Robert Redford acaba de cumplir ochenta y cinco años. Considerado como uno de los más guapos galanes del cine tiene, a pesar de sus éxitos y millones de admiradores, un pasado amargo, triste. Las depresiones lo han llevado muchas veces al borde de la desesperación a causa de las desgracias que ha tenido que soportar. Es el lado oculto de un hombre que llegó al cine por casualidad cuando en su juventud era un bohemio sin rumbo.
Nació el 18 de agosto de 1936 en Santa Mónica (California). Su padre era un lechero originario de Irlanda que luego fue contable de una empresa petrolífera. En casa pasaron privaciones. Robert padeció poliomielitis contando once años. Creció en un barrio propicio para su carácter indómito, convertido en un pequeño delincuente, que llegó a probar la dureza de la cárcel en varias ocasiones. No obstante pasó por la Universidad: sólo un año, ciertamente. Le aburrían las clases. En cambio quería ser un as del béisbol. Pero pronto se cansó también de ese deporte tan apasionante para los norteamericanos, dedicándose a dibujar. Pensó que en Europa encontraría la solución para sus sueños pictóricos. Con sus ahorros viajó a Florencia, se empapó de los clásicos, luego recaló en París, acudiendo a diario, fascinado, al Louvre. Y hasta cayó en la cuenta que España era un país perfecto para sus sueños. Y en la provincia de Málaga se instaló un tiempo, tomando apuntes febrilmente, sin importarle dónde se fue a vivir, cerca del mar, en una casucha sin luz, sin comodidad alguna. Le llegó la hora de regresar a Norteamérica. Pensó que podría ganarse la vida como escenógrafo, mas apoyado por uno de sus profesores acabó matriculándose en la Academia de Arte Dramático de Nueva York.
Robert Redford arrastraba desde hacía años una constante afición a la bebida, de la que lo apartó quien iba a ser su primera esposa, Lola van Wagen, que profesaba la condición de mormona. Se fueron a vivir a Utah, de donde ella procedía, a una cabaña que él mismo diseñó. Vivían en el campo, muy felices. Compenetrados en un ambiente bien alejado de la fama de Hollywood que luego él disfrutaría. Cuatro hijos tuvieron: dos niñas, Shauna y Amy, y dos varones, Scott Anthony y James. Scott falleció de muerte súbita, a los dos meses de nacer. Aquella desgracia unió mucho más a la pareja. A pesar de ello y por razones nunca explicadas por el actor, él decidió separarse. El dolor por la desaparición del bebé lo trastornó. Pero aún más sufriría al fallecer su madre, que sólo contaba cuarenta años. Comenzaron las depresiones, que tanto daño le darían casi toda su existencia.
Transcurriría un tiempo largo hasta que pisó un escenario de Broadway representando la comedia de Neil Simon Descalzos en el parque, que luego también protagonizó en la pantalla, punto de origen de su popularidad. Ya era el galán rubio idolatrado por las mujeres, el "sex-symbol" que él mismo nunca había proyectado ser. Siempre discreto tuvo relaciones que trató de esconder a la curiosidad pública. Que se sepa, con la diseñadora Katt O´Rear, la top-modelo francesa Nathalie Naud, la actriz Debra Winger, con quien rodó Peligrosamente juntos y con la brasileña Sonia Braga, que fue tal vez la mujer con la que más apasionadamente estuvo, nada menos que siete años, pero sin querer comprometerse con papeles de por medio.
El historial amoroso de Robert Redford se supone amplio, pero Robert Redford jamás quiso confiárselo a periodista alguno. No pudo comprobarse, aunque existen fundadas sospechas, de que tuvo otros romances sonados con Barbra Streisand, Jane Fonda, Meryl Street… Todo un caballero, de sus labios nunca salieron confidencias acerca de las mujeres que llevó al lecho.
