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Cuatro de las cinco mujeres del barón Thyssen lo engañaron

Se cumple el centenario del barón Thyssen, un hombre que triunfó pero que solo encontró la felicidad conyugal con Tita Cervera.

Se cumple el centenario del barón Thyssen, un hombre que triunfó pero que solo encontró la felicidad conyugal con Tita Cervera.
El barón con Fiona Thyssen | Cordon Press

Se ha cumplido estos días pasados el centenario del barón Thyssen. Un hombre de mundo, que triunfó como empresario, se hizo multimillonario, invirtió buena parte de su inmensa fortuna en cuadros de famosos pintores pero que en su vida íntima no pudo evitar que cuatro de sus cinco mujeres lo engañaran. Sólo la quinta y última, nuestra compatriota Carmen Cervera, supo hacerle feliz.

A comienzos de los pasados años 90 José Luís de Vilallonga recibió el encargo de la baronesa Thyssen de que escribiera las memorias de su marido. Tomaba un taxi a las puertas de su piso alquilado en el madrileño paseo de la Castellana, esquina a María de Molina, como percibí un día, para trasladarse muy de mañana hasta la mansión del matrimonio y allí, en el despacho del barón, iniciaba su tarea, recabándole datos sobre su vida. Una experiencia desafortunada pues a las pocas semanas, menos de un mes, Vilallonga fue despedido, naturalmente bien indemnizado. Contaría luego que le era imposible sostener un diálogo coherente con el coleccionista aristócrata, del que decía estaba bajo los efectos etílicos de la noche anterior. Lo cierto es que no hubo química entre ellos, que se dice finamente cuando dos tarifan. El año 2014 aparecieron las memorias, dictadas a un antiguo sacerdote que, luego de colgar los hábitos, se dedicó al periodismo en la agencia Efe y en la revista ¡Hola!, el asturiano José Antonio Olivar. De aquel libro, Yo, el barón Thyssen, su viuda diría que reflejaba una vida "tan dulce unas veces, tal difícil otras y tan apasionante". Desde luego un juicio superficial pero que reflejaba en tan breve frase lo que fue la existencia de Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, familiarmente llamado Heini. Me referiré únicamente aquí a condensar lo que fueron sus cinco matrimonios.

Corría el año 1946 cuando el barón matrimonió por primera vez con una princesa austríaca, María Teresa de Lippe. Lo de ese título aristocrático era una farsa para quienes son ortodoxos defensores del Gotha europeo: familias que aún dentro de la nobleza ostentan desde hace siglos un rango que no está reconocido en las monarquías europeas. Pero lucen, quedan bien. En principio, aquella boda era de las llamadas "de conveniencia". La princesa resulta que coronó al barón con unos lustrosos cuernos, encamándose encima con el marido de su hermana. Había alumbrado un niño, Georg Heinrich. En sus memorias, el barón tenía dudas sobre si la paternidad era suya… o del cuñado de María Teresa. Aparte de infiel, María Teresa de Lippe era una inaguantable señora, con unos humos que el barón no tragaba. Insolente y dictadora, metomentodo, que estaba en las reuniones hablando siempre de la herencia que pudiera corresponderle. Lógicamente Heini en 1954 se separó. Moriría en 2008, seis años después que él. En cuanto al hijo, Georg, se convertiría andando el tiempo en el responsable del "trust" financiero que fundó su supuesto, aunque legal progenitor.

