Leyendas abundan sobre el arte de rejuvenecer, como la de aquel erudito alemán, Fausto, que vendió su alma al diablo o la del cuadro del joven que recreó Óscar Wilde en el Retrato de Dorian Gray. Hoy en día no hay nada más que hojear cualquier revista femenina para obtener a través de sus anuncios una abundante exhibición de novedades que harán soñar a las mujeres en busca del elixir eterno. Los hay para caballeros, por supuesto. Y en ese mundo del "glamour", la moda y la belleza sigue destacando desde hace más de medio siglo una dama sevillana que, a sus setenta y ocho años cumplidos el pasado dos de abril, exhibe una fascinante elegancia unida a su atractiva figura: Nati Abascal.
La importante editorial Rizzoli italiana ha publicado recientemente un volumen titulado Nati Abascal, la eterna musa, profusamente ilustrado con una cuidada selección fotográfica de nuestra compatriota. Allí encontramos diferentes pasajes de su vida, exhibiendo modelos, donde se refleja el transcurso del tiempo, los vestidos de ayer y de hoy. Aunque hace tiempo que por las pasarelas internacionales desfilan cotizadas "top models" españolas, no existe un precedente como el de Nati Abascal y ese homenaje editorial de Rizzoli.
Apasionante es recordar pasajes de la vida de esta sevillana que con solo veintiún años desfilaba en la Feria de Nueva York con modelos de Elio Berhanyer. Donde llamó la atención del fotógrafo Richard Avedon, quien le posibilitó aparecer en muchas páginas de la revista Harper´s Bazaar. A partir de entonces Nati Abascal fue un icono de la moda española, musa de otros dos grandes modistas, Óscar de la Renta y Valentino. Woody Allen le dio un papelito en Bananas, en 1971 y el 14 de julio de ese mismo año Playboy la retrataba en cueros, envuelta en un mantón de Manila, mostrando unos espectaculares pechos. Un piloto escocés se enamoró de ella, casándose en ese movido para ella 1971, divorciándose en 1975. Poco después, con muchos experiencias vividas en Estados Unidos, artísticas y amorosas, volvió a su Sevilla natal donde se reencontró con un amigo de la infancia, Rafael Medina Fernández de Córdoba, duque de Feria.
La relación entre ambos fue intensa. Rafael informó a su familia de su deseo de contraer matrimonio con Nati Abascal. La respuesta fue negativa. Hasta el palacio de los Duques de Medinaceli había llegado un ejemplar de aquel número de Playboy. El clan aristocrático de los Medinaceli era muy cerrado en cuanto a sus costumbres, no en vano figuraba en la historia del Gotha europeo con un rango privilegiado, con acumulación de títulos de nobleza incluso superior en muchos aspectos a la familia de los Alba. Enterada por el propio Rafael de esa decisión, Nati Abascal le dijo a su prometido: "¿Es que vas a tolerar que los tuyos se opongan a nuestra boda, o no me quieres o no te atreves a dar ese paso?" Y Rafael Medina, pleno de orgullo le contestó que sí, que se casarían. Lo hicieron el 14 de julio de 1977 en la ermita del Rocío. Al año siguiente nació su primogénito, Rafael, y en 1980 el segundo y último, Luís.
La vida del matrimonio transcurrió aparentemente feliz. Nati Abascal se apartó momentáneamente de sus desfiles, dedicada a su marido y sus hijos, en una vivienda de Rafael cercana al palacio de los Medinaceli, sus padres, con quienes Nati mantuvo una relación más bien distante por parte de ellos. Mediada la década de los 80 la pareja dio muestras de enfriamiento. Nati volvía a sus fiestas, a sus antiguos amigos del mundo de la moda. Y al Duque de Feria nada de eso le gustaba. La muerte de su padre le produjo una comprensible depresión, pues estaba muy unido a él y compartían la dirección de una fábrica de curtidos de piel y su industria. A partir de entonces, y comprobando que cada vez se entendía menos con Nati, entró en una peligrosa senda de la que nunca pudo salir. Se pulió cien millones de pesetas de la herencia paterna en bebidas y drogas, frecuentando los más cutres locales del puterío sevillano. Peor fue cuando lo acusaron de pedofilia. Seguí aquel caso, publicando un reportaje sobre una drogadicta que permitía que su hija de cinco años estuviera junto al Duque en un apartamento de su propiedad, probándole ropitas que le regalaba. No quise entrar en más detalles. A partir de tal reportaje, el Ministerio del Interior determinó que las imágenes de los menores de edad, si se daban a la publicidad, debían ser pixeladas. No es para mí motivo alguno de orgullo profesional contar ese episodio, de alguna manera histórico en la prensa española.
