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Tico Medina, el periodista de raza al que solo jubiló la muerte

Recordamos la figura de Tico Medina, legendario periodista fallecido a los 87 años.

Crónica Rosa: Muere el periodista Tico Medina

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Recordamos la figura de Tico Medina, legendario periodista fallecido a los 87 años.
Tico Medina con los Reyes y las Infantas en los 60. | Gtres

Pertenecía el fallecido Escolástico (Tico) Medina a la magnífica escuela de reporteros del diario Pueblo de los años 60, a la que se incorporó procedente de Granada, su ciudad natal, donde ya había velado sus primeras armas en Ideal, cuando sólo era un aprendiz de periodista. Ya en Madrid, matriculado en la Escuela de Periodismo, vivió una cierta bohemia. Se contaba que siendo colaborador del diario "Informaciones" lo recogía muchos días una acaudalada dama en su llamativo automóvil, el "haiga" que aún se conocía así. Y cuando los reporteros de la época malvivían en pensiones, Tico se postulaba como un privilegiado que alquilaba un piso de categoría, incapaz de pagarlo, por otra parte. Esa es la leyenda que le acompañó cierto tiempo entre sus colegas.

Chismes aparte, Tico Medina se convirtió junto a Felipe Navarro (Yale) en un entrevistador pionero en los primeros programas de actualidad de una incipiente Televisión Española, en los pequeños estudios del paseo de La Habana. Ambos reporteros crearon un programa, La silla eléctrica, por el que desfilaban personajes diversos, sometidos a un audaz cuestionario, a veces desvergonzado. A Luís Mariano le preguntaban, por ejemplo, qué podía contar sobre sus "experiencias culinarias". De aquella etapa Tico Medina seleccionó unas cuantas entrevistas que reunió en un divertido libro.

Vinculado sobre todo al vespertino Pueblo, Tico protagonizó un singular reportaje: veinticuatro horas controlado por un médico tras haber probado una de las primeras drogas que azotaban a nuestra juventud. En ese tiempo él iba escribiendo sus sensaciones, sometido claro está a la influencia de unas pastillas prohibidas. El director de Pueblo, Emilio Romero, había aprobado aquella decisión de Tico. Que en su labor profesional entrevistaría a cuantos personajes de oro tuvo a tiro. Por ejemplo se desplazó a Cuba, y contó cómo vivían en Sierra Maestra los revolucionarios barbudos que, a las órdenes de Fidel Castro esperaban el momento de bajar a la capital caribeña para acabar con el régimen de Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959. Sabido es que el padre de Fidel era gallego. Tico le llevó unas viandas entre ellas un queso de tetilla, que Castro recibió emocionado. Tico no fue el único en conseguir aquella exclusiva. En honor a la verdad, mi recordado amigo Antonio D. Olano ya lo había conseguido con anterioridad.

Exclusivas muy personales de Tico Medina nos darían para un libro. Él contaba cómo en un viaje del Papa Pablo VI consiguió acercarse a él lo máximo posible y en el lago Tiberiades el Pontífice se apoyó en un hombro del periodista, para no perder el equilibrio.

En Informaciones publicó diariamente una serie de crónicas viajeras por toda España, rescatando lugares y gentes. Siempre utilizó un lenguaje trufado de cierto barroquismo, metáforas que procedían sin duda de lecturas granadinas de su paisano Federico García Lorca. Esa fue siempre su marca, el estilo de sus reportajes: cientos, miles de ellos. En las entrevistas acentuaba su mirada en el entorno de cada personaje, ya sin la acidez de tiempos pretéritos. Fue uno de los primeros biógrafos, por ejemplo, de la Duquesa de Alba. Luego, en tiempos más cercanos, convino con Julio Iglesias en pasar unos días en su mansión de Miami para publicar una biografía bien adornada de adjetivos. Tenía en su pensamiento escribir otra sobre "Manolete", y firmó uno de los muchos libros que existen acerca del legendario torero de Córdoba.

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Con Ortega Cano en 2008. | Gtres

Estuvo Tico Medina muy cerca de los toreros. Y cuando un desharrapado Manuel Benítez aún no se había revelado como un hito en la fiesta brava, se conocieron a través del descubridor del diestro de Palma del Río, "El Pipo". Se citaron en una cervecería cercana a Sol y Tico aceptó el envite de escribir un guión cinematográfico que protagonizó aquel primerizo Cordobés: Aprendiendo a morir. Era el año 1962, cuando Manuel Benítez iniciaba su carrera en los ruedos. Lo que hizo Tico Medina fue mezclar historias inventadas y otras reales para concebir un argumento taquillero. No sería la primera vez que hiciera de guionista de la pantalla; también repitió en una película de su buen amigo Manuel Summers: La niña de luto. La joven que en puertas de casarse tenía que retrasar la boda más de una vez por la inesperada muerte de un pariente. Era la visión de una Andalucía asociada a supersticiones de antaño.

Tico pasó por la redacción de ABC. Y también por la ¡Hola!. En la biografía de nuestro admirado colega hay un dato poco conocido: durante un año dirigió un diario de Albacete. Y siempre mantuvo colaboraciones en la radio y la televisión, amén de sus libros, cerca de la treintena. Febril periodista que hasta hace pocos meses aún prestaba su voz y sus comentarios al programa de la Cope mañanera, al igual que iba una vez por semana a Sevilla para otra tertulia de Canal Sur. A dos de sus cuatro hijos transmitió su pasión por el periodismo. Porque Tico Medina ha sido hasta el final un periodista de raza, un auténtico maestro, estrella sin duda de una profesión de la que en su caso sólo jubila la muerte.

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