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Louis de Funès, el cómico francés de origen español que enterró su fortuna en el castillo de su mujer

De exasperante carácter en los rodajes, Louis de Funès vivía en el castillo de su mujer en Clarmont. Y allí es donde se dice que enterró su fortuna.

Louis de Funès como el gendarme | Gtres

Se cumplen estos días el aniversario de la muerte de Louís de Funès, que falleció en la localidad francesa de Nantes el 27 de enero de 1983. Fue el último gran cómico del cine galo. Y resulta que era hijo de un matrimonio español. Sigue siendo recordado por sus compatriotas: les hizo reír con sus disparatadas películas llenas de "gags" a lo largo de muchos años. Descendía, como decíamos, de una familia paterna perteneciente a la nobleza española. Sus padres (él abogado sevillano, la madre ama de casa de origen gallego) se marcharon a vivir a Francia porque sus familias no aprobaban su casamiento. De ahí que Louis viniera al mundo en un pueblecito del vecino país llamado Courbevoie.

Su biografía tiene capítulos propios de un culebrón. De pobre en una época de su existencia pasó, ya siendo popular como actor, a millonario. Pero se mantuvo austero y recordando los tiempos de penuria enterró gran parte de su fortuna en el castillo de su esposa. Tuvo dos mujeres. Y quienes lo conocieron dividen su opinión sobre su carácter.

Cuentan que era holgazán y que sus progenitores lo inscribieron en una escuela de fotografía y cine. Aunque tardó en vivir de esto último. Bromeaba continuamente, lo echaban de todo empleo que iniciaba por sus continuas bromas y falta de atención en su trabajo. Fue peletero en su juventud. Hasta que decidió probar suerte en el mundo artístico, comenzando por abajo; es decir, siendo "extra". Tenía "buen oído" y apasionado por la música tocó unas temporadas el piano en una "bôite". Un conocido galán, Daniel Gelin, lo recomendó para papeles de cierta relevancia. Y así fue haciéndose hueco en la cinematografía francesa con un estilo propio enmarcado en el género de la comedia. Su histrionismo lo desarrollaba a base de gestos y movimientos excesivos, como si le hubiera entrado de repente "el baile de San Vito", con miradas desorbitadas, muecas continuas, aspavientos. Parecía estar perpetuamente cabreado cuando repentinamente estiraba sus músculos faciales para sonreír a una señora, por ejemplo.

Louis de Funès | Cordon Press

Comentaba él mismo que se inspiraba en el pato Donald. El papel de gendarme y luego jefe de la policía francesa lo estiró hasta cuanto le fue posible en secuelas muy comerciales, pero asumió otros cometidos repitiendo los mismos recursos cómicos. Es decir: "Hacía siempre de Louis Funés". Sus títulos más sobresalientes: El gendarme de Saint-Tropez, La gran juerga, Fantomas, Delirios de grandeza, El hombre orquesta… Encabezó repartos junto a otros populares actores: Bourvil, con quien formó pareja varias temporadas, Jean Marais, Gérard Depardieu, Yves Montand… Pero no necesitaba apoyarse en la notoriedad de ninguno de ellos porque él mismo, al anunciarse sus películas, llenaba las salas de cine, en Francia y durante un tiempo también en España. Aquí se comercializaron en vídeo, en los tiempos del sistema VHF. Llegaron a llamarlo "El actor de las mil caras". "Yo lo que quiero es hacer reír a la gente", solía repetir en sus entrevistas. Su bagaje artístico se condensa en ciento cincuenta películas y un centenar de obras teatrales.

La vida sentimental de Louis de Funès se redujo a dos matrimonios (y si tuvo otras aventuras las mantuvo con total reserva). Su primera boda acaeció en 1936, con Germaine Louise Elodie Carroyer. Duraron juntos hasta 1942. Se divorciaron y él conoció por entonces en una escuela de jazz, durante la ocupación nazi en París, a Jeanne, con quien se casó en 1943. Era nieta del escritor Guy de Maupassant. De ambos matrimonios Louis tuvo tres hijos, ninguno de los cuáles se dedicó al mundo del espectáculo. Un varón, Charles Louis, del primero, y otros dos del segundo.

Vivía en el castillo propiedad de su mujer, que lo había heredado de sus ricos antepasados, situado en la localidad de Clarmont. Allí, se contaba, había enterrado un cofre conteniendo dinero y lingotes de oro "por lo que pudiera pasar". Si ello fue cierto obedecía a un pensamiento que le perseguía hasta en sueños: el temor a arruinarse como su padre, comerciante en esmeraldas sintéticas, que se arruinó, su esposa acabó por abandonarlo, hasta fallecer en tristes condiciones en España, en 1934, en la más completa soledad. Por eso y porque Louis pasó penurias también, ahorró lo que pudo en sus años de gloria en el cine. ¿Avaro? En todo caso sí que era prudente en sus inversiones, no malgastaba sus ahorros y vivía con cierta austeridad. Fuera de su trabajo en los estudios cinematográficos lo que más le gustaba era cuidar su huerto y su jardín.

Con su mujer Jeanne y su hijo Olivier | Cordon Press

¿Era o no gracioso en su vida particular? Sus hijos decían que en casa lo pasaban muy bien con él por sus constantes ocurrencias y sentido del humor. Pero rodando sus películas quienes trabajaban a su lado contaron que se ponía insoportable, no toleraba intromisiones que él no controlara y exhibía a todas horas un exasperante carácter, porque "iba de estrella siempre".

Era, eso sí, muy trabajador, de ahí su amplísima filmografía. Padeció un infarto de miocardio. Las aseguradoras de sus películas le exigieron ciertas condiciones para cubrir sus pólizas de vida. Un médico y una ambulancia se encontraban en la última etapa del actor allí donde rodase. Falleció hace exactamente treinta y ocho años víctima de una crisis cardíaca. El pasado verano se inauguró un museo en su memoria en la localidad de Saint-Raphaël, entre Cannes y Saint-Tropez, en plena Costa Azul.

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