Los duques de Feria se separaron, obtuvieron el divorcio pero Rafael Medina inició los oportunos trámites, ayudado por sus amistades y abogados cercanos a la Sagrada Rota para obtener la nulidad de su matrimonio y quedarse con la custodia de sus dos hijos. Su conducta con algunas niñas lo llevarían a la cárcel. A poco de cumplir su condena, murió. Tuvo tiempo permaneciendo entre rejas de escribir unas memorias que al final quedaron inéditas. No obstante, él o alguien de su entorno las filtró. Y así supimos que antes de casarse no estaba enamorado de Nati, pero sí cautivado por su físico. Y en ese escrito llegó a confesar que el día de su boda se tomó un par de whiskies antes de escuchar la epístola de San Pablo.
Nati Abascal, despojada ya de su título nobiliario, hubo de afrontar unos años muy difíciles. Envió a sus hijos a un colegio de Inglaterra y ella se asentó en Madrid y, poco a poco, fue rehaciendo su vida. La ayudaron entre otros Óscar de la Renta y Valentino. La revista ¡Hola! la tuvo en nómina hasta hace pocos meses, pagándole generosamente sus trabajos, que consistían en asesorar a los personajes que contactaba para que aparecieran en las páginas de esa publicación. Lo más importante es la educación que continuó dándoles a sus hijos, hoy empresarios de fortuna, guapos y elegantes, que no han dado escándalo alguno. Tampoco Nati, aunque cometió un error al aceptar ser compañera ocasional de un ya bastante maduro Ramón Mendoza, presidente del Real Madrid. No llegó al año su romance, que acabó en 1989 con la espantada del empresario de los cabellos blancos, que aducía no comprender el comportamiento de su amante, gastando dinero a espuertas para comprar vestidos a troche y moche y ocuparse de carísimas sesiones de tratamientos de belleza.
Porque, eso sí: para esta mujer considerada entre las más elegantes del mundo, ocuparse día a día de su cuerpo sigue siendo la más importante de sus obligaciones. Entre potingues, cremas, perfumes, "liftings", "botox", cirugía facial de cuando en cuando y ahora tratamiento por láser para rejuvenecer su piel, transcurren muchas horas. Y cuando Nati Abascal aparece en cualquier sitio, da la campanada. El mundo a sus pies. Porque llama la atención inmediatamente con su físico espectacular. Todo ello requiere, como es lógico, sobre todo tiempo. Que lo dedica a estar siempre bella.
Después del chasco vividos con Mendoza, para ella un tipo avaro y desconsiderado, tuvo un breve flirt con Manolo March. Se pasaron unos días en Nueva York entre locuras sexuales, apasionadas noches, pero sin que después prolongaran aquel inesperado romance. Después, no se le han conocido a Nati Abascal otras relaciones sentimentales.
Viajes, compromisos sociales, negocios que atiende acerca de la moda y los perfumes que le permiten llevar siempre un elevado ritmo de vida, llenan el día a día de esta mujer sensacional que, en el trato cercano, es simpatiquísima. Se lleva de maravilla, de lo que doy fe, con los periodistas. En vísperas de la boda de Carlos, el primogénito de la Duquesa de Alba, recuerdo que a cuatro informadores que nos encontramos con Nati en Sevilla, nos invitó a su casa, mostrándose tal cual es: sencilla, a pesar de su fama, y divertida. Ha desechado escribir sus memorias o aceptar un documental sobre su vida. Contar los muchos secretos que recuerda los guarda para sí. Su vida ha sido de vértigo. Y no ha abdicado de continuar mientras pueda seguir paso a paso cuanto se mueve alrededor del mundo de la moda y sus personajes más influyentes.