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Con Nina Dyer | Cordon Press

La verdad es que el barón Thyssen tenía buen ojos para los negocios y la adquisición de obras de arte, pero poca vista para elegir esposas. La segunda fue la modelo inglesa de ascendencia india, Nina Dyer, con quien se casó en 1954 poco después de conocerla en París en una fiesta. Ingenuo, le pidió que dejara a su novio, el actor Christian Marquand; ella le dijo que lo haría, pero por supuesto siguió viéndose a escondidas con el galán. Esta nueva señora Thyssen era una auténtica locaza, que armaba sus buenos escándalos con sus constantes excentricidades. La más extrema fue la de pedirle al barón que le regalara unas panteras negras. Por supuesto, domesticadas. Y allá que va Heini, enamoradísimo de la susodicha Nina y le regala el obsequio que le pedía. La pareja se alojaba en carísimos hoteles… junto a las panteras. No sé qué establecimientos serían, porque cualquier otro cliente que se tropezara con aquellos Thyssen de la mano de tales fieras, por muy domesticadas que estuvieran, pondría en seguida los pies en polvorosa. No acababa ahí la cosa. Es que, al atardecer, la señora Thyssen obligaba al señor Thyssen que saliera a pasear las panteras por el Bois de Boulogne, él la complacía, aunque teniendo que escuchar denuestros e imprecaciones de cuantos paseantes se cruzaban con él. La cosa terminaría mal y en 1956 cortaron por lo sano su relación. Nada contrita, Nina Dyer cazó al príncipe Saddrudin, hermano del Aga Khan, hasta que a sus treinta y seis años tomó un día una suficiente cantidad de barbitúricos para irse al otro mundo. Sin las panteras negras, desde luego, que imagino de parte del barón fueron alojadas en algún circo.

No acababa de sentirse libre cuando cayó en las redes amatorias de otra belleza llamada Fiona Campbell-Walter, modelo anglo-escocesa. El deporte de la nieve los unió en las heladas pistas de Saint-Moritz. Como las dos esposas anteriores del barón, Fiona no se fijó demasiado en el físico de Heini: más bien se enteró de los millones que amasaba, virtud que la animó a casarse con él, segura como las otras que, si se divorciaba, se llevaría un buen pellizco de la fortuna de aquel caballero. Fiona estaba acostumbrada a posar para las portadas de Vogue, había vivido a su manera, lejos de la disciplina militar de su padre. Nacida en 1932, tenía once años menos que su marido. Era la constante de las esposas del barón, todas mucho más jóvenes, algo que uno comparte. No iba encima a emparejarse con quienes carecieran de atractivo. Tonto del todo no era en esa cualidad donjuanesca. Fiona dio a Heini dos hijos, Francesca y Lorne. La primera es en la actualidad muy activa en la Fundación Thyssen, que después de una prolongada enemistad con Carmen Cervera, firmaron la pipa de la paz. Esta vez el matrimonio del barón duró ocho años, hasta finalizar en divorcio en 1964. Fiona Campbell no dejó de aparecer en las revistas de moda y del corazón, sobre todo a raiz de su relación con el hijo de Aristóteles Onassis, que tenía quince años menos que ella, Alex, que moriría en trágico accidente pilotando un avión, dejando a su padre sin heredero, como había programado. De escándalo en escándalo la rubia Fiona se comprometió con un señor norteamericano y cuando éste ya se las prometía felices en la cama con su conquista, ella lo dejó por un director de cine, al que asimismo dejó plantado. Buena pieza esta señora con apellido de sopicaldo.

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Con Denise Shorto | Cordon Press

