Nacida en Tetúan el 18 de junio de 1941, María Teresa Campos alcanza esta venerable edad alejada momentáneamente de las televisiones como presentadora, aunque por su entusiasmo planea continuar ante las cámaras. Pendiente está de reanudarse su último programa, La Campos móvil, del que sólo se emitió uno, entrevistando por las calles de Madrid a la reciente Presidenta de la Comunidad.
Su llegada al mundo en aquella capital del Protectorado Español fue casual, porque su padre, director de unos laboratorios farmacéuticos, había sido trasladado a Marruecos. Ya con un año de vida la futura locutora estaba en Málaga con su familia. Siempre se ha considerado oriunda de esa ciudad andaluza, que es donde inició su escalada desde una emisora local hasta consagrarse en Madrid en otras de ámbito nacional y, posteriormente, en cadenas de televisión, alcanzando su estrellato en la pequeña pantalla. Estuvo matriculada en Málaga en la Facultad de Filosofía y Letras, quiso estudiar Periodismo, lo que nunca hizo. Aunque su intenso trabajo posteriormente en programas informativos y como entrevistadora puedan ser para ella razones para considerarse periodista.
Por conocida su biografía profesional, con éxitos como chica Hermida en un programa matinal junto al desaparecido presentador onubense y ya como directora y presentadora de Día a día, ¡Qué tiempo tan feliz! y ¡Viva la vida!, entre los espacios que más dinero y popularidad le depararon, creemos más conveniente ceñirnos aquí a su historia sentimental.
Diecisiete años tenía Mari Tere cuando se echó novio, Ignacio, en tanto hacía sus pinitos radiofónicos, lo que a éste no le hacía ni pizca de gracia, al punto de que tras un año de relaciones la puso entre la espada y la pared: "O la radio… o yo". Y Mari Tere eligió lo primero, Los celos de Ignacio habían precipitado la ruptura. Y como una mancha de mora con otra nueva se quita lo sustituyó por un locutor malagueño de nombre José María Borrego Doblas, con el que estuvo casada diecisiete años, desde los veintitrés, hasta que ella lo dejó. También era un tipo celoso, incapaz de comprender las ambiciones de ella, cada vez más decidida a triunfar como locutora, pero no sólo local sino trasladándose a Madrid para intentar ese salto a la fama de cualquier profesional. "Mi matrimonio no había sido muy feliz. Estaba marcado en buena medida por la mala información sexual y ese tipo de cuestiones. Mi primera satisfacción como mujer la tuve con casi cuarenta años. A partir de esa edad es cuando empecé a vivir plenamente mi sexualidad como mujer. He pagado un precio altísimo por ello".
Si María Teresa Campos confesaba eso en su libro de memorias, significa que no había sido feliz en la cama con ningún hombre hasta 1981. A pesar de haber dado a luz dos hijas, Terelu y Carmen. Pero José María Borrego no fue para ella una buena elección como marido. Ya estaba ella radicada en Madrid siendo legalmente todavía esposa del citado. "Nunca le pude decir que me quería separar legalmente, porque eso no era posible. Así es que, bueno, vivíamos una situación de hecho, que no de derecho". A Borrego le sentó "a cuerno quemado" la decisión de su esposa de marcharse a Madrid. Me consta que sufrió mucho, por confidencias que me hizo un colaborador suyo de la radio. María Teresa confesaba sentirse satisfecha de haber compartido con José María siete años de novios y diecisiete de casados. "Mis hijas y yo no queríamos hacerle daño… Pero creía que ya había dado suficiente y que tenía derecho a vivir la vida, mi vida".
En esa situación, María Teresa en Madrid y José María Borrego en Málaga, aunque se veían de cuando en cuando, él la amenazó así: "Yo lo que tengo que hacer es quitarme de en medio". Tenía en el armario una pistola escondida. Fatalmente la utilizó cuando ella ya llevaba tres años y medio trabajando en Madrid. En la noche del 23 de julio de 1984 la llamaron por teléfono a casa: "Tu marido se ha pegado un tiro". Al escuchar aquel dramático mensaje se fue por los pasillos golpeándose la cabeza. Intentó que sus hijas comprendieran aquel suicidio, pero no; ambas adoraban a su padre. María Teresa confesaba tener la conciencia tranquila en el sentido de que, en cuarenta años, había sido fiel a su esposo.
