Con su maestría como escritor, el catedrático y excelente crítico taurino Andrés Amorós, amén de otras facultades como tertuliano y comentarista musical en esRadio, publicó hace siete años una magnífica y amena biografía sobre Enrique Ponce, Un torero para la Historia, con quien le une una antigua y gran amistad. En la dedicatoria, puesto que el volumen estaba firmado por ambos, paisanos levantinos, el diestro escribió: "A las cuatro mujeres de mi vida: a mi madre, por dármela; a mi mujer, por llenármela de un amor tan profundo y puro; a mis hijas, Paloma y Bianca, por darle ilusión y color".
Transcurrido el tiempo, los sentimientos hacia su "ex", Paloma Cuevas, evidente resulta que han sufrido un cambio sustancial. Ella es posible que, sin guardarle rencor por su creencia católica, no comprenda el porqué de su situación y desde luego las razones por las que no han firmado aún el divorcio y la consiguiente resolución patrimonial, los bienes gananciales que le pertenecen, y sus hijas. Por no estar de acuerdo el torero, en principio, en la parte de su patrimonio a la que por derecho ha de renunciar. Sus asesores, entre ellos tal vez su futuro nuevo suegro, que tiene un bufete en Almería, en connivencia con ese otro colega de éste que fuera juez condenado en un muy conocido caso mediático, es probable le hayan aconsejado ir con tiento, sin prisas por resolver tan desagradable asunto. Pero no creo que a Paloma la engañen respecto a cuanto ha ganado Enrique en los ruedos, en los negocios y las propiedades adquiridas. Porque ella ha administrado cuanto ambos han logrado durante su matrimonio. También Paloma aportaba su granito de arena en relación al dinero que entraba en el hogar; cuanto ganó con sus diseños o la tienda que inauguró, admitiendo desde luego que lo obtenido por el torero era muchísimo más. Millones, a lo largo de tantas temporadas en los ruedos, retribuido como una primerísima figura del toreo.
Paloma Cuevas también escribió en su día cuánto amaba a Enrique, en un texto para la revista Clarines de Feria, del Club Taurino Emeritense, el año 2006, que Andrés Amorós incorporó en uno de los capítulos de su mencionada biografía. Es curioso que ella, con anterioridad a esa dedicatoria posterior de su marido, coincidía en los adjetivos que se intercambiaron, entre el amor y la admiración: "Es un hombre puro, profundo, auténtico, único, íntegro e irrepetible. Un hombre sin parangón alguno, un hombre que me enamoró por su grandeza como ser humano y del que cada día me siento más orgullosa, porque pasarán los años y la gente le recordará… Puedo decir que jamás he conocido, y estoy segura de que no conoceré, a un ser humano tan excepcional con el hombre con el que Dios me ha bendecido, al concederme el enorme privilegio de poder compartir su vida".
Ya es un tópico aquello de que las palabras se las lleva el viento. Rubor, tristeza, arrepentimiento… Busquénse los adjetivos que se quieran cuando una pareja se rompe, mira hacia atrás y recuerda cuantas flores y piropos se cruzaron, las bondades que reconocían poseer uno y otra, para después reconocer que quizás escondían algo que no había salido a flote en su relación. Claro está que no son iguales los cánticos floridos privados, sin testigos, que los escritos, publicados, que llevan a uno a decirse: ¿Y por qué firmé aquel artículo o dedicatoria? No se piensa igual siempre, no se actúa lo mismo , como la vida nos enseña.
Y en este 2021 casi recién estrenado, Enrique Ponce, que cumplió cuarenta y nueve años el pasado diciembre, continúa en Almería con su joven enamorada, con excursiones por la provincia y otros lares cercanos. Piensa repetir la experiencia en los ruedos de la pasada temporada donde, pese a enormes obstáculos, hizo el paseíllo en dieciséis tardes, cortando cerca de una treintena de trofeos. Eso sí, cobrando muy poco dinero a consecuencia del escaso aforo permitido en las plazas donde toreó. A veces, sólo para pagar los gastos de su cuadrilla y poco más. ¿Por qué lo hizo? Como una reacción para que la fiesta no decayera. Eso, cuando celebró en otoño sus tres décadas como matador de toros. Desde luego, aunque en adelante repita el gesto a las puertas de cuadrillas de señalar con el pie derecho en la arena la inicial del nombre de Ana Soria, lo que no le agrada es que ésta acuda a verlo torear. Evitaría así cierta reacción de los aficionados, que no conviene a ambos. Pero, ¿realmente en esta nueva temporada va a ver toros y Enrique Ponce estará en las principales ferias? Eso está por ver, dada la irrupción de la tercera ola por la pandemia, cuando las autoridades quizás no autoricen los espectáculos públicos. Y si lo hacen, como en Andalucía el año pasado, sería con la presencia de un tercio de espectadores, separados entre sí más de metro y medio. En los principales cosos me temo que los empresarios se abstendrán de dar corridas, por no producirles ganancias sino más que importantes pérdidas.
Dadas las actuales circunstancias, con capitales y ciudades perimetralmente cerradas, no es arriesgado pensar que las empresas de Sevilla, Valencia y Castellón den por perdidos los festejos de sus respectivas ferias entre marzo, abril y mayo, cuando la de Madrid asimismo se vea por segundo año sin las corridas de San Isidro, al igual que los sanfermines de julio. Cuando el coronavirus parece campar a sus anchas, y la vacunación de los españoles está resultando muy lenta, aumentando el número de contagiados y fallecidos, es más probable que pueda ser, ojalá, en el mes más taurino por excelencia que es agosto y más seguro en otoño cuando haya toros en Las Ventas y Zaragoza o alguna otra plaza. Un desastre para la fiesta, por el mismo motivo que se quejan los interesados en otros espectáculos al aire libre.
Y si Enrique Ponce no puede torear ¿qué hará? Ocuparse de su ganadería. Porque aunque haya grabado un disco, no tomará esa afición como un medio de hacerlo a menudo cara al público. Se dedicará a sestear con su novia almeriense y a ver de vez en cuando a sus hijas. Las dos le pedían hace un tiempo que no toreara más, en tardes que él se iba preocupado al despedirse de ellas, camino de la plaza. Otra actividad a la que el diestro de Chiva dedica mucho tiempo, pues es una de sus grandes pasiones, es el golf. También la caza de venados y jabalíes. Le escuché, muy cerca de donde me encontraba, cambiar impresiones con don Juan Carlos al respecto, pues coincidían en algunas jornadas cinegéticas. Y entre algunos negocios del torero que desconocíamos figura la venta de aceite de oliva virgen extra de cosecha temprana, cuya etiqueta lleva una P, la inicial de su apellido. No en vano, donde ha vivido la mayor parte de su vida, en la provincia de Jaén, dispone de propiedades con muchos olivos. Todo ello en medio de sus problemas para encontrar el momento justo de acabar legalmente con su matrimonio e ir preparando el segundo con su actual compañera. Que estará más próximo de lo que se pueda suponer. Porque Ana Soria no quiere ser señalada entre sus amistades como "la otra".