
Les escribo desde Lanzarote, en un perfecto refugio, en un hotel cuya ocupación se ha visto minada más si cabe ahora por el ‘Brote’ de Londres. Desde los 18 años paso las Navidades en Canarias: es de alguna forma mi huida al calor y mi (quizá) desencanto con estas fechas. En concreto estoy en el Hotel Meliá Salinas en donde me siento, a ratos, una auténtica privilegiada, y en otros momento sin embargo me planteo el rumbo de nuestra existencia.
Hace menos de dos semanas que el lujo Four Seasons Madrid inauguró el (¡espectacular!) alumbrado navideño. Días antes pernoctaba yo en ese hotel, cortesía de la cadena y de Marta Centeno y Adrian Masserli. Lo de hacer la maleta en tu propia ciudad para dormir en otro hotel a mí no me resulta nada extraño, pero hemos de reconocer que es un verdadero lujo, más si el plan que te espera es un spa en la última planta con vistas 360 a todo Madrid, una cena en Dani García (¡espectaculares las anchoas con trufa!) y una noche con desayuno entre sedosas sábanas de 600 hilos egipcios, con ducha y bañera de carrara, calacata o lo que se tuerza (¡hay mármol para aburrir!), aroma a Hermès por doquier y otros tantos micro-lujos que recuerdan que el lujo es experiencia.
La vida en un hotel no sé si es más vida, pero en ocasiones no se elige, como es el caso de la hija de mi amiga Raquel Helena Hernández. Hace menos de una semana ha sido madre. Raquel, según publicaban desafortunadamente algunos portales hace escasa semana, es “la enemiga de Alba Carrillo”. ¡Anda que no ha llovido desde aquel reality de Supermodelos! Al parecer, Raquel se convertía en noticia por ser la madre del primer hijo de uno de los hombres más ricos de Turquía. Y no les cuento esto porque quiera homenajear la llegada de Ysabel-Kamile Yüksel Hernández (como se llama la pequeña), que también, sino porque me parece inalcanzable empezar la vida en la suite presidencial del Four Seasons Madrid. Raquel y su marido llevaban casi 3 semanas antes del parto viviendo en este imperio en pleno Madrid Central. A diario reciben numerosos regalos de firmas como Montblanc, Hermès, Bvlgari, Gucci, y demás… y me pregunto qué tiene que tener un hotel, o la suite del mismo, para convertirla en un hogar. Algo que no va ligado a marcas de primera. Y supongo que Four Seasons tiene ese no-sé-qué que cuando entras te sientes como en casa. Te sientes protegido, seguro. (Esto último suena a anuncio de compresas).
Bromas aparte. No hablo sólo de casos como el de mi querida Raquel con su recién nacido en brazos, sino porque antes de yo pasar noche en el hotel, tuvimos 3 sesiones de fotos en diferentes habitaciones. Uno de esos shooting fue con Pelayo Díaz y su marido Andy Mc Dougall que, junto a su perro, protagonizaron la portada de Fearless Magazine. Cada vez que estoy en el Hotel Four Seasons Madrid me dan ganas de quedarme ahi más tiempo. Y no es algo que me ha ocurrido en otros hoteles de “similar categoría”.
El mayor peligro que corren las cadenas hoteleras es la carencia de identidad, la pérdida de humanización y la impersonalidad. La diferencia, al final, (pienso), la condiciona (si nos movemos en la misma categoría) el equipo humano. Esas personas que están detrás de una marca, esas deseadas 5 estrellas y unos eslóganes internacionalizados, que materializan la excelencia.
Raquel era mi alter-ego cuando yo empezaba en esta casa (aun entonces en esRadio Madrid, yo conducía esModa, y emitíamos el programa desde una salita del Centro Riojano de la Calle Serrano: nuestro técnico de sonido estaba en Getafe y nosotras estábamos solas, con unos cables, unos cascos, unos micros con la imagen corporativa de esta casa y unas privilegiadas vistas). Corría el año 2011… entrevistábamos desde un Enrique Loewe, pasando por Roberto Verino o Covadonga O’Shea.
No es extrañar que ahí, la “ex supermodelo”, lista hasta rabiar y con un inglés tan perfecto que ni nuestros políticos, haya elegido el hotel madrileño, la nueva milla de oro, como su nuevo hogar. Para mí, estos días mi hogar es Meliá Salinas Lanzarote, un templo de paz y silencio. Elvira Sastre dice “a ti podría decir que para mí cualquier lugar es mi casa si eres tú quien me abre la puerta”. El hogar no lo hace el sitio, sino las emociones y sus personas que lo conforman. Felices fiestas con sabor a nostalgia.