Fue en El Rastrillo, evento anual celebrado en la Casa de Campo madrileña, de carácter benéfico en favor de los niños sin hogar (este año suspendido por la pandemia) cuando hace unos años, en tanto recorría sus puestos, me detuve un largo cuarto de hora en cierto rincón donde una dama de breve estatura, corte elegante, muy bien peinada, permanecía solitaria, sin que nadie se acercara para interesarse por la mercancía que pretendía despachar: apenas medio centenar de libros usados, dentro de unas vulgares cajas de cartón. Me acerqué, seguro de haber adivinado su identidad, elegí un volumen de evidente segunda mano, fijé mi vista en los ojos brillantes de aquella señora, y le extendí en su mano un euro, el precio de aquella mercancía. Me sonrió, dándome las gracias. No me atreví a cruzar otras palabras con ella, consciente de que no concedía entrevistas y se mostraba desde hacía mucho tiempo muy esquiva con los periodistas. Tras despedirme, aun sostuve la mirada desde lejos y nadie se detenía en aquel limitado espacio donde se encontraba, sin hablar con otras damas de su entorno, que se ocupaban de otras ventas benéficas. Era Isabel Martínez de Perón, expresidenta y exjefe del gobierno de la República Argentina, la primera mujer en alcanzar esos puestos en dicho país y asimismo la primera fémina en el mundo en tan importantes cometidos. Casada con Juan Domingo Perón, de quien enviudaría en 1974. ¡Quién te ha visto y quién te ve!, podría haber sentenciado un argentino de haberla sorprendido allí, tímida, aburrida, sin saber exactamente qué hacía allí, guiada por su buena voluntad de colaborar en una obra española de caridad social.
Escribimos sobre un personaje muy controverttido para los argentinos, a quien habrá aún peronistas que la recuerden con afecto y tal vez muchos más ciudadanos que no olviden su nefasta presidencia, durante la que se cometieron crímenes de lesa humanidad. Puede también que las nuevas generaciones ignoren quién fue y qué representó.
María Estela Martínez Cartas es su nombre completo y luego diremos el porqué de ser conocida como Isabelita. Natural de La Rioja, Argentina, donde vino al mundo el 4 de febrero de 1931 en el hogar muy modesto de un empleado de banca y una ama de casa. La muerte del cabeza de familia significó un revés económico para su viuda. Unos años después, sin que se conozcan muchos detalles al respecto, María Estela fue acogida en el hogar de un peculiar matrimonio que atendía una escuela espiritista. La adoptaron, mientras ella completaba sus estudios y se dedicaba con afán a aprender bailes folclóricos. Así, entró en una compañía de danza hasta convertirse en solista, especializada sobre todo en música regional española.
La convulsa Argentina de mediados del siglo XX, con revueltas militares, había motivado el exilio de Juan Domingo Perón, fundador del Partido Justicialista, que hubo de refugiarse en Panamá. Allí fue a parar la joven bailarina Isabelita Gómez, como se anunciaba en los cabarés donde por entonces actuaba en varios países. Había decidido llamarse artísticamente con tal nombre dada su devoción por Santa Isabel de Portugal, y el apellido de su madre adoptiva. No está muy claro si conoció a Perón en Caracas con anterioridad a ese posterior encuentro en la capital panameña. Y hay algunas fuentes que incluso señalan un primerizo saludo cuando Perón todavía estaba en su residencia presidencial de Los Olivos, en Buenos Aires. Sean dispares las fuentes consultadas acerca de cuándo se vieron por vez primera lo que sí se ha comprobado es que en 1956 ya convivían, él alcanzados los sesenta años y ella con veinticinco. Para quiénes estaban al tanto de ese concubinato, Isabelita era simplemente una cabaretera, que deseaba abandonar su profesión artística, una vez que le pidió a su protector que la tomara, amén de compañera, como secretaria o asistente personal. Cuanto les sucedió después carece de importancia para nosotros, olvidándonos de los intentos de Perón por regresar a Argentina, en su peregrinaje por Panamá, Caracas y Santo Domingo para instalarse en Madrid, con la bendición del general Franco que así se lo permitió, bajo la premisa de que no hiciera ni desarrollara actividad política alguna. Fue una manera de agradecerle cuando España pasaba hambre durante la postguerra y Argentina nos envió toneladas de trigo.