Encontré un titular en el diario argentino La Nación que refleja muy bien quién ha sido Robert Redford en ese capítulo sentimental: "Amó mucho y se enamoró poco". Pesaba siempre en él un halo de amargura. No podía escapar de la memoria aquel niño muerto, como tampoco la ausencia de su madre. Alérgico a las entrevistas, aceptó una para el diario británico The Guardian, donde se refería a ese carácter introvertido que mostraba: "La vida es triste y no es algo que podamos evitar o negar". Con esa declaración se comprende que Paul Newman, su compañero durante tanto tiempo en varias películas, dijera: "Conozco a Robert desde hace cuarenta años y apenas sé cómo es aunque nos hayamos visto muchas veces".
La filmografía de Robert Redford es amplia, brillante: El golpe, Todos los hombres del Presidente, La jauría humana, Dos hombres y un destino, El gran Gatsby, Tal como éramos, Memorias de África… Siendo un relevante actor, es sorprendente que no le otorgaran nunca un Óscar. Sin embargo, como director, desde luego magnífico, logró la dorada estatuílla gracias a "Gente corriente".
Existe un episodio en la biografía de Redford que en su día le produjo una gran desilusión. Aspiró a que lo eligieran protagonista de El Graduado pero el director, Mike Nichols, lo descartó. Y eso que eran amigos desde que éste lo dirigió en Descalzos en el parque. El razonamiento de Nichols era lógico. En el argumento de la película, el chico al que seduce las madre de su mejor amigo, es tímido, apocado, de mediana estatura, poco atractivo… Y Robert Redford era guapísimo, de los más atractivos que ha dado Hollywood. No acabó de entenderlo Robert, cuando el papel fue para Dustin Hoffman (su compañero en Todos los hombres del Presidente).
Lo que ha sido en él una costumbre es aparecer lo menos posible en fiestas, incluyendo la entrega de los Óscar. Se ha ganado a pulso su carácter huraño y poco social. Lo que le gusta es gozar de la naturaleza, pasear por el campo. Las mujeres para él no han constituido jamás una obsesión. Cuando conoció a la que iba a ser su segunda esposa, Sibylle Szaggars, alemana, pareció haber encontrado a su media naranja; él le lleva veinte años de diferencia. Pintora, le fue fácil a ambos establecer una corriente mutua de interés por asuntos artísticos. Hubieron de transcurrir ¡trece años! hasta que Robert se decidió a pedirle que ser casaran. Juntos siguen, sin problemas que se sepa.
Robert conoció a Sibylle en los años 90 en la localidad de Utah, donde él aprovechó unos terrenos adquiridos durante su primer matrimonio, para crear la Fundación Sundance, en la que estudian jóvenes interesados por el cine y las Bellas Artes, que después es la sede de una productora que acoge películas de directores independientes. Desde Tarantino, han sido muchos los desconocidos que han pasado por Sundance hasta que andando el tiempo han conseguido algunos salir del anonimato.
Robert Redford y su esposa viven en Santa Fé, en Nuevo México. Tienen un rancho. Allí, alejados de todo "glamour" se sienten a gusto. Hace tres años él anunció que se retiraba del cine. Incumplió la promesa, pues en 2019 participó, aunque en un cometido nada importante en la película Vengadores Endgame.
La tristeza, el dolor de tiempos pretéritos volvió a aparecer en la vida del popular actor: su hijo James falleció en octubre del pasado año, víctima de un cáncer de hígado. Desde entonces, la tranquilidad que Robert disfrutaba con su mujer, se vio nuevamente resquebrajada por este nuevo azote del destino, del que no se ha recobrado. Físicamente, ya no es el mismo. Las arrugas hace años que aparecieron en su rostro. Descuidado al peinarse, dando la sensación de que usa peluca. El sino de todos los galanes que dejan de serlo cuando el tiempo les pasa factura. Pero lo que ha sido en el cine Robert Redford, uno de los grandes, eso… nadie puede arrebatárselo.