70 años de Ana Belén, medio siglo unida a Víctor Manuel
Cumple 70 años Ana Belén, cuya ingente actividad e irreprimible genio no ha menguado en absoluto.
Ana Belén, que cumple 70 años este 27 de mayo, constituye un caso singular en la vida artística española, al aunar su condición de excelente actriz de cine y teatro con la de magnífica intérprete musical, de muy variados géneros. Toda su ingente actividad la ha compartido con su papel de esposa y madre sin que se haya resentido ninguna. Mérito de una mujer trabajadora, responsable, nada complaciente con los periodistas que han querido hurgar en su intimidad, a quienes se ha enfrentado siempre con su irreprimible genio. En cualquier caso, ese carácter fuerte, enérgico no le resta un ápice de brillantez como artista, al contrario, ni tampoco su radicalidad en cuestiones ideológicas.
Ya es sabido que se llama María del Pilar Cuesta Acosta, perteneciente a una familia modesta residente en la madrileña calle del Oso, a espaldas de la Ribera de Curtidores, eje del popular Rastro, edificio en el que su madre oficiaba de portera; el progenitor era cocinero en el Hotel Palace. La vena musical de María del Pilar le viene de ellos, que cantaban muy bien, ella coplas de la época y él folclore segoviano, su tierra. No es extraño que animaran a la niña a presentarse a los concursos radiofónicos, entonces en boga, en las emisoras más populares: Radio Madrid, Radio Intercontinental y Radio España, en espacios animados por Bobby Deglané, Ángel de Echenique, Ernesto Lacalle, Juan de Toro, José Luís Pécker… ¡Qué grandes locutores! La futura Ana Belén competía con otros aspirantes de su edad, o algo mayores como Raphael y Rocío Dúrcal. Poco antes surgieron los niños prodigio, como Joselito y luego Marisol. No es extraño que si destacaba algún intérprete infantil en las ondas radiofónicas fuese contratado por alguna productora cinematográfica. Que es lo que le sucedió a María del Pilar Cuesta cuando en 1964, contando trece años, la eligieran para rodar cuatro películas repletas de canciones, de las que sólo protagonizó una, Zampo y yo, nada menos que junto a Fernando Rey. El personaje que interpretaba en un ambiente circense se llamaba Ana Belén, seudónimo que ella adoptaría para su futuro artístico.
Ana Belén nunca pretendió ser actriz; decía que quería ser artista, simplemente. Y lo que más le gustaba era cantar: conocía el repertorio de los antes mencionados Joselito y Marisol. Sus estudios fueron básicos. Y dado que su debut ante las cámaras no la satisfizo aceptó la sugerencia del director entonces del teatro Español de Madrid, Miguel Narros, para pisar por vez primera un escenario, nada menos que ese importante coliseo, con la obra Numancia, de Cervantes. Esos principios teatrales le auguraban un brillante futuro, siguiendo a partir de entonces las enseñanzas de Narros, cuyo magisterio le sería fundamental, así como la amistad y consejos de dos veteranas actrices: Berta Riaza y Julieta Serrano. Narros, que también era responsable del Tem (Teatro-Estudio de Madrid) la incluyó en su elenco para recorrer España representando obras clásicas. Y ya no reapareció en las pantallas hasta que en 1970 se estrenó la que iba a ser la primera de otras interesantes apuestas cinematográficas: Españolas en París, argumento muy realista sobre las chicas au-pair que se iban a trabajar a Francia, mejoraban su estatus laboral enfrentándose también a dramas personales. En cuanto a su carrera musical, de la que sólo teníamos referencias por la banda sonora de Zampo y yo, canciones que Ana Belén siempre ha denostado, la reanudó con su siguiente álbum, Tierra, fechado en 1973. La voz de Ana Belén ya era cautivadora, pero en honor a la verdad su primer éxito tardó en aparecer, su versión de "La muralla", en 1976, con versos del poeta Nicolás Guillén. Y aunque pecó de panfletaria en un cántico a Julián Grimáu, líder comunista condenado a muerte, llegaría el que puede considerarse arranque personal de ella como popular cantante, tema que no ha dejado de interpretar hasta el momento, titulado en griego "Agapimú", o amor mío. Dejamos ese breve resumen de sus primeros pasos en cine, teatro y discos para ocuparnos de su vida personal.
