Íker Jiménez Elízer, de cuarenta y ocho años, natural de Vitoria, es un periodista de investigación con gran audiencia en su ya veterano programa Milenio y también ahora con otro, Horizonte. Muy discutido por el contenido de esos espacios donde se abordan la ufología, el esoterismo, parapsicología… Pero eso no le resta seguidores. Como tiene dos productoras propias ha obtenido pingües beneficios; también un inesperado revés económico en otro tiempo. Todo compartido con la mujer a la que lleva unido un cuarto de siglo y es asimismo su mayor colaboradora profesional.
La pasión de Iker por esos fenómenos extraños le viene desde que era niño y leyó un libro sobre los ovnis. Hijo de un padre propietario de una galería de arte, vivió con mucho interés la noticia de que se había producido un avistamiento de posibles objetos no identificados en la capital alavesa. Y ya entonces tuvo claro a qué especialidad iba a dedicarse cuando se matriculó en la Facultad de Ciencias de la Información, en Madrid.
En ese quinquenio en la Universidad, a cuyas clases parece que iba poco, se enamoró de una condiscípula, Carmen Porter, dos años menor que él. Al principio ella le hacía poco caso y no tuvo inconveniente en echarle en cara que iba en la vida muy sobrado, con aire de chulito. Triunfó Cupido, que diría un cursi antiguo. Y acabaron uniendo sus vidas, fruto de lo cual les nació su única hija, Alma, en 2011.
La biografía periodística de nuestro colega lo llevó a emisoras locales, contando sólo diecisiete años. Codirigió un fanzine, formó parte del equipo del doctor Jiménez del Oso, popular ufólogo televisivo, y poco a poco fue labrándose una bien trabajada notoriedad en monografías, libros y más programas en la radio, hasta llegar a los de la pequeña pantalla, que es lo que , en definitiva, le produjo su mayor reconocimiento popular. Y dinero, mucho dinero, gracias como decíamos al principio de emprender con astucia la dirección de dos productoras, propiedad del matrimonio. Como el dinero entraba a espuertas en sus cuentas corrientes, Íker y Carmen decidieron invertir su abultado patrimonio en varios negocios. Mal aconsejados, o quizás por esos vaivenes que ocurren en el mundo de los negocios de altura, el caso es, como contaba el propio Íker, de la noche a la mañana resultó que estaban arruinados.
Iker Jiménez es de esos tipos que no se arrugan ante las adversidades de la vida. Y en poco tiempo fue levantando una fortuna que al decir de un diario digital, en la actualidad está cifrada en diez millones de euros. Pocos periodistas pueden disponer hoy de ese capital, pues no son muchos los que son a la vez empresarios. Dueños de una quincena de propiedades inmobiliarias ellos mismos habitan un chalé de lujo en la zona de La Moraleja. Explota el matrimonio el negocio de una tienda "online" que expende productos relacionados con los asuntos que se presentan en Milenio. El "merchandising", que se dice. Pero Iker y su esposa tratan siempre de aproximarse a los temas que tratan en su programas manteniendo el máximo rigor, sin pronunciarse sobre si todo es verdad, fruto de la imaginación o es algo que sin ajustarse a la ciencia carece de explicación.
La existencia del coronavirus es un tema que han presentado en las últimas semanas. Obtuvieron una gran audiencia en los dos programas dedicados a la doctora Li-Meng Yan, viróloga china que tuvo que salir por piernas de su país, refugiándose en los Estados Unidos. El testimonio de esta investigadora es que el origen de la covid-19 no tiene nada que ver con el mercado de Wuhan y los murciélagos transmisores de la mortal enfermedad, sosteniendo que todo nació en un laboratorio; chino, por supuesto. ¿A propósito? No, eso es más difícil de sostener; quizás fue por un fallo humano, simplemente que no pudieron atajar y las autoridades chinas actuaron en oculta conexión con la OMS. Esto último no deja de sorprendernos. ¿Se sabrá alguna vez de dónde procede el virus? Iker Jiménez ha sido muy oportuno con llevar a sus programas a doctos contertulios, en medio de todo el desbarajuste que no ha sabido atajar nunca el desgraciado Gobierno que tenemos la desdicha de soportar.
Iker tuvo desde su adolescencia como admirado investigador a su casi paisano, el navarro Juan José Benítez, que ha publicado ahora La gran catástrofe amarilla, donde se cuenta que unos personajes americanos trabajan en unos laboratorios que desarrollan, en medio de una impresionante seguridad que los protege, un programa en el que desarrollan y modifican todo tipo de virus. Nos preguntamos si eso es cierto y si la pandemia que padece la Humanidad tiene allí su origen y no en la ciudad china de Wuhan, como nos contaron a principios de año. Materia tiene Iker Jiménez para ir tirando de los hilos, como su amigo Benítez. Y si no, siempre habrá nuevas caras de Bélmez o sombras que aparecen y desaparecen en noches de niebla en parajes deshabitados.