En la madrugada del 1 de agosto de 1980 se produjo un doble crimen, que ha pasado a la historia de la crónica negra española: el de los marqueses de Urquijo. Transcurridos ya casi cuarenta y un años del suceso, aún existen muchas dudas acerca de la persona que cometió aquella tragedia familiar. Sólo se condenó al ex-yerno de los marqueses, Rafael Escobedo, quien acabó muerto en el penal del Dueso en extrañas circunstancias. Varios fueron los sospechosos, algunos detenidos, un fugado de la justicia. En cuanto a los hijos de los marqueses, herederos de la fortuna de sus padres, tuvieron vidas muy diferentes, Juan, beneficiado con un par de títulos nobiliarios, millonario en la actualidad, y Miriam, con suerte adversa, en sus matrimonios y en los negocios que emprendió, aunque ya repuesta en parte de su ruina.
Madrugada del 1 de agosto de aquel 1980 ya citado. En el chalé situado en el Camino Viejo de Húmera, número 27, urbanización madrileña de Somosaguas, aparecieron asesinados los marqueses de Urquijo, propietarios del inmueble. La investigación policial dio como resultado saber que a Manuel de la Sierra y Torres le descerrajaron un tiro en la nuca. El matrimonio hacía tiempo que dormía separado. Al escuchar el disparo, María Lourdes de Urquijo y Morenés se despertó en la habitación contigua y en pocos segundos perdía la vida con dos disparos de pistola en la yugular y en la boca.
Cuando más tarde los servidores de los marqueses se encontraron con sus cadáveres recibieron la orden del administrador, Diego Martínez Herrera, de proceder al lavado con agua caliente de aquellos cuerpos sin vida. Algo que complicó la investigación posterior del suceso. A partir de entonces, con la llegada de miembros policiales e informadores, se inició la que iba a ser una historia llena de misterios, aún sin aclarar del todo, acerca de todo lo que ocurrió aquella noche.
El sumario del caso se creyó siempre defectuoso, con lagunas que en su momento no se investigaron lo suficiente. Cinco personas se cree estaban presentes en el chalé de los marqueses en el momento en que fueron asesinados. La pregunta obligada siempre fue ésta: pero ¿quién o quiénes fueron los autores del crimen, en singular o en plural, claro está? Se sabe que en ese quinteto había una mujer, al encontrarse en el lugar de los hechos trozos de cabellos femeninos. Y el que sin duda asimismo se hallaba presente fue Rafael Escobedo Alday, que sería como ya dijimos el único condenado, acusado de ser el asesino. Serias dudas, conforme fue avanzando el tiempo, lo señalaron como un chivo expiatorio, inocente en aquellas muertes.
Rafael Escobedo, nacido en 1955, era de carácter algo apocado, muy sensible, físicamente atractivo, que se enamoró de Miriam de la Sierra, la primogénita de los marqueses, un año mayor que él. No tenía un oficio conocido y el marqués de Urquijo desaprobó aquella relación sentimental. Pero en tantos casos similares se impuso el amor impetuoso de la pareja y desde luego la decisión indeclinable de la novia, joven ya de mucho carácter, que desobedeciendo la petición de su progenitor para que descartase aquel desposorio, contrajo enlace matrimonial con Rafi, como ella lo llamaba. Fue el 21 de junio de 1978. Alrededor de la pareja surgieron los inevitables comentarios, acerca de ese novio sin posibles que había "dado un braguetazo". Los de mayor edad recordaban que también el marqués de la Sierra había sabido elegir por esposa a la afortunada marquesa de Urquijo, descendiente de una rica familia de banqueros.
Como los recién casados "no tenían ni un duro" se fueron a vivir al chalé de los suegros, en Somosaguas, a una veintena de kilómetros del centro de Madrid. Al marqués cada vez le desagradaba más sentarse en la misma mesa del comedor junto a su joven yerno. La tensión familiar estaba servida y probablemente con la ayuda de su madre, la marquesa, Miriam y Rafi alquilaron un piso en la calle de Orense. Pasaron por un periodo de necesidades económicas. Recuérdese que los marqueses de Urquijo eran millonarios. A los pocos meses Rafi y Miriam ya no eran los mismos y discutían al dos por tres. Enterado el marqués, frotándose las manos, hizo las gestiones posibles para que el matrimonio de su hija quedara declarado nulo. El siguiente paso fue ya la separación y el divorcio que Miriam solicitó en abril de 1983, obteniéndolo en noviembre de ese mismo año. Resulta que su convivencia hacía tiempo que se había apagado. Y ya en 1979, apenas un año después de su boda con Rafi, Miriam se acostaba con el estadounidense Richard Dennis Rew, al que se identificaba siempre en la prensa rosa como "Dick, el americano".
Montaron una empresa de bisutería y detergentes, contrajeron unión civil en julio de 1986, tuvieron dos hijos y acabaron divorciándose; él pasó a convivir seguidamente con otra mujer en tanto Miriam, desolada, emprendía una serie de negocios que casi la arruinaron. Se paseó por las televisiones contando sus cuitas, imagino que al menos algunas para sacar provecho e ir tirando como fuera. Se rehizo económica y anímicamente mucho tiempo más tarde tras asociarse con el ex piloto de origen paquistaní Bash Bokhari, con quien contrajo el tercer matrimonio de su ajetreada vida y fundó una empresa, Todo lo contrario que su hermano Juan que, aun siendo menor que ella, heredó dos títulos, el principal: sexto marqués de Urquijo. Si su hermana perdió buena parte de la herencia en sus complicados negocios, en cambio Juan continuó con sus inversiones bancarias y prósperas empresas que lo han mantenido hasta el día de hoy en inmejorable posición económica. Si la fortuna le favoreció en ese sentido, no la tuvo en su boda con Rocío Caruncho Fontela. Les nacieron tres hijos. Mas al final aquel enlace se deshizo.
