Las malas pulgas de la brillante Faye Dunaway: 80 años de la última diva
Faye Dunaway llega a los 80 en soledad, pagando el precio de la irascibilidad que ha mantenido toda su vida.
Escribir el nombre de Faye Dunaway equivale a hacerlo sobre una de las más brillantes actrices del último medio siglo. Mujer temperamental donde las haya y asimismo muy profesional, obsesionada por la perfección en sus trabajos; también elegante, sofisticada. La complejidad de su carácter se define mejor sabiendo que ha sido muy a menudo temida por los productores, directores y colegas allá donde ella fuera contratada como estrella. No ha sido en el ámbito personal protagonista de tempetuosos amores, pues sostuvo siempre la idea de que encamarse con sus compañeros de escena o de rodaje le traería más complicaciones que beneficios; así es que la lista de sus maridos y amantes es muy reducida, como contaremos. Fuera del trabajo, que es donde siempre se ha encontrado más a gusto, ha pasado en su vida el mayor tiempo posible junto a la hija que adoptó en 1980, Liam O´Neill. Solitaria, sin refugiarse siquiera en los afectos de algún otro hombre, vive en la actualidad sin otros brazos a los que acogerse. Lo que no lamenta. Pero todavía como actriz en activo, aunque ya en las carteleras y los focos su identidad pertenezca más al pasado que al presente.
Dorothy Faye Dunaway nació en un pueblecito del estado de Florida, hija de un sargento del Ejército norteamericano, que se pasaba los días empinando el codo, y de una madre que nunca vio cumplidos sus sueños juveniles. Faye la redimió en ese sentido, prometiéndole que ella sí lograría sus propósitos tras estudiar Arte Dramático. Con la constancia de la que después haría siempre gala, logró sobresalir en Broadway interpretando complicados papeles dramáticos en la escena, caso de la obra que Arthur Miller escribió acerca de su experiencia marital con la inestable Marilyn Monroe: Después de la caída. Eso sucedió en 1964 y once años después Faye revalidaría su talento al convertirse en una de las heroínas de Un tranvía llamado deseo. Si el teatro resultó la piedra de toque para una actriz tan rigurosa como ella, en la pantalla sería donde logró resonancia internacional, a partir de su debut en 1967 con Happening.
La película que catapultó a Faye Dunaway en la cúspide de las grandes estrellas de su tiempo fue Bonnie and Clyde, donde incorporó a una resuelta atracadora de bancos, Bonnie Parker junto al aventurero Cyde que interpretaba Warren Beatty. La boina y el peinado que allí lucía Faye fueron signos pronto adoptados por muchas féminas de la época. Al respecto, sépase que antes de ser ella la elegida para tal papel el director Arthur Penn pensó en Jane Fonda, y también en Natalie Wood, que serían respectivamente rechazadas. En El caso de Thomas Crown, Faye resultó ser una convincente investigadora de seguros, Vicky Anderson, en tanto Steve McQueen lograría una de sus mejores intervenciones ante las cámaras. Y pese al empeño que Kirk Douglas, Deborah Kerr y Faye desarrollaron en el rodaje de El compromiso, la crítica dividió sus opiniones y la taquilla no funcionó. En cambió iría mejor Chinatown, donde sucedieron algunos altercados entre Faye y el paciente director Roman Polasnki. Otra vez el genio de aquella, que no pudo controlar. Allí asimismo sucedió una anécdota que revela cómo siempre fue en sus películas nuestra protagonista. Jack Nicholson tenía que abofetearla en una secuencia. Sabido es que en los estudios, cuando es preciso que los actores se ven obligados a ese tipo de acciones, recurren a trucos, fingiendo pegarse entre sí. Pero en esa ocasión Faye insistió a Nicholson para que le arreara de verdad, lo que a la actriz le ocasionaron unos previsibles moratones.
Resumiendo su trayectoria cinematográfica, con un buen número de títulos, Faye Dunaway puede sentirse a sus ochenta años orgullosa de haber sido dirigida por importantes realizadores, aparte de algunos ya citados, como Otto Preminger y Elia Kazan; lo mismo que ha tenido de compañeros a Paul Newman, Robert Redford, Johnny Depp y algunos otros de relieve. Pudo haber sucubido en los seductores pensamientos de todos ellos; por ejemplo, Warren Beatty, cuya harto conocida leyenda asegura que pocas de las mujeres con las que trabajó se fueron de rositas, ante su acostumbrado machismo fuera del estudio de rodaje. Y Faye Dunaway fue una de ellas, esquivando las miradas e invitaciones del galán, suficientemente explícitas. Con el único que no resistió sus insinuaciones fue con Marcello Mastroianni: estuvieron liados entre 1968 y 1971. Faye rodó un "western" en Almería, adonde Marcello se trasladó para estar con ella más de un fin de semana. Lo sorprendí una vez en el aeropuerto de Barajas, donde hizo escala para embarcarse hasta la capital sureña. Se negó a conversar conmigo: estaba en su derecho, faltaría más, aunque yo le insistiera en obtener detalles sobre su romance. Y en otra ocasión fue a ella a quien quise entrevistar. Faye es actriz que ha rehuido siempre contactos con los periodistas. Era mediodía y yo debía esperar hasta las ocho de la tarde si quería hablar con la estrella. Con un sol abrasador en Almería en el mes de julio, sentí no esperar a esa cita, pues me esperaban otros compromisos en Málaga. Y me perdí la entrevista, aunque columbré a Faye no muy lejos de donde me encontraba en el desierto de Tabernas. Consciente desde luego quién era ella, la ganadora de un Óscar en 1976 por Network, un Emmy, tres Globos de oro y un Bafta. La que impuso un estilo propio a la hora de interpretar personajes con fuerza, independientes, arrogantes, que ella bordó. Mucho de ello albergaba en su idiosincrasia.
