Hay frases que surgen de manera espontánea de algún ciudadano, se repiten y llegan a ser con los años una cita popular, nacida del ingenio y la chispa humorística callejera. Por ejemplo, ésta: "¡Queremos un hijo tuyo!". La pronunció una desconocida mujer a voz en grito en unos almacenes madrileños hace alrededor de cuarenta y cinco años dirigida a un actor indio llamado Kabir Bedi. Éste, había protagonizado una serie televisiva de éxito, Sandokán, basada en una novela de Emilio Salgari, donde incorporaba la figura de un pirata justiciero del sudeste asiático, que se emitió por Televisión Española en 1976 obteniendo un récord de audiencia cuando aún no existían las cadenas independientes. Aquel piropo hizo fortuna y luego otras admiradoras lo utilizaron también dirigidos a ídolos del cine o la música. Kabir Bedi, primer destinatario de aquel apasionado piropo, era guapo y atlético galán con la piel entre morena y aceitunada dada su procedencia. Había nacido en 1946 y vino a España en varias ocasiones.
En la primera de sus visitas le entrevisté en un festival de música de Mallorca, adonde acudió invitado. No tenía relación alguna con el certamen, pues nunca cantó. Ahora bien, era un personaje muy popular. Simpático, amable, de aire tranquilo, me concedió más de media hora de charla, comenzando por hablarme de sus orígenes: "Mi padre es budista, utiliza sus poderes psíquicos, tiene visiones y cura a muchos enfermos. Y eso sin saber medicina. Acuden a él los que ya están desahuciados. No cobra dinero, pero los donativos que recibe los destina a una institución".
La familia de Kabir Bedi luchó por la independencia de la India. A él lo encerraron en la cárcel durante quince años. Tras Sandokán era un ídolo en toda Europa. En otro viaje posterior, ya en Madrid, volví a saludarlo, con ocasión del estreno cinematográfico de El corsario negro. Llevaba barba y bigote, comentándome que así se sentía muy cómodo. Había roto con su última compañera, la actriz Parveen Dusan, una socióloga británica veintinueve años más joven que él. Un decenio después se casó con ella. Que yo sepa, su última esposa. Se había divorciado ya tres veces.
La primera de sus mujeres era una bailarina clásica india, Protima Gupta, con la que tuvo dos hijos, uno de los cuáles, Sidhart, se suicidó en los Estados Unidos. Protima sufrió tal desconsuelo que inició un peregrinaje al monte sagrado Kailash, muriendo en esa escalada al Himalaya sepultada bajo un alud. La segunda esposa de Kabir fue la diseñadora británica Susan Humphreys, con quien se desposó en 1978. Vino luego su tercera boda, con una locutora angloindia, Nikki Moolgaoker. Finalmente, la cuarta fue, como decíamos, Parveen Dusan.
El actor se consideraba filósofo. En el cine encontró su medio de vida y alcanzó éxitos en series norteamericanas, caso de Dinastía. También apareció como el villano Gobinda en Octopussy, de 1983, de la saga de James Bond, entonces junto a Roger Moore.
A España vino otra vez en 2016 para recibir la Espiga de Honor del Festival de Cine de Valladolid. Entre nosotros se encontraba muy a gusto; me decía que las mujeres españolas eran muy apasionadas: "Una vez tuve que abandonar rápidamente unos almacenes, adonde había acudido para firmar autógrafos porque un grupo de ellas me perseguían, me tiraban incluso de los pelos de mi barba".
Kabir Bedi se asentó definitivamente en la India, su país, integrándose en el llamado Bollywood, donde se ruedan películas como quien hace rosquillas. Más de sesenta lleva protagonizadas nuestro amigo. Que ha publicado sus memorias contando sus peripecias. Lo de "¡queremos un hijo tuyo!" no lo ha olvidado.