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Françoise Hardy, enferma de cáncer, quiere morir

Françoise Hardy padece un cáncer terminal de faringe que le causa un horrible sufrimiento.

Françoise Hardy padece un cáncer terminal de faringe que le causa un horrible sufrimiento.
Françoise Hardy | Cordon Press

Françoise Hardy se muere. Es duro anticiparse en un artículo a la llegada de la Parca. Pero ella misma es consciente de que su fin se acerca. La cantante francesa que en 1962 dio a conocer en todo el mundo una pegadiza canción, "Tous les garçons et les filles" (Todos los chicos y chicas) padece un cáncer terminal que le fue diagnosticado en 2004. Desde entonces sigue luchando. Le afecta a su laringe. El sufrimiento es inmenso. Tiene setenta y siete años y, separada de su marido, el actor-cantante Jacques Dutronc, se apoya en su hijo Thomas en tan dramáticos momentos.

A comienzos de los años 60 sucedió en la música francesa un cambio sustancial con la aparición de jóvenes cantantes, algunos de los cuáles se agruparon en torno a la revista Salut les copains. Creo recordar que su periodicidad era quincenal y recogía los movimientos de ese grupo, razón por la que en cada número aparecían siempre los mismos. El único cambio sucedía en la portada. Françoise Hardy era una de esas habituales intérpretes. Aquella canción mencionada, "Todos los chicos y chicas", fue número 1 en las listas de muchos países. Visitó Madrid y tuve la suerte de sentarme a su izquierda y mantener una conversación. Breve, porque hablaba poco. Me pareció una chica tímida, solitaria y algo sosita. "Sí, soy muy simple", me dijo. La melancolía de su habitual carácter parecía ser el argumento de su repertorio. Tuvo otros éxitos, pero en España ya no.

Había estudiado algún curso de Ciencias Políticas y Literatura en la Sorbona. Le habían regalado una guitarra y empezó a componer canciones, que ella misma interpretaba. Su éxito fue inmediato en esos años en los que muchachas como ellas eran etiquetadas "ye-yés". Inconformistas unas, intrascendentes otras, pero significaban un aire nuevo, fresco respecto a lo que años atrás se escuchaba.

Françoise Hardy fue modelo fotográfica del modista español afincado en París Paco Rabanne, con sus colecciones de vestidos metálicos, confeccionados a base de tiras de aluminio. Rodó algunas películas: "Un castillo de Suecia", con guión de Françoise Sagan; "¿Qué tal, Pussycat?", "Grand Prix"… La imagen de ella seguía siendo por lo general, triste, como si siempre estuviera ausente.

Quien mejor captó la mirada de Françoise Hardy fue Jean-Marie Perier, fotógrafo de la revista Salut les copains. Un buen retratista. Se enamoraron y vivieron juntos varias temporadas. En su caso ocurrió lo que tantas veces en las novelas románticas. Perier presentó un día a Françoise al actor-cantante Jacques Dutronc. Y aunque el fotógrafo siguió siendo buen amigo de Françoise, ésta terminó casándose con Dutronc en 1981. Desde entonces figuraron ser una pareja muy unida, pero aunque continuaran habitando la misma vivienda, se sospecha que dormían en camas separadas. Sólo el hijo de ambos, Thomas, los seguía acercando.

Cuando a Françoise le diagnosticaron su enfermedad fue programando sus actuaciones musicales más espaciadas. En 2018 grabó su último disco, "Personne d´autre". Una especie de testamento musical. De igual modo que tiempo atrás había redactado sus memorias, de título extraño: La desesperación de los simios… y otras bagatelas.

Los últimos años han sido un suplicio para ella, con una desagradable ronquera permanente, dificultades respiratorias, sangrado por sus fosas nasales… Hablar le ha venido suponiendo un considerable esfuerzo. No es extraño que cuando la entrevistaron no hace mucho en una revista francesa, pronunciara esta frase: "No tengo miedo a morir sino a sufrir". Insiste en que desea que le apliquen la eutanasia. Y recuerda que su madre pasó por un trance parecido y acabó por pedir ese mismo procedimiento para irse de este mundo. Es triste escribir todo esto, cuando en España se ha aprobado la ley de eutanasia que a los católicos nos sume en un irremediable dolor, existiendo razonables remedios paliativos. Es muy duro, sí.

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