La doble vida de Rock Hudson (y el secreto que logró ocultar hasta el final)
Rock Hudson era homosexual, pero nunca se decidió a desvelarlo.
Fue Rock Hudson uno de los actores más apuestos y recordados del Hollywood dorado, cuya época de gloria transcurrió entre finales de los años 50 y la primera mitad de la siguiente década. No obstante siguió siendo admirado por su galanura y, todavía hoy, se le recuerda, entre otras películas, por Gigante, donde encabezó el reparto junto a Elizabeth Taylor y James Dean. Si bien gozó de una inmensa popularidad y una respetable fortuna, su vida personal tuvo episodios dolorosos: su padre abusó de él, no recibió atenciones ni cariño de su madre, tuvo que trabajar duro hasta labrarse su porvenir en la pantalla y su homosexualidad hubo de ocultarla, fingiendo ser feliz en su único matrimonio, que sólo duró tres años, que le impusieron sus productores. Este pasado diecisiete de noviembre hubiera cumplido noventa y cinco años. Cuando falleció víctima del SIDA el dos de octubre de 1985, contaba cincuenta y nueve. Poco antes de su óbito decidió confesar públicamente su condición sexual.
Había nacido en un pueblecito de Illinois, y se llamaba realmente Roy Fitzgerald. En su juventud ejerció de camionero, trabajó en faenas del campo y también, entre otros oficios circunstanciales fue taxista. Como medía un metro y noventa y tres centímetros y su rostro era muy atractivo, tras concurrir a unas cuantas pruebas en Hollywood acabó siendo contratado en unos estudios cinematográficos. Lo ayudó mucho su agente Henry Willson, a cambio de acostarse con él. Desde entonces fue una constante del actor encamarse con cuantos jóvenes le gustaran.
El sobrenombre de Roy, fue Rock por la Roca de Gibraltar, y Hudson, por el nombre del río. Ya siendo conocido en el cine afirmó no haberse desnudado jamás ante una cámara, lo que era mentira: lo hizo en un engendro, Embryo El año 1954 fue su punto de partida hacia el éxito cuando protagonizó Obsesión al lado de Jane Wyman, la primera esposa de Ronald Reagan, emparejados de nuevo al año siguiente en un dramón muy taquillero: Sólo el cielo lo sabe. En ese 1955 es cuando atendiendo a la petición de los jerifaltes de la Universal, productora que financiaba sus películas, tuvo que casarse. En aquel Hollywood de ese tiempo los homosexuales no estaban bien vistos. Y el criterio de aquellos magnates del cine era que los espectadores que contemplaban historias de galanes enamorados de grandes estrellas en la pantalla, "no se creerían" que aquellos fueran en su vida privada hombres de conductas que se consideraban depravadas. La sociedad americana y en general en todo el mundo no aprobaban la existencia de homosexuales. El apelativo "gay", que significa alegre, añadió un significado más, por influencia de la asociación americana de homosexuales.
No sólo a galanes como Rock Hudson le confeccionaron en los departamentos de prensa correspondientes de los estudios de rodaje biografías falsas, escondiendo esas preferencia por los hombres: hubo otros antes que él, como Robert Taylor, y hasta se decía que de esa tendencia eran Laurence Olivier y Tyrone Power. El caso asimismo de Burt Lancaster, y de Gene Kelly. Desde luego no había dudas acerca de Montgomery Clift y James Dean. Y estaban los bisexuales confesos como Marlon Brando, y hasta ocasionalmente Tony Curtis y Peter Lawford. Es difícil creerlo en algunos de esos casos, pero en el universo de Hollywood, el de los chismosos cronistas, era harto sabido. Y lo callaban para no enfadar a las llamadas "majors", las grandes corporaciones… a cambio de algunos favores, desde luego.
