Llevan casados veinte años, han pasado por una crisis conyugal pero ahora están más unidos que nunca. Él es un galán todavía a sus setenta y seis años, Michael Douglas. Y ella, Catherine Zeta-Jones, de cincuenta y uno, considerada entre las actrices más bellas del mundo, viene espaciando sus apariciones en la pantalla "porque estoy cansada de que me den siempre papeles de tía buena".
Michael Douglas estaba casado con Diandra Luker cuando se enamoró de Catherine Zeta-Jones. La había visto en su primera película, La venganza del Zorro y pidió a Antonio Banderas, el protagonista, que se la presentara. Coincidieron en el Festival de Cine Americano de Deauville. Frente a frente, Michael, sin dejar de mirarla, le espetó: "Quiero ser el padre de tus hijos". Ella pegó un respingo y le dio la espalda. Douglas se dio cuenta que había metido la pata. Le envió varios ramos de flores. Era el año 1998. Compartieron varias citas. Él la invitó a pasar unas románticas vacaciones en su espectacular mansión de Mallorca. Hasta que el 18 de noviembre del año 2000 se dieron el "sí, quiero".
Catherine nació en Gales. Su padre trabajaba en una fábrica de golosinas y su madre era modista. Ya de pequeña le gustaba actuar. Sus padres la registraron en una escuela de danza. En el colegio fue la protagonista de Annie. Con quince años se mudó a Londres. Consiguió algunos papeles teatrales y en series de televisión. Tenía dieciocho años cuando tuvo que someterse a una operación de traqueotomía. Estuvo a punto de perder la vida. Le quedó para siempre una cicatriz en el cuello, que ella disimula aún con maquillajes apropiados. Ya recuperada, dio el salto a Hollywood en su deseo de convertirse en estrella de cine.
Cuando conoció a Michael Douglas ya había pasado por el duro trance de las jovencitas que son acosadas por gentes del cine con la añagaza de ofrecerles un contrato. Catherine asegura que nunca cayó en las redes de quienes se aprovechan de tales aspirantes. Y ya al saberse en los estudios de rodaje que era la nueva novia de Douglas, nadie la importunó: "A él le agradezco que no tuviera problemas en ese sentido".
La belleza y fotogenia de Catherine Zeta-Jones (que debe sus apellidos a los de sus dos abuelas) fueron decisivas para que después de La máscara del Zorro -donde hizo muy buena amistad con Antonio Banderas- la contrataran en La trampa, con Sean Connery, en 1999, luego en Traffic, en 2000 y en Chicago, 2002, cuyo trabajo le proporcionó un Oscar a la mejor actriz de reparto. Los musicales como este último citado han sido siempre sus preferidos.
Treinta y un años tenía cuando contrajo matrimonio con Michael Douglas. Tuvieron dos hijos, Dylan y Carys. También ella tuvo que hacerse cargo en temporadas del hijo de Michael tuvo con su anterior esposa, que fue a la cárcel por su relación con las drogas. Todo marchaba bien en la pareja. Pero en agosto de 2013 se separaron. La noticia sorprendió en el mundillo cinematográfico, donde eran tenidos como un ejemplar matrimonio. ¿Qué ocurrió? Catherine acusaba un comportamiento extraño que Michael no acertaba a comprender. Hasta que fue ingresada en una clínica donde le diagnosticaron un trastorno bipolar. Transcurridos cuatro meses ambos se reconciliaban en enero de 2014 y se dice acudieron a una sinagoga mallorquina para renovar sus votos de casamiento. Los veinticinco años de diferencia entre los dos nunca han sido motivos de ningún tipo de disidencia.
Michael y Catherine son ricos. Poseen valiosas propiedades. En Gales (adonde ella viaja con frecuencia para ver a su madre), Los Ángeles, Vancouver… Acaban de vender su lujosa residencia en Nueva York, que simulaba ser un castillo del siglo XII en Central Park West, que les ha reportado veintiún millones y medio de dólares. También quería Michael deshacerse de su mansión mallorquina, que perteneciera al archiduque Luís Salvador de Austria. Pretendía obtener cincuenta millones de dólares, luego rebajó la oferta a treinta, pero al no encontrar comprador fiable ha decidido quedársela. Muchos veranos los disfruta con Catherine y los chicos. Suelen dar alguna fiesta, a la que se suman personajes de la isla.
La actividad cinematográfica de ambos ha descendido. Y como no están acuciados ni por dinero ni por mantener su prestigio de actores, vigilan sus respectivos negocios. El de Catherine consiste en una empresa de productos de belleza. Durante los meses de confinamiento, la familia ha estado muy unida. Y Catherine intervino en una serie, Prodigal son, en el personaje de una enloquecida doctora.