No ha contado nunca Ana Belén, celosa al máximo de su intimidad, los novietes que tuvo en sus años de adolescencia y juventud, algunos surgidos de su trato con actores. Ninguno se conoce públicamente hasta que apareció Víctor Manuel en su vida. El cantautor asturiano ya era muy conocido a principios de los años 70 cuando se quedó impresionado de la belleza de Ana Belén, contemplándola en el vestíbulo de un hotel de La Coruña: él estaba de gira en un espectáculo compartido con Julio Iglesias y ella asimismo de tournée representando Sabor a miel. Los presentó una veterana actriz de esa compañía teatral, Trini Alonso. Testigo, se encontraba Julio Iglesias, que medio en broma, comentó que él sí sabía quién era Ana Belén, pues le hubiera gustado que fuera su novia en la película La vida sigue igual, pero ella rechazó la oferta, que luego sí aceptó Charo López. Resulta que aquel día coruñés Víctor Manuel y Ana Belén sabían que, meses más tarde, iban a coincidir en el rodaje de la película Morbo, dirigida por el asturiano Gonzalo Suárez, y después otra más, al año siguiente, 1972, Al diablo con amor. Dos experimentos cinematográficos que resultaron fallidos, para la crítica y para las taquillas. Lo más interesante de esa unión artística de Ana y Víctor es que se enamoraron. Y desde luego, a tenor de la experiencia, él desistió en adelante de ser actor, para lo que Dios no le había otorgado condiciones.
Víctor Manuel fue muy sincero con Ana Belén. Le contó que había tenido varias novias: una chica de Mieres, su pueblo, otra de Oviedo, que de familia rica apenas le hizo caso presionada por los suyos, historia que él plasmó en una de sus primeras baladas, y más tarde, de gira por Chile ya un amor más asentado que rompió al conocer a Ana Belén, a la que nunca, dicho sea de paso, llamaría por su nombre de pila. Y tras una breve convivencia, animados por unos amigos, optaron por casarse civilmente. Celebrar entonces esa ceremonia en España resultaba complicado. Entre otras condiciones debían declarar su apostasía, aun siendo católicos no practicantes. Por ello resolvieron marcharse a Gibraltar donde un juez, ante la fotografía de Isabel II en su despacho, los unió en matrimonio no canónico. Que no lo ratificaron luego, por las aducidas razones, en ninguna estancia judicial española. Aquello acaeció el 13 de junio de 1972. Luego, si es que no han cambiado de opinión sobre su estado legal civil, llevan cuarenta y nueve años solteros, para la ley española, naturalmente. Lo que nunca les ha preocupado. Juntos y felices, han tenido dos hijos y ahora, que yo recuerde, tres nietos. Abuelos aún relativamente jóvenes, que en su prolongada convivencia no han protagonizado escándalo alguno de envergadura.
Su máxima preocupación a la hora de educar a David y a Marina es hacerles ver que, aunque sus padres sean muy populares, ellos no tienen por qué alardear de nada. La lucha permanente, sobre todo de Ana, por proteger a sus retoños ante la insistente persecución de los "paparazzi" hace tiempo que terminó. Físicamente, a David lo reconocen poco por la calle: es compositor, músico, toca de vez en cuando con la banda que acompaña a sus padres e interpretó junto a su madre una versión de Cuéntame para la introducción de la serie televisiva. En cuando a Marina Sánchez, ha demostrado que los genes que lleva la han convertido en una notable actriz, de lo que dejó huellas en varios capítulos del pasado de la serie Amar es para siempre.
La vida familiar es compartida por Ana Belén y Víctor Manuel con muy buenos y pocos amigos. Uno de ellos es José Luís García Sánchez, director de cine, casado con Rosa León. Con él, Víctor Manuel se asoció para fundar una productora cinematográfica. La segunda película, última hasta la fecha de Isabel Pantoja, la rodó con esa productora, contra la que la sevillana sostuvo un juicio, creyendo que la habían engañado económicamente a la hora de establecer las ganancias. El asunto les enfrentó, pero al final Isabel Pantoja no consiguió sus propósitos. Los negocios de Víctor Manuel ha sabido diversificarlos y tiene un patrimonio elevado al que lógicamente ha contribuido Ana Belén con sus películas y obras teatrales, amén de las giras musicales que la pareja suele programar cada dos temporadas.
Ahora mismo Ana Belén representa en los teatros donde le es posible la comedia dramática Eva contra Eva, adaptación escénica de la conocida película Eva al desnudo, que protagonizó la mítica Bette Davis. El montaje lo ha dirigido otra actriz relevante, la catalana Silvia Munt. Y esta misma semana ha aparecido una colección de cuatro cedés con el título Ana Belén 70, que recopila sus setenta mejores canciones, una por año, como es patente. En próximas semanas Ana Belén tiene por delante un serio compromiso también teatral, en el Festival de Teatro de Almagro: Antonio y Cleopatra. No le arredra la apuesta a la gran actriz, pues recuerda que, con quince años, dirigida por su inolvidable Miguel Narros, ya estrenó una versión shakespeariana de El rey Lear. La verdad es que su vitalidad es extraordinaria.
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