Y la vida siguió para María Teresa, compartiendo éxitos radiofónicos y televisivos con amores esporádicos. Como el que vivió con un compañero de las ondas que, al cabo de un año de relaciones, la dejó por una jovencita del equipo de ella, engolosinándola con un puesto en Andalucía. Otro ligue fue con el director de una conocida revista de información política, que tampoco acabó como María Teresa quería. En cuestiones del corazón ya se sabe que donde menos se piensa, salta la liebre. Y cierto día, trasladándose hacia Prado del Rey, a los estudios de radio y televisión, tuvo una avería en el coche. Acertó a detenerse un arquitecto vasco de agradable aspecto y cabellos encanecidos, La ayudó en ese trance automovilístico, esperando que llegara la grúa. Doce años duraría su relación, aunque intermitente porque él, Félix Arechavaleta, vivía distante de Madrid, a seiscientos kilómetros. Aunque hacían lo posible por verse. Se separaron cordialmente. Cinco años más tarde, en 2006, Arechavaleta falleció. "Fue como un padre para mis hijas", comentó ella al enterarse.
Habitual en cócteles y fiestas, María Teresa Campos disfrutaba de su popularidad con la llegada del nuevo siglo. Un año le duró su romance con un elegante empresario sevillano, gerente del Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla, Felipe Maestro, de bigote y cabellos cenicientos. Y dos años fueron los que la relacionaron sentimentalmente con un periodista ocho años menor que ella, atractivo colega, divorciado, que respondía al nombre de José María Hijarrubia. No llegaba María Teresa Campos a sostener más de dos años cualquiera de sus romances. El que vivió seguidamente fue con el químico Santiago García, al que le apetecía mucho llevarla en moto. No llegaron ni a los doce meses de arrumacos y vida íntima. Él se quejaba de que ella no quería casarse. Y María Teresa parecía negarlo, sintiéndose algo afligida y sin una pareja duradera. Dos meses después se desquitaba con un abogado argentino, Gustavo Manilow. Tampoco esta historia supuso mucho para la presentadora, con su salud entonces quebradiza. Ya había sufrido en 1998 un cáncer de garganta Y de cáncer de mama moriría su hermana Araceli en 2015, lo que supuso para María Teresa un duro golpe.
Transcurrieron cinco años y, que sepamos, María Teresa vivía en su casoplón de Aravaca, con la presencia habitual de sus hijas, a las que siempre ayudó, y ya sin ganas de volver a enamorarse. Septuagenaria, deseaba centrarse sólo en su quehacer en Telecinco. Y de pronto, una tarde de 2014, apareció en pantalla entrevistando a Bigote Arrocet, el cómico chileno otrora muy popular en España. Entre ambos, sobre todo por la insistencia de éste, surgió una apasionada relación, que duró cinco años, rota abruptamente en 2019. En ese quinquenio, Edmundo, que así se llama él, no hay duda que se benefició publicitariamente de su convivencia con María Teresa. Pues no es que se fuera a vivir al lujoso chalé de ella, a cuerpo y mantel, con chófer en la puerta: es que además recibió interesantes ofertas de trabajo. Y de allí, el que le proporcionó la cadena Telecinco para el programa "Sálvame", con su correspondiente contraprestación económica. Y, de la noche a la mañana, nos enteramos de que Bigote se "había dado el piro" dejando a María Teresa "más sola que la una". ¿Hubo por parte de él una carta explicando su inesperado adiós? ¿O fue un WhatsApp, modo ahora habitual para comunicarse? Desde luego no dando la cara, ni siquiera mediante una conversación vía telefónica. Cuando dos personas rompen un idilio se ignoran las causas y cada cuál cuenta la feria a su manera. Pero sin meternos en la intimidad de ambos, a primera vista, el comportamiento de Bigote no nos parece muy caballeroso que digamos. Se pensó que él le había pedido dinero y ella se negó. Una hija del cómico, Gabriela, asegura que su padre no hizo tal cosa y pide a la presentadora y sobre todo a sus hijas, a las que insulta, que dejen en paz a su progenitor. El que, por cierto, ya ha anunciado que contará en su momento qué pasó entre él y María Teresa Campos.
La carrera profesional de María Teresa Campos y su vida, entre luces y sombras, nos merece un total respeto. La felicitamos en su ochenta aniversario. Y como quiere seguir tan apasionada como siempre en su profesión ¿por qué no si todavía tiene facultades para ello? Cierto es que su paso por El Hormiguero hace unas semanas tuvo comentarios de mal gusto en las redes sociales. ¿Es que en España una actividad como la suya, ajena a la jubilación laboral de otras profesiones, no la puede seguir ejerciendo alguien como ella, con su impresionante historial?