El misterio de la capa española que vincula a Raphael y Juan Carlos
Entre las muchas historias borbónicas, la que acerca Raphael al rey emérito pasa por ser una de las más desconocidas.
Acaba de editarse un grueso volumen, Yo, el Rey. Lo ha escrito la periodista catalana Pilar Eyre, ya habituada a publicar historias sobre los Borbones. No me corresponde enjuiciar su obra: únicamente me detengo a comentar la portada del libro en la que aparece don Juan Carlos con la airosa capa española y acariciando a un perro pastor alemán. La mirada del monarca es triste, o de aire melancólico. Imagen que aparece reproducida hasta la mitad de su cintura. Inmediatamente, al contemplarla, me vino a la mente el recuerdo de otra instantánea casi igual, muy parecida, de un disco de Raphael. ¿Casualidad, coincidencia?
Esa magnífica foto del rey emérito formó parte de un amplio reportaje gráfico que realizó en junio de 1986 el afamado artista de la cámara Anthony Armstrong-Jones, honrado en la Corte británica con el título de lord Snowdon por su matrimonio con la princesa Margarita, hermana de la reina Isabel II. Ni qué decir que con su contrastada pericia como fotógrafo y ayudado por su condición aristocrática, gozó del plácet de las Cortes europeas para que sus más importantes miembros posaran para él. Luego, el nombre de lord Snowdon se fue difuminando al romperse su unión matrimonial, a causa de sus habituales infidelidades, falleciendo en 2017. Pero, retrocedamos al día en el que tuvo ante sí a don Juan Carlos, ataviado con la castiza pañosa. Idea naturalmente del noble fotógrafo, como asimismo que a su lado compareciera el perro del todavía Jefe del Estado, llamado "Arky". Parece que dado el mes en el que se hizo aquel reportaje, cuya duración fue de varias horas, caluroso verano siempre en la capital de España, el monarca sudó lo suyo durante la sesión fotográfica. Pero quedó satisfecho al contemplar tiempo después el espléndido trabajo de lord Snowdon, ya divorciado de Margarita, aunque aún gozara del privilegio de continuar un tiempo vinculado a la Corona británica.
Don Juan Carlos, que es por otra parte muy aficionado a la fotografía, tenía ese reportaje, ataviado con capa, en gran estima. Y autorizó que se publicara alguna imagen de tal guisa en algunos medios informativos; luego ahora no es una exclusiva de la editorial que ha sacado al mercado el libro de Pilar Eyre.
Apenas dos años después Raphael posó para el excelente fotógrafo Serapio Carreño prácticamente igual que el Rey; es decir hasta la cintura, con capa española y las vueltas rojas. ¡Ah!, y a su vera un perro mastín. Animal que no aparecía en la portada del disco que paso a comentar, pero sí en la contraportada, lo que nos lleva al extraordinario parecido con la imagen real, la del monarca. ¿Fue el cantante quién decidido posar así para Carreño o la sugerencia partió de éste? ¿Estaba el interprete de Linares al tanto de las fotos de lord Snowdon, pregunta que extendemos a Serapio? En todo caso quede claro que este fotógrafo español tiene en su profesión el más alto reconocimiento, extensivo al juicio positivo que nos merece a los periodistas, que lo conocemos. Entoces ¿qué pudo suceder para tal casualidad?
Insistimos que el reportaje del Rey fue tomado en 1986 y el de Raphael, en 1988, año en el que se presentó el disco "Las apariencias engañan" , editado en Venezuela por CBS, título que parece elegido como alusivo a lo que estamos contando. Formé parte de un reducido grupo de periodistas y comentaristas musicales españoles desplazados a Caracas en dicha ocasión, en la que Raphael interpretó algunas de esas novedades incluidas en el álbum mencionado, como "Toca madera" y "Siempre estás diciendo que te vas", durante una gala arrolladora en el teatro Teresa Carreño caraqueño. A los informadores se nos facilitó un ejemplar de dicho elepé. Quizás no advertimos entonces esa coincidencia fotográfica manifiesta pues no recuerdo que nadie la mencionara. Hoy sí cobra, al menos, cierta actualidad siquiera como anécdota.
Tanto don Juan Carlos como Raphael han hecho uso de la capa española en algunas ocasiones, hoy casi en desuso. Apenas siquiera los títulos de nobleza se protegen de ella en los crudos inviernos. Aún las realiza artesanalmente una sastrería madrileña, en la calle de la Cruz, cerca de la Puerta del Sol, propiedad de la cuarta generación de la familia Seseña. El uso de la prenda, cara por cierto, data de hace más de cuatro siglos, formando parte de un episodio histórico: el "motín de Esquilache".
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