La pareja Juan Domingo Perón e Isabelita se instaló en la exclusiva zona de Puerta de Hierro, en una residencia que les construyeron bautizada con una fecha muy importante para el Partido Justicialista, "17 de octubre", que financió el banquero Jorge Antonio, quien se había enriquecido en Argentina como responsable de la Mercedes Benz. En aquella finca terminaron reposando los restos de Evita, la segunda esposa de Perón, tras un azaroso viaje desde Buenos Aires y Roma, convenientemente embalsamada como se sabe por un eminente especialista de origen español, el doctor Ara. En este último exilio madrileño de los Perón se registró un acontecimiento, el de la boda de la pareja, a instancias de algunas personalidades del régimen franquista, que hicieron observar al general argentino esa conveniencia: no resultaba aceptable que desarrollaran una actividad social haciendo vida marital sin estar casados. La ceremonia tuvo lugar en el domicilio del doctor Flórez Tascón, que era el médico personal de Perón. Muy enamorado, éste llamaba a su flamante esposa Chabela, o Chabelita. Dos abortos tuvo ella durante el matrimonio, puesto en duda por quiénes sostienen que ello resultaba difícil de aceptar, toda vez que el líder argentino no había tenido descendencia, al considerarlo estéril, en sus dos matrimonios anteriores, con Aurelia Tizón y con Evita. Algún periodista argentino aseguraba haber visto informes médicos de la supuesta madre, certificando que, efectivamente, tuvo dos abortos espontáneos.
Años más tarde, en la década de los 70, toda vez que Héctor Cámpora accedió a la presidencia argentina en un rasgo de obediencia y lealtad hacia su líder en el Partido Justicialista, cedió sus poderes a Juan Domingo Perón. Hasta su muerte el 1 de julio de 1974, él volvió a ocupar su puesto en la Casa Rosada, nombrando vicepresidenta a su esposa, Isabelita Martínez, a quien ya pocos llamaban María Estela, su verdadero nombre. Viuda, accedió a los puestos de quien fue su esposo, mandato que ejerció hasta su derrocamiento en 1976. En esos seiscientos y pico días, su Ministro de Bienestar Social, José López Rega, tuvo una gran influencia en las decisiones presidenciales. Decíase que, el motejado como el Brujo, hacía prácticas esotéricas en la Casa Rosada, cerca de Isabelita. Cuando tras un golpe militar el general Jorge Rafael Videla se hizo con el poder, Isabelita fue detenida, confinada en varias estancias, como la Quinta de San Vicente, antigua base naval, donde sufrió toda clase de vejaciones: quisieron raparle el pelo aduciendo que tenía piojos, difamándola de paso con la falsa acusación de que mantenía relaciones sexuales con el encargado de vigilarla. Finalmente, tras cinco años de penalidades, fue liberada. Momento que aprovechó para volver a Madrid, donde ocupó a partir de 1981 la anterior residencia familiar de Puerta de Hierro, desde donde, tras vender aquel chalé "17 de octubre", tan visitado por exiliados o simpatizantes peronistas muchos años, adquirió sucesivamente otras viviendas: una a espaldas de Los Jerónimos, en la calle de Moreto número 3, de la que igualmente se deshizo para irse a vivir en otra de la calle del Padre Damián, y finalmente la definitiva, en el pueblo madrileño de Villanueva de la Cañada, distante treinta kilómetros de la capital.
En esa amplia residencia de la zona norte de Madrid, en pleno campo, rodeada de varias urbanizaciones de alto standing, construcción de tres plantas, ha vivido Isabelita Perón todos estos últimos años. Con una vida social cada vez más reducida, pues si cuando en 1981 se afincó en Madrid cultivó ciertas amistades de la aristocracia y la alta sociedad, cada vez más, conforme cumplía años, prefería estar en casa, recibir a otras damas con las que jugaba a las cartas como habitual ocio. Con una ama de llaves y un chófer a su pleno servicio han ido transcurriendo estos tiempos recientes, apenas sin salir a pie de casa, sólo para ir a la iglesia, atendiendo sus devociones y su actitud piadosa. ¿Arrepentida de su pasado?. Puede. Se dice que venía escribiendo sus recuerdos en una especie de memorias, al parecer sin concluir aún. Tal vez entre otros secretos por ella guardados durante tanto tiempo aclare el contenido de la correspondencia que entrecruzaba con el almirante argentino Emilio Massera, al parecer de contenido sentimental.
Un acontecimiento turbó su vida cuando en 2007 las autoridades argentinas trataron de extraditarla, pero la Audiencia Nacional en España no lo permitió. Precisamente en una de sus visitas a esa institución, sufrió una aparatosa caída que le produjo fractura de cadera. Más adelante también padeció otra, lastimándose en un brazo y en el talón de Aquiles. Tuvo que someterse a ejercicios de rehabilitación, obligada a precisar de una silla de ruedas, lo que desde entonces le causó serios problemas de movimientos.
En Argentina se preguntaban sus conciudadanos de qué vivía en Madrid. Investigaciones de varios periodistas (Julio Lagos, Gustavo Sylvester y otros) dieron con el misterio: una pensión vitalicia y cuatro millones de dólares que le dispuso el gobierno de Menem como compensación de los bienes de Perón de los que se hizo cargo la dictadura de Videla. Y aún parece que colea la verdadera fortuna de Juan Domingo, objeto de prolongados litigios que aún no se han sustanciado. Isabelita, muertos sus hermanos, sólo tiene una sobrina ahijada, que será sin duda la beneficiaria de sus bienes. El importante diario La Nación no se ha olvidado en este aniversario de quien fue un día la primera dama argentina.