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El amor imposible de Marisa Paredes fue Fernando Fernán Gómez

Marisa Paredes, que cumple 75 este 3 de abril, permanece alejada de los escenarios y las pantallas.

Marisa Paredes, que cumple 75 este 3 de abril, permanece alejada de los escenarios y las pantallas.
Marisa Paredes. | Gtres

Setenta y cinco años cumple Marisa Paredes este 3 de abril, sábado. Años que no representa. Conserva un físico notable y representa menos primaveras de las que tiene. Elegante, de aire señorial en muchas de sus películas, con una voz sugestiva, muy personal y fácil de identificarla. Sus orígenes fueron humildes, lo que nunca ha olvidado, manera de que nunca se le haya subido el gran éxito a la cabeza, el que logró con el estreno de Tacones lejanos. Mujer discreta en su vida íntima, que ha sabido sortear la curiosidad periodística; al punto de que únicamente se le conocen dos amores: silenció el nombre de quien estuvo prendada cierto tiempo, aunque no fuera correspondida y su relación sólo fue amistosa y, para ella, platónica. Porque él, Fernando Fernán-Gómez, nunca quiso comprometerse con Marisa.

Eran finales de los años 60, primeros de los 70. Salían juntos algunas noches. Frecuentaban un club, ·"Always", situado entre la Puerta del Sol y la Plaza Mayor madrileña, centro de encuentros de gentes de la farándula, porque sus propietarios eran colegas, el valenciano Luís Morris (que moriría pronto) y la catalana Aurora Juliá, conocida como Mónica Randall. Iban a estrenos, viajaban juntos, pero procuraban no llamar la atención de los reporteros del corazón. Marisa Paredes consideraba a Fernando como su "Pygmalión", del que tanto aprendía por sus muchos saberes, su culta conversación. Y sí, para ella estar a su lado era "vivir un amor inmenso". Si fueron o no a la cama alguna vez es algo que ocultaron. Hasta que el gran actor, en la primera mitad de los años 70, encontró a la que iba a ser su última mujer, Emma Cohen, su compañera del alma, con la que matrimonió cuando él enfermó gravemente. Marisa, se quedó otra vez sola. Porque, en el fondo, es lo que siempre ha sido: incapaz de casarse con nadie. Con amores y amoríos que le duraban poco tiempo y de los que jamás quiso dar detalles a nadie.

Hija de Petra, la portera de la casa número 3 de la madrileña plaza de Santa Ana, y de Lucio, modesto empleado en la fábrica de cervezas El Águila. Un hogar con sólo dos habitaciones compartidas por seis personas, los progenitores y cuatro hijos. De niña, Marisa Paredes cruzaba frente al teatro Español y ya soñaba con ser artista. En la adolescencia aumentaron esas apetencias, pero en casa faltaba el dinero y tuvo que ponerse a trabajar como aprendiza en un taller de costura. No duró mucho, hasta ingresar en la Escuela de Arte Dramático, ayuna de otros estudios, salvos los de un curso de taquigrafía. No pudo darle el gusto a su progenitor de convertirse en secretaria porque iba a diario a las puertas del teatro de la Zarzuela, para ver si se colaba y obtenía un puesto en el coro. Cierta actriz que la reconoció por su perseverancia le proporcionó unas pruebas, lo que le permitió ser contratada como dama joven en la compañía de la muy ilustre Conchita Montes, con quien representó la comedia Esta noche tampoco. De allí, cuando sólo contaba quince años, su itinerario la llevó a otras funciones teatrales hasta ser habitual en los programas dramáticos de Televisión Española. Eso sucedía mediados los años 60.

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Con Fernando Fernán Gómez en 2001 | Gtres

Marisa Paredes tuvo entre sus primeros amores una relación con el galán José Antonio Mayáns, prometedor actor que de aparecer en fotonovelas terminaría rodando películas eróticas y pornográficas. No se conocen las identidades de otros amantes de Marisa Paredes, que en buen número ella reconoce, negándose a publicar quiénes eran. Lo que no le sería ya fácil de ocultar fueron los seis años que convivió con Antonio Isasi-Isasmendi, brillante director de documentales y de algunas notables películas de corte internacional. Recuerdo haberlos encontrado en Ibiza, donde él tuvo siempre un apartamento, prestándose amablemente a que los fotografiara, entevistándolo también. Padres de María, que hizo la carrera de Bellas Artes y ha intervenido en algunas películas. Separada de Antonio, ya fallecido, Marísa Paredes ha estado siempre muy unida a su hija.

La vida para ella siempre ha sido una especie de aventura desde que con quince años conociera el mar y se enamorara por primera vez. En el cine debutó en 1960 con 091 Policía al habla. Ha intervenido en producciones francesas e italianas, como La vida es bella, tan aclamada, con Roberto Benigni, en 1997. Pero sin duda su filmografía más interesante la tenemos ligada a Pedro Almodóvar, para quien es una de sus actrices fetiche: Entre tinieblas, La flor de mi secreto, Todo sobre mi madre, La piel que habito"y la en principio citada Tacones lejanos, que proporcionó a Marisa Paredes un sello internacional. Convertida allí en Becky del Páramo, con aquel toque "kitchs" y "hollywoodense", quiso ser ella misma la que interpretara el bolero de Agustín Lara "Pienso en mí", pero el realizador manchego se inclinó porque fingiera en "play-back" con la voz de Luz Casal.

Los mayores éxitos de su carrera los obtuvo a mediados de los 60 en televisión y posteriormente en la gran pantalla y el teatro, siendo reconocida en la actualidad como la gran dama de nuestra escena, aunque no la frecuente mucho. Sin ser mitómana, quiso conocer en Venecia a Bernardo Bertolucci, lo consiguió, simpatizaron y parece que tuvieron un romance, de lo que la madrileña tampoco ha querido darnos detalles. Allí, en la ciudad de los canales, es donde entabló también amistad con José María Prado, que fue quien le presentó al responsable de Novecento. Ya en Madrid, quien era por entonces director de la Filmoteca Nacional comenzó a salir (y a entrar) con Marisa Paredes. Muy independientes ambos y cada uno en su casa. Hasta que sin renunciar él a su apartamento en Torres Blancas, convino con la actriz a partir de 1983 en cohabitar primero en un apartamento que Marisa alquiló en el mismo edificio creado por el famoso arquitecto Oteyza, y después en otro piso de ella en el barrio de Justicia. Estas ídas y venidas de una vivienda a otra es algo que, por lo visto, tiene su ángulo excitante para esta pareja. Y sobre todo Marisa Paredes vive así feliz, sin comprometerse a nada y a nadie. Prado continúa siendo su pareja desde hace más de treinta años, pero no se casa con él ni con nadie. Soltera porque quiere.

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