No hay dos sin tres, se había dicho Heini al casarse con Fiona. Pero al producirse su nuevo fracaso amoroso, insistió en el refrán, que sería no hay tres sin cuatro. La nueva baronesa iba a ser una brasileña de nombre Denise Shorto, que era veinte años más joven. Fue la que más quebraderos de cabeza le supuso, teniendo en cuenta que en sus anteriores tres divorcios todo se solucionó más o menos civilizadamente, tras generosas compensaciones económicas con sus "ex". La tal Denisa conoció al millonario en un viaje que hizo a Suiza, cuando era una simple estudiante. Al barón le deslumbró y en pocos meses la convirtió en su cuarta esposa. Cometería Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza un error de pardillo: no firmaron separación de bienes. No sabemos lo que aportaba ella, pero él… un montón de millones. Y a ello se aferraría la avispada Denise cuando se cansó de "aquel hombre tan mayor", con el que a pesar de todo vivió noches de lujuria, hasta dar a luz un chico al que bautizaron como Alexander. Oficialmente fueron marido y mujer desde 1967 hasta 1985 pero la verdad es que no estuvieron bajo el mismo techo tantos años. Por un lado, Denise lo coronó al mantener relaciones con el play-boy italiano Franco Rapetti. Pero es que resultó que, por su parte él antes de firmar el divorcio con su cuarta esposa, ya se encamaba con Carmen Cervera, que había hecho aparición en su vida y le hacía tilín. En fin, para no hacer larga esta historia, que duró unos cuantos años de disputas entre abogados de ambas partes, el barón aceptó pagarle quince mil millones de pesetas, algo así como la décima parte de su fortuna, pasando por alto su acusación de que se había apropiado de un montón de joyas, algunas de las cuáles Denise se avino a devolverle. Carísimo le resultó este cuarto enlace al barón, más que los otros tres.

Finalmente, Carmen Cervera acertó a conocerlo en un crucero en la isla de Cerdeña. Y escribo acertó en su doble definición académica. Porque en la primera mitad de los años 80 estaba sin un duro. Con un hijo cuya paternidad no hizo entonces pública, pero que algunos periodistas conocíamos. Su boda en Nueva York con el vivales de Espartaco Santoni no tuvo valor legal, al haber éste cometido delito de bigamia, pues seguía casado con Tere Velázquez, aunque separado. Y Heini fue para la barcelonesa la ocasión soñada para encarar su vida en adelante, sin problemas. Los dos se beneficiaban: mucho más Carmen, como se supone. Como así fue. Semanas antes de su boda me desplacé a Londres para entrevistar a los novios. Con la mejor de sus sonrisas y no menos aplomo, Carmen me dijo: "Yo me caso muy enamorada y no por dinero". La boda la celebraron en el castillo de Daylesford en 1985. Henry Ford fue el padrino. Al cabo de cierto tiempo el barón reconoció como hijo adoptivo a Borja, el que la nueva baronesa había tenido fruto de sus amores con un publicista, Manuel Segura, a quien más adelante identificó como padre biológico del niño, que tantos problemas ha causado a su madre tras casarse con Blanca Cuesta, aunque a estas alturas de la película las aguas estén más calmadas en la familia.

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Con Tita Cervera | Archivo

Los barones Thyssen fueron felices. Carmen se esforzó al máximo en ello. Puede decirse que fue la única mujer que hizo dichoso a Heini. Todo un caballero. Hablaba poco, por lo general. Creo que no llegó casi nunca a expresarse en español. Lo hacía en inglés, por lo común, aunque se manejara en otras lenguas. Les gustaba vivir la noche. Coincidí con ellos en el rincón privado de una discreta discoteca. Estaban muy animados . Los acompañé en un brindis. La verdad es que el barón se pasaba con las libaciones. Su salud empezó a quebrarse a partir de los años 90, cuando en París lo trataron de un aneurisma y una arteria renal. Años después pasó por unos problemas cardíacos. En 1994 sufrió una apoplejía y tuvo medio cuerpo paralizado. Aparecía fotografiado con un pañuelo de seda sujetado al cuello que le servía de apoyo a uno de sus brazos. Sus males fueron agudizándose en tanto sus hijos se peleaban por su herencia. Carmen haría el milagro, hasta donde pudo, de defender el legado de los Thyssen, con la Paz de Basilea familiar, consiguiendo que buena parte de la colección de su marido quedara en Madrid en el Museo que lleva el apellido de Heini. Quien falleció en 2002, a los ochenta y un años en San Felíu de Guíxols. Sus restos reposan en el castillo de Landsberg (Alemania). Fue sin duda un gran hombre.

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