Cuando Jesulín de Ubrique dormía con sus hermanos y sus padres en la misma habitación
Jesulín de Ubrique sigue de actualidad a cuenta de la relación entre Campanario y Esteban.
Jesulín de Ubrique no ha perdido un ápice de popularidad fuera de los ruedos a juzgar por su proyección en programas televisivos y en las revistas rosas, bien sea por sus asuntos familiares o por aparecer como protagonista en la pequeña pantalla, lo que sucederá de nuevo en breve en un programa de Televisión Española, Dos parejas y un destino, embarcado en un viaje a Ibiza junto a Chenoa e Isabel Gemio. No han cesado recientemente, por otra parte, las puyas que se han intercambiado Belén Esteban y María José Campanario, los dos últimos amores que tuvo el diestro hasta casarse con la castellonense. Ha ganado mucho dinero, tiene el futuro asegurado pero nunca ha olvidado cómo fue su infancia y adolescencia cuando la familia Janeiro pasaba hambre, vivía amontonada y estuvieron a punto de arruinarse cuando el padre emprendió un negocio, del que lo salvó Jesulín al decidir ser torero.
La gente conoce episodios sonados de Jesulín de Ubrique siendo ya un matador de toros aclamado sobre todo por las mujeres. Pero tal vez ignore sus duros comienzos, la vida que tuvo siendo niño. Nacido en Ubrique (Cádiz) hace cuarenta y siete años cumplidos el pasado 9 de enero, me contó lo siguiente una tarde, en un hotel de carretera en Extremadura, cuando se vestía para irse a la plaza: "Hasta los diecisiete, yo he vivido en una casa de alquiler con mis padres y mis tres hermanos. Una casa que sólo tenía salón, cocina y una habitación grande donde dormíamos todos. Fíjate lo que voy a decirte, que era yo mayorcito y al vivir así, tan estrechamente, recuerdo haber visto escenas de mis padres en la cama que ya, ya… ¡Vamos, que estaban haciendo el amor! ¡Mis padres…! Tenía que agachar la cabeza y meterla bajo las sábanas...".
Fue a la escuela lo justo. Le tiraba el fútbol jugando de portero en el Ubrique Industrial, categoría regional. Lo hacía bien. Su padre, Humberto, salió de la miseria emprendiendo un negocio como pequeño empresario artístico y taurino. Alquilaba plazas portátiles e iba dando espectáculos. Pero le fue mal y un día no pudo pagar la actuación de Rocío Jurado. Viendo a su progenitor llorando, al borde de la desesperación, Jesulín resolvió hacerse torero, para pagar lo que se le debía a la artista chipionera. Tras su debut como novillero en la plaza de Ronda el 8 de agosto de 1988 la suerte cambió felizmente para los Janeiro. El novillo que le proporcionó entonces su triunfo se llamaba "Ambiciones". Y así bautizaría también a la finca que pudo comprar años después, cuando comenzó a amasar su gran fortuna. "Yo no tenía afición alguna por el toreo –me confesó Jesulín– después de estar jugando al fútbol cinco años con el equipo de mi pueblo, desde al que salté al Cádiz, categoría infantil, porque yo aspiraba a ser como Arconada, como Esnaola, como Buyo y soñar algún día como internacional de la Selección". "Pero por salvar a mi padre, que iba a malvender una pequeña finca y a quedarnos sin nada, decidí ser torero".
Y no ha sido un torero convencional en una profesión que se rige por ritos del pasado. Le dio una temporada por encargar un terno de color amarillo, del que huyen sus compañeros porque trae mal fario. Me dijo que estaba dispuesto a vestirse de negro catafalco, como en los entierros, de lo que al final desistió. Una tarde se subió a lomos de un toro en la plaza de El Bibio, en Gijón. Otra, en Pamplona, introdujo un cuerno de su enemigo en la boca. En su equipaje portaba una herradura que encontró por la calle, que llevaba siete agujeros, en vez de lo corriente, seis u ocho. Y en su mesita de los hoteles donde se vestía colocaba una calavera de cerámica. Cuantos iban a saludarlo salían despavoridos, si eran gente del toro. "No, yo no soy nada supersticioso aunque me enfado si me despierto y veo mi ropa mal colocada o alguien toca mis zapatillas, que son las mismas de hace años igual que una montera vieja, porque la tarde en la que me puse otra me cogió un toro".
Otra de sus excentricidades fue llevar a su finca un tigre recién nacido que le regalaron los de un circo. Lo bautizó como Corrupipi. El animal fue creciendo, conforme iba paseando al aire libre por toda la finca. "Manuel Benítez El Cordobés vino a "Ambiciones" a pasar unos días cuando decidió reaparecer en los ruedos y la noche que llegó el tigre se fue hacia él y Manolo, corriendo, no tuvo más remedio que tirarse vestido a la piscina y el tigre persiguiéndolo detrás. Ya pesaba doscientos kilos y a mí me dio también un susto, así es que me deshice de él".
