El movimiento en Estados Unidos conocido como MeToo acerca de mujeres que vienen confesando abusos y violaciones probablemente sea la razón del por qué la actriz Kim Novak haya decidido recientemente declarar en las páginas del diario británico The Guardian cómo varios jóvenes la atacaron violentamente. "Fui violada en el asiento trasero de un coche".
Ese tipo de declaraciones no se producían, por lo general, en los medios de comunicación de ningún país hasta tiempos recientes. Ellas tenían miedo, reparo, pudor para confiarse ante un periodista. Tampoco había publicaciones decididas a divulgarlas. Un tema vidrioso que viene siendo objeto de frecuentes alegatos femeninos. Desgraciadamente casos así se repiten constantemente. Desde luego no con celebridades como protagonistas. En los medios cinematográficos, musicales, artísticos de todo tipo siempre se ha sospechado que determinados famosos lograron auparse al estrellato, tanto ellas como ellos (menos) cediendo en cuestiones sexuales. Sólo que hasta el llamado asunto Weinstein, el todopoderoso productor norteamericano, destapado hace algo más de dos años, nadie lo contaba.
Imagino que muchos de cuantos nos leen tienen referencias al menos de quién fue Kim Novak, un sex symbol de finales de los años 50 y los 60 protagonista de Vértigo junto a James Stewart, considerada una de las mejores películas de la historia, filmada por Alfred Hitchcock, con un final que ningún espectador podía adivinar. Con Stewart volvió a emparejarse en Me enamoré de una bruja. William Holden la tuvo también en sus brazos en Pic-Nic. Y Sinatra en Pal Joey.
No era de cabellos rubios pero Hitchcock le sugirió que se tiñera así el pelo. Resultaba más "sexy", según su criterio. Las rubias, aunque fueran "de bote", al menos en aquellos años 50, parece ser que despertaban entre los varones una mayor sensualidad. Pero es que Kim Novak sabía mirar a las cámaras, de una manera intrigante. El cine siempre le había interesado desde jovencita, al que llegó en 1954 tras unas temporadas como modelo, recalando en Hollywood, donde con su escultural figura llamó la atención de un agente cazatalentos, que le propició su debut en la pantalla.
Llamada Marilyn Pauline Novak, hija de padres checos, cumplió ochenta y ocho años el pasado 13 de febrero. Trabajó muy jovencita como ascensorista, empleada en un comercio y asistente de un dentista. Ya destacaba por su llamativo físico. Y es cuando unos jovenzuelos la violaron dentro del coche de uno de ellos, lo que puede suponerse significó un trauma para la futura actriz, que tardó años en superar. Por si fuera poco, Kim sufriría trastornos de personalidad, lo que se conoce con el término bipolar.
Nada creemos tiene eso que ver con su historial amoroso, que como el de tantas y tantas estrellas cinematográficas la llevó a vivir idilios que no estabilizaron su vida. Por la que pasaron hombres importantes como el príncipe Ali Khan, Frank Sinatra, y el bisexual Cary Grant… Sufrió mucho cuando el máximo responsable de los estudios Columbia le prohibió tajantemente que siguiera saliendo con Sammy Davis Jr., el conocido cantante, sólo porque era negro. Y se vio obligada a romper con él, pues de otro modo su carrera en el cine hubiera terminado de mala manera.
Se casó con el director de cine Richard Johnson en 1965 pero el matrimonio apenas duró un año. Otro año duró su romance con el galán Michael Brandon, a partir de 1973. Hasta que en 1976 encontró una persona comprensiva que supo darle el cariño y seguridad que tanto precisaba la actriz: el veterinario Robert Malloy. La boda se celebró en 1976 y desde entonces Kim Novak supo lo que era verdaderamente un hogar, aunque la pareja no tendría descendencia.
En la segunda mitad de los años 70 la cotización de Kim Novak había descendido y aunque ella aún no había dejado el cine, otras actrices más jóvenes se disputaban el estrellato. No obstante en 1979 intervino en una película, Just a Gígoló, con un trío protagonista poco usual, al lado de la veterana Marlene Dietrich y el cantante inglés David Bowie. Su adiós a la gran pantalla sucedió un año más tarde con uno de esos filmes de nombres de un ayer dorado, El espejo roto, con argumento basado en una novela de Agatha Christie: Elizabeth Taylor, Rock Hudson, Tony Curtis… Ya estaba Kim Novak algo desencantada de Hollywood y únicamente aceptó intervenir en una serie de televisión de gran audiencia, Falcon Crest. Y ya se retiró, tranquila, al rancho de Oregón, rodeado de caballos, junto a su marido. Éste, falleció en diciembre del pasado año. Desolada, recordándolo, pintó un retrato del doctor Robert Malloy, "para comunicarme con él". Es una de las imágenes que figuran en el libro Kim Novak: her art and life, junto a otras reproducciones pictóricas realizadas por la actriz. A raíz de su publicación hace pocas semanas, es cuando tomó la decisión de aceptar la entrevista que mencionábamos al principio, donde contaba aquella desagradable agresión sexual.