La mujer con quien se casó Rock Hudson se llamaba Phyllis Gates y era la secretaria del agente artístico del actor. Según confesaría ella, ignoraba que Rock fuera homosexual, pero lo comprobó durante los tres años que duró su unión con él. Se cansó de comprobar que a ella no le hacía ni caso en tanto se iba con muchos varones a la cama. Y harta de esa farsa se divorció de él, sin pedir nada a cambio de esos tres años de infelicidad. En cuanto a él, aparte de sus amantes con nombres que no dirían nada a nadie por corresponder a quienes se encontraban en sitios concurridos de "gays", tuvo amores con actores conocidos: James Dean, Sal Mineo, y algunos otros que el actor ocultó.
La verdad es que Rock Hudson no quería que la gente supiera que era "gay". En Hollywood estaba claro que no podía encubrir esa condición. Aunque los medios informativos no solían publicarlo. Pero en Europa se le seguía teniendo como un heterosexual. Mediados los años setenta conocí a una actriz austriaca, María Pershy, que había filmado en 1962 una cinta al lado de Rock Hudson, Su juego favorito. Me dijo: "¿Ah, no sabes que es gay?". No, lo ignoraba, como cualquier otro colega. Y en Londres, año 1980, al presentarse en un teatro, concedió una rueda de prensa negando serlo.
Entre las mujeres que tuvo en sus brazos en el cine figuraron Elizabeth Taylor y Doris Day. Con esta última formó una popular pareja, aclamada por los públicos en tres filmes solamente, la más recordada Confidencias de medianoche. Allí, Rock se desenvolvía muy bien dejando claro que lo mismo podía interpretar el género de comedia que anteriormente en el de otros cometidos bélicos o de corte más dramático. No fue en realidad un actor exquisito, pero tampoco le propusieron mejores personajes para lucirse en su larga carrera, que en general puede calificarse de notable. No pudo superar, por supuesto, el talante de Cary Grant o de Spencer Tracy, sus actores favoritos. Siempre habló bien de sus compañeros de rodaje, aunque en sólo una ocasión mostró su enfado si se le recordaba a Gina Lollobrigida, con quien no hizo "buenas migas" en las dos películas que hicieron juntos.
En el decenio de los setenta su fama de actor taquillero disminuía, razón por la que hubo de aceptar series de televisión en las que desde luego consiguió excelentes audiencias: El comisario Mc.Millan y su esposa (donde para romper con su imagen anterior tuvo que dejarse crecer un llamativo mostacho) y en los años ochenta, Dinastía. Después, ya no hizo nada que tuviera interés. Y vivió de sus rentas. A España vino en varias ocasiones. Y en septiembre de 1984, asistió a una homenaje que le brindaron en el Festival de Deauville. Allí me desplacé confirmando su mal estado físico, como se venía rumoreando. Ya lo había operado del corazón tiempo atrás, pero esta vez era más evidente su deterioro. Se marchó a París, a la clínica Pasteur, especializada en atajar el SIDA. Ya en julio Rock Hudson hubo de declarar a la prensa que lo padecía. Se había quedado en cincuenta kilos de peso. En ese tiempo no tuvo ya más remedio que confesar también que era gay. Linda Evans, que había besado al actor mientras rodaban uno de los últimos capítulos de Dinastía, entró en cólera y lo demandó, aunque se arrepintió después de ello. También su penúltimo amante, Marc Christian, recurrió a la justicia, y recibió varios millones de dólares como compensación.
El 2 de octubre de 1985, poco antes de cumplir los sesenta años, fallecía en su residencia de Beverly Hills. Quien era entonces su postrer amante, Tom Clark, estuvo en su lecho de muerte hasta que se apagó su vida. Tres horas más tarde sus cenizas eran arrojadas al Pacífico desde un yate en el que viajaban sus más íntimos amigos. Desde Hollywood y en todo el mundo, millones de sus admiradores lloraron su desaparición. Dentro de sus carencias, se fue para siempre una leyenda del cine.
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