Lo empezaron a llamar "El torero de las mujeres" porque ofreció cuatro corridas en las que sólo se permitió entrar a las féminas, algunas de las cuáles, las más atrevidas, no se cortaron un pelo cuando recorría el ruedo portando las orejas y el rabo lanzándole sostenes y bragas. Aquello le supuso una mayor notoriedad y espacio en las publicaciones del corazón. Se ligaba a un montón de ellas, allá donde se anunciaba en los carteles. Pero no quería comprometerse con ninguna. Hasta que sí lo hizo en 1995 cuando conoció a la madrileña Belén Esteban. Entre idas y venidas a "Ambiciones" transcurrieron cinco años, tiempo durante el que les nació su hija Andreíta, que ya tiene veintiún años, ve poco a su padre y no quiere saber nada de los reporteros. Se tapa la cara si ve a un fotógrafo que lo intenta. Su madre le ha sacado partido a su condición de "ex" de Jesulín, pues vive hace ya casi dos decenios como tal integrada a la permanente tertulia de chismes en la cadena Telecinco, donde se despacha a gusto de vez en cuando con María José Campanario. La princesa del pueblo no ha olvidado a Jesulín: es una constante en su vida. Lógico al ser padre de su hija. Pero también por otras razones, que a lo mejor ni ella misma sabría explicar. Claro está que de no haberse relacionado con el torero nunca se habría ganado los garbanzos como tertuliana en Sálvame.
Harto sabido es que Belén Esteban, cuando se instaló en Ambiciones "no cayó bien" entre el clan Janeiro. La madre, Carmen Bazán, no simpatizó con su probable nuera e hizo todo lo posible porque su hijo cambiara de novia. Y lo consiguió. Humillada, Belén regresó a los Madriles y aun siguiendo enamorada de Jesulín, tuvo que resignarse a perderlo. Entre tanto en 2001 Jesulín (llamado por cierto así como simpático diminutivo de su nombre, Jesús, aunque en la escuela lo llamaban Jesulí, sin la ene final) se había prendado de una enfermera de Castellón de la Plana. Era María José Campanario. Se corrió la especie de que cuando el torero sufrió un gravísimo accidente de carretera conduciendo su propio vehículo, María José acudió a verlo a la clínica y no lo hizo Belén Esteban, por lo que ésta, supuestamente, perdió la oportunidad de casarse con él. El testimonio de Jesulín invalida esa posibilidad: por entonces ya convivía con María José. Celebraron su boda el 27 de julio de 2002. Y pese a rumores que de vez en cuando aseguran que van a romper su vínculo prevalece la verdad: se quieren y continúan muy unidos cuando ya han cumplido dieciocho años casados. La primogénita, Julia, va a alcanzar su mayoría de edad el próximo 18 de abril en tanto el menor, Jesús Alejandro, tiene trece. Jesulín ha sabido conllevar su vida familiar con la de sus padres y hermanos, a los que ayudó siempre. En un aniversario de María José, Rocío Jurado le cantó al teléfono por bulerías "Cumpleaños feliz". Un regalo que ambos siguen evocando.
Jesulín, con esa vitalidad y gracia que sustentan una personalidad nada común y menos en un torero, no le importó en 1998 acudir invitado para cantar en el Festival de Benidorm con play-back una pieza titulada "Toda, toda, toda", que había grabado previamente en un álbum, que él mismo financió tras pagar una buena cantidad, que él exagera, cifrándola en sesenta millones de pesetas. En todo caso sería la sexta parte, que no era moco de pavo, aunque él nunca pensó recuperarlos como cantante, pero a día de hoy refiere que "Toa, toa, toa", como él pronuncia, se sigue recordando. Otra experiencia suya era aparecer en una película, y Santiago Segura se la proporcionó en la quinta parte de la saga Torrente, rodaje del que recuerda haber pasado un mal rato, entre las muchas horas que transcurrieron mientras esperaba intervenir: "Me dieron tal golpe en mis partes que creía me las habían arrancado. Mi mujer hizo en un rincón de embarazada". Su experiencia cinematográfica ya no quiso continuarla, aunque refiere que la productora de Segura le pagó bien. Ignoraba desde luego que los rodajes son muy pesados y se invierten horas y horas para filmar a lo mejor una secuencia de tres minutos. Siempre le gustó ver películas: "Antes de una corrida yo me entretenía muchas tardes viendo algunas "porno". Me relajaban...".
Un día cualquier en la vida actual de Jesulín de Ubrique transcurre a primera hora de la mañana llevando a su hijo menor al colegio, luego visitando las naves donde tiene su ganado al que cuida dándole de beber. Regresa a casa, almuerza, descansa un poco y monta en bicicleta durante veinte kilómetros, o bien pasea con sus perros. Ello al margen de cuando está con María José y su hija mayor. No se ha retirado del toreo pero como esta temporada está sujeta a la evolución de la pandemia no tiene previsto anunciarse en ninguna plaza. Si lo hiciera, ya sería en las de segunda o tercera categoría, alejado definitivamente de Madrid, Sevilla, Valencia o Bilbao, que es donde en sus buenos tiempos siempre alternaba con las grandes figuras, llegando a ser el diestro que más festejos ha lidiado en una temporada, ciento sesenta y uno, en la de 1995. En la plaza de toros de su pueblo hay un museo a él dedicado y una estatua a la entrada. Es un personaje al que el Ayuntamiento de Ubrique designó "hijo predilecto", porque ha llevado el nombre de la ciudad por todas partes donde ha estado.
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