Dos fueron sus matrimonios. El primero con el cantante Peter Wolf, entre los años 1974 y 1979. El segundo, con el fotógrafo Terry O´Neill, que duró cuatro años, a partir de 1983. Con anterioridad, sólo se le conocen dos amantes, el citado Mastroianni, que tal vez fue el hombre de su vida, y un tal Jerry Schatzberg, director y fotógrafo. Mastroianni estaba legalmente casado con Fiora, quien al parecer se negaba a darle facilidades para romper el vínculo, aunque por otra parte en Italia aún no se había autorizado el divorcio. Fiora, herida por la actitud de su marido, que no había querido saber nada de ella, le puso a su vez los cuernos. Conocí a uno de sus acompañantes, el galán canario Luís Suárez. Respecto a la situación de Mastroianni, al que le hacía poca gracia que su ex apareciera en los semanarios italianos y europeos en general paseándose con otros hombres, meditó sobre su futuro con Faye Dunaway. No quería complicarse la vida yéndose a vivir a Norteamérica con ella en su condición todavía de hombre casado. Además, no sentía deseos de probar suerte en Hollywood, al no dominar el inglés. Y ambos optaron por fijar la residencia en París, cediendo Faye en ese sentido. La contrataron para varios filmes en el país galo. Con Marcello tuvo una hija que se ha dedicado también a la profesión de sus padres. Otra hija tuvo de su unión con Flora.
¿Cuál ha sido la existencia de Faye Dunaway en los últimos tiempos? En la cuestión sentimental, ya apuntamos que no tenemos noticia de que se haya enamorado de nuevo y que la soledad es su compañera. En cuanto a trabajos artísticos cierto es que en el nuevo siglo no ha tenido oportunidades en un Hollywood ya decadente, de ahí que fuera aceptando propuestas de pequeñas productoras, del llamado cine independiente. Quizás su discutida interpretación del bio-pic Mommie Dearest, sobre la vida de Joan Crawford, haya sido lo más interesante que Faye rodara ante las cámaras cinematográficas. Porque en estos últimos años ha tenido que refugiarse como otras grandes estrellas del ayer en la televisión; por ejemplo, intervino en algunos capítulos de Anatomía de Grey. Llevada por su espíritu de no estar ociosa ("El trabajo es mi salvación", declaró no hace mucho), volvió a la escena. Pero con su habitual manera de ser no fue ajena a un par de conflictos, que terminaron con la actriz puesta "de patitas en la calle". Una de ellas, en Boston, mientras interpretaba en 2019, a la legendaria Katherine Hepburn en la obra Té a las cinco. Tenían que colocarle una peluca; por las razones que le asistieran el caso es que cogió un impresionante cabreo y se lanzó como una posesa contra varios componentes del equipo técnico, abofeteando a los que tuvo a tiro, sin dejar de emitir imprecaciones a grito pelado. El productor la mandó al orden, no claudicó y la despidieron.
Ya hubo un precedente un día de 1994 cuando iba a reemplazar a Glenn Close en la adaptación teatral de la película El crepúsculo de los dioses. Tenía que cantar y el director prescindió de ella aduciendo que no tenía facultades para ello. Ni qué decir que Faye Dunaway abandonó el escenario terriblemente irritada. Genio y figura siempre. Y si su nombre volvió a los titulares de la prensa internacional, fue en 2017 a causa de un incidente durante la gala de los Óscar cuando ella y Warren Beatty abrieron un sobre, equivocándose en la lectura de la película ganadora. Parece que el error partió de él, aunque ello le salpicó también a ella. Como quedaron en mal lugar, la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood los invitó al año siguiente a entregar otra estatuilla. Y ya no volvieron a repetir la metedura de pata.
Ese carácter irascible de Faye Dunaway no merma en absoluto su impresionante carrera en el cine internacional. Una de las grandes; de las que ya van quedando pocas divas de la pantalla.
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