la mano. Mirándose a los ojos, para delicia de los reporteros gráficos. A partir de entonces estuvieron en contacto. Y en 2006 decidieron casarse. Habían transcurrido casi cuarenta años desde su ruptura. Y recobraron aquellos días felices de manera singular, viéndose cuando podían, aun residiendo ella en Londres y él en Italia. Y así han continuado hasta el presente, pues que sepamos su matrimonio sigue vigente, con esa manera de entender su unión, entre idas y venidas, dado que Vanessa nunca ha querido fundar su hogar fuera de Inglaterra y Franco Nero tampoco es proclive a dejar Roma. Pero se quieren y son felices de esa manera. Ella tiene 84 años, cinco más que él. Ha padecido problemas en su salud y Franco ha corrido siempre a su lado.