Camarón de la Isla hubiera cumplido setenta años el pasado 5 de diciembre. Fallecido el 2 de julio de 1992, su nombre hace tiempo que entró en la mitología del flamenco. Sus discos se venderán más o menos; probablemente no tantos como su leyenda puede dar a entender; pero igualmente todavía se habla de él. Ahora es objeto de una disputa de su familia contra el Ayuntamiento de su pueblo, la Isla de San Fernando. Hay por medio reclamaciones de dinero de estos allegados a José Cruz Monje, que es como se llamaba el cantaor, en torno a un museo en su honor, todavía sin inaugurar.
Dolores Montoya la Chispa, que le guarda luto permanente en su corazón, fidelidad y no ha querido volverse a casar con otro, encabeza la demanda contra la Corporación. Como casi siempre, el dinero es la causa; teniendo además en cuenta que Camarón no dejó fortuna alguna al morir y hubo unos meses en los que la Chispa temía por la alimentación de sus cuatro churumbeles.
Hay un asunto en el que la Chispa y los que la asesoraban antes no tenían razón: pensaban que Camarón debía cobrar derechos de la autor por los temas que cantaba. A la mayoría de ellos no los tenía, pues fueron compuestos por Antonio Sánchez, padre de Paco de Lucía, por este mismo, por su hermano Pepe (progenitor de Malú), por Kiko Veneno, Raimundo Amador… Que Camarón inventara la letra de algunos de sus cantes, de acuerdo: pero no los registró en la Sociedad General de Autores de España. Por lo cual, los derechos que podía reclamar su familia, carecen de razones. Únicamente el artista percibe el porcentaje por la venta de sus discos previamente suscritos en los contratos con su discográfica.
Vayamos ahora con las demandas actuales de la Chispa, familia y allegados. Tienen que ver con el Museo que en 2014 acordaron con el anterior gobierno local. Iba a instalarse en un antiguo palacete; dado el mal estado del edificio, fue retrasándose el proyecto. En la actualidad está previsto que la sede sea la de un local cercanísimo a La Venta de Vargas, en una de las entradas a San Fernando, allí donde Camarón de la Isla, desde muy niño, fue forjándose como el genio flamenco que acabó siendo. Para ese Museo (Espacio Camarón empezaron denominándolo) a Dolores Montoya y a sus hijos no les importó desprenderse de un montón de objetos personales del artista: trajes, guitarras, carteles, trofeos… y hasta un Mercedes blanco, de los dos que adquirió Camarón. A cambio de esa donación fijaron una cantidad como contraprestación, fijada en doscientos mil euros. El clan Montoya-Camarón dice no haber percibido nada desde que firmaron el convenio. Lamentan que esos objetos tan queridos para ellos, de más valor sentimental que económico, estén durmiendo el sueño de los justos en un almacén.
Lo que ahora también demandan a la Corporación es que ésta no se apropie de los derechos de imagen y marca; que nadie se aproveche del nombre de Camarón para montarse un lucrativo merchandinsing, vendiendo, hasta por on line una serie de artículos sin que la familia pudiera beneficiarse. Anticipándose a esos problemas, la alcaldesa de San Fernando ofreció a la familia de Camarón la cantidad de ciento cincuenta mil euros, como pago único y cerrado para hacer uso exclusivo del nombre, marca e imagen de todo cuanto en el Museo esté relacionado con él, bien exhibición de documentales, venta de objetos, visitas, celebración de actos públicos… Contrato que tendría una vigencia de cincuenta años.
La Chispa no tiene un pelo de tonta. Y ha contratado como abogada a Lucía Sánchez, hija de Paco de Lucía. Será quien defienda ante el Ayuntamiento de San Fernanndo ese contrato aún sin firmar y cuantos derechos crea asistan a su representada. Es curioso recordar que cuando murió Camarón se emprendió una insidiosa campaña contra el genial guitarrista, creyendo que abusaba de su amigo, hurtándole derechos de autor, cifrados en imaginarios millones. Hasta camaroneros en el multitudinario entierro afearon con gritos y amenazas la supuesta mala conducta de Paco, hombre honrado donde los haya quien, finalmente, pudo defenderse de aquellos infundios, dejando su nombre en el lugar que le correspondía: el de un ser generoso que nunca engañó a nadie y menos a José, a su amigo del alma Camarón.
Las aguas andan revueltas en San Fernando. La Chispa es simpática, trata bien a los periodistas, pero en su afán por defender la memoria de su marido, es capaz de levantar su voz allí donde sea preciso. Y pensando en sus hijos también, a ninguno de los cuáles, por cierto, le ha dado por el cante, salvo uno de ellos que es rapero, lo que no es lo mismo. Acaso un nieto, aún de corta edad, parece que puede algún día resucitar el cante del abuelo que no llegó a conocer, el mitificado Camarón de la Isla, al que los turistas que acuden a su pueblo quieren recordar visitando los lugares por los que transcurría su vida, empezando por su reconstruida vivienda y terminando en "La Venta de Vargas". Cuando se abra el Museo ( de ahí el gran interés del Ayuntamiento por la memoria de su paisano) no le cabe duda a nadie que será muy visitado. Y claro está, la Chispa quiere con toda razón y justicia, llevarse parte del futuro pastel.