Volvamos hacia atrás para desenredar, siquiera superficialmente, la trama de aquel asesinato de los marqueses. Ni qué decir que corrieron ríos de tinta, como antes se decía, en los medios escritos, y en las tertulias de radio y luego la televisión. El mayordomo de los marqueses, de irreprimibles ademanes y atiplada voz, se convertía en una especie de portavoz del servicio de la casa de los marqueses. El administrador, en cambio, callaba. La policía proseguía sus investigaciones. Hallaron en una finca manchega del padre de Rafi Escobedo doscientos casquillos de pistola, supuestamente similares a los empleados para matar a los marqueses. Se especuló que acaso Rafi protegía a su padre. Los casquillos desaparecieron. Se siguieron otras pistas. Pesquisas para encontrar la pistola que pudo dispararse aquella noche trágica. La arrojó Javier Anastasio de Espona al pantano de San Juan. Éste, declaró que se la había dado su amigo Rafi Escobedo. Era una "Star" calibre 22, Long Rifle. Sin explicaciones plausibles aquella pistola no fue nunca hallada. Como también desaparecieron del juzgado que entendía el caso la declaración jurada del principal sospechoso, Rafael Escobedo.
Javier Anastasio fue detenido en 1983. ¿Fue una de las cinco personas que estuvo la noche de los asesinatos en el chalé de los marqueses?. Cuando iban a juzgarlo se fugó y ha estado treinta años fuera de España, en Brasil y algún otro lugar. Con el supuesto delito prescrito volvió hace alrededor de dos años a Madrid, donde se casó y creó una familia. Seguía negando ser el asesino. Mas seguro que sabe todo lo que rodeó a la muerte de los marqueses. Se especula que cuando se fugó, contó con la ayuda policial. Al parecer, era un testigo incómodo. Un amigo suyo, Mauricio López-Roberts y Melgar, marqués de Torrehermosa, fue detenido y condenado a diez años de cárcel por haber prestado a Javier Anastasio veinticinco mil pesetas que le pidió prestadas para huir de España.
Con anterioridad a esos hechos, el principal sospechoso, Rafael Escobedo quedó detenido el 8 de abril de 1981. Al día siguiente, su amigo Javier Anastasio y el administrador de los marqueses de Urquijo viajaron a Londres para entrevistarse con el hijo de éstos, Juan. ¿Qué motivo los llevó a ese encuentro? Misterio también. ¿Asuntos de negocios bancarios? Posiblemente.
Durante el juicio, Rafael Escobedo defendió siempre su inocencia. Acusó a su amigo Javier Anastasio. Pero la justicia, aunque aplicara el asesinato supuestamente cometido por él, señalaba que fue "solo o en compañía de otros". Estos "otros" nunca se supo quiénes pudieron ser como probables asesinos o implicados directamente en aquellas muertes. Uno o varios que planearon el crimen, como autores intelectuales, que se dice. Y que a lo mejor, entre tantas conjeturas como se han venido realizando durante estas últimas cuatro décadas pudieron contratar a algún asesino, o asesinos, a sueldo.
Cincuenta y tres años le cayeron a Rafael Escobedo Alday de condena en el penal norteño de El Dueso. Hasta allí llegó, con micrófonos y cámara, Jesús Quintero, que a la sazón dirigía y presentaba su primer programa de televisión, El perro verde. Escobedo le había escrito a Jesús para que hiciera algo en su defensa. Y le confesó, entre otras cosas, lo siguiente: "Me encuentro en una situación desesperada… Si en el plazo de cinco días después de la emisión de este programa no me conceden lo que me corresponde, voy a suicidarme..." Rafi contó que se había declarado culpable "porque me obligaron, porque pensé que nunca me podrían condenar puesto que era inocente". Pocas fechas después de emitirse aquella espeluznante entrevista, Rafael Escobedo apareció supuestamente ahorcado en su celda. Y decimos a proposito "supuestamente", colgado con unas sábanas en la ventana, porque en la autopsia se dictaminó que había restos de cianuro en sus pulmones. Se deduce que alguien lo envenenó y después lo colgó, ya muerto.
Todo cuanto han leído, un embrollo para contar las peripecias de unos y otros, ha sido miles de veces contado, cada autor a su manera, en medios de comunicación y en varios libros. Y además se estrenó una película y un telefilme recreando el doble asesinato. Queda meridianamente claro que hubo errores en las investigaciones pertinentes. Que el caso esté, o no, cerrado ya definitivamente, como así parece, no se resolvió del todo, salvo la condena a Rafael Escobedo. Su trágica muerte da la impresión que ayuda a sostener que hubo una conspiración nunca aclarada. Una trama financiera. El marqués de Urquijo se oponía enérgicamente a la fusión del Banco Urquijo con el Hispano-Americano. Que pudo realizarse ya cuando el marqués y su esposa habían sido asesinados.