Alaín Delon fue entre los años 60 y 70 el más guapo de los actores europeos. Su mirada felina conquistaba de inmediato a la féminas. Y aunque llegó al cine de manera rocambolesca, tras una juventud aventurera, luego resultó ser un aceptable galán que, no sólo por su fotogenia también deslumbraba por su buen quehacer ante las cámaras: "Mi atractivo soy consciente de que me abrió las puertas del cine", concedía. Hoy, cuando cumple 85 años, ya no es el que fue. El implacable paso del tiempo, por mucho que se haya cuidado, le ha pasado factura, como a todo quisque. Y un seductor como él, que tanto amó y le amaron, ahora está solo y en su villa suiza ve pasar los días con cierta melancolía, a ratos depresión. De otro modo no se entiende que hace unos años mandara construir en ella una capilla y en su interior, también un nicho donde ya tiene fijada su sepultura: "No temo nada a la muerte y no creo que vive más de los 90, los 92 años...¿Cuántos me quedan de vida? Eso sólo lo sabe Dios".
Alaín Delon no era creyente pero conforme iba entrando en la vejez y se miraba al espejo comenzó a sentir una comprensible inquietud sobre su futuro. Su cara era su oficina. Y temiera o no a la Parca, es fácil comprender que pensara en la muerte. Sus sentimientos religiosos comenzaron a aflorar conforme sentía la senectud. Y ello se reflejó al reponerse del ictus sufrido en el otoño de hace dos años, que a punto estuvo de mandarlo al otro barrio. El director del Festival de Cannes se había adelantado en mayo de 2018 para homenajearlo, lo que le deparó buen número de críticas, al recordarle que Delon estaba acusado de violencia de género.
La verdad es que la vida de Alain Delon está salpicada de algunos episodios negros, en la frontera con el maltrato a sus mujeres e hijos, y mucho peor: la violencia y el crimen, aunque nadie probara en su día ciertas sospechas que lo señalaban como responsable. Quizás ese carácter suyo, de tipo indomable, rebelde, chulesco, que nadie que lo haya conocido rechaza, se deba a su triste infancia: abandonado por sus padres fue recogido en un orfanato. Y su adolescencia y primera juventud estuvo plagada de incidentes callejeros, peleas, hasta que acabó enrolándose en la guerra de Indochina, el luego conocido Vietnam. Ya licenciado, en París, con una mano delante y otra detrás, entró en el cine como "extra"y, en poco tiempo, se convertía en el macho francés por el que suspiraban las mujeres de media Europa.
Rocco y sus hermanos lo puso en la órbita internacional, dirigido por el ilustre Luchino Visconti, homosexual de elegantes maneras, y cultura y estética superadas por muy pocos de sus contemporáneos. Ni qué decir tiene que la belleza de Alain Delon le fascinaba. Si hubo intimidad entre ellos ninguno de los dos dijo nada. Pero tampoco Visconti al menos, lo negó. Apuesto por esta última opción.
Delon se convirtió en el actor más taquillero de la cinematografía francesa y parte de la italiana gracias a su intervención en La piscina, El eclipse, El Gatopardo, El samurai… Transcurría 1968 cuando su nombre apareció mezclado con la muerte de su guardaespaldas, el francés de origen yugoslavo Stephan Markovic cuyo cuerpo fue hallado a las afueras de París en un vertedero, con una bala de pistola en su cabeza. Comprensible resultó que el actor fuera invitado a ir a una comisaría para aclarar aquel asesinato. Pudo saberse que el tal Markovic se acostaba con la amante de Alain Delon. El asunto cobró una dimensión política al asociarlo con una banda que iba a atentar contra el Presidente Pompidou. Nos ahorramos explicaciones del turbio caso para apuntar que el guapo galán fue exonerado de toda culpa en aquel crimen. Los periódicos y medios de comunicación no dejaron de hablar de Delon durante varias semanas. Su popularidad aumentó. Veinte años después un periodista galo trató de publicar una biografía no autorizada sobre el actor, en la que pretendía contar la supuesta vida amoral de éste, entre homosexuales, mafiosos y gente del hampa criminal. Enterado Delon, paralizó a través de sus abogados aquel intento de libro y finalmente cuando éste salió al mercado estaba muy lejos de lo que en principio había pretendido por su autor.
Acerca de la otra biografía sentimental de nuestro controvertido personaje, digamos que Romy Schneider fue uno de sus dos grandes amores. A partir de 1961, cuando encabezaron un reparto teatral en París dirigido por Visconti, el fuego de esos dos corazones fue de tal magnitud que las revistas reflejaron en sus páginas la pasión que empezó a unir a la protagonista de Sissi, a la que creían muchos ser una inocente y ñoña criatura de veinte años y al pícaro de veintitrés Alain Delon. Cinco años les duró. Alain dejó a Romy, aunque luego estuvo a su lado cuando el hijo de la actriz austriaca sufrió un mortal accidente al tratar de acceder a su casa a través de una verja de hierro. Tan doloroso trance minó las ganas de vivir de Romy, quien falleció oficialmente de un ataque cardíaco, cuando es más probable que se suicidara tomando un tubo de barbitúricos.
De una manera u otra, Alain Delon siempre estaba al filo de la navaja. Sin dejar aún a Romy Schneider comenzó a darse revolcones con la cantante Nico, que iba de progre por la vida presumiendo de ser musa de Andy Warhol. Eso ocurría en 1963, y Nico tuvo luego un hijo llamado Christian Aaron, viva estampa física de Delon, aunque éste no quiso reconocerlo como suyo. Dos años más tarde, e insistimos sin romper con Romy, estableció coqueteos con una modelo marroquí, Nathalie Casanovas, que deseaba abrirse paso en el cine francés. Lo consiguió de la mano de Alain, con quien se desposó en 1964, teniendo un hijo llamado Anthony, que resultó luego ser una copia aumentada de su padre, en cuanto a rebeldía: altanero, maleducado, con aires de rufián.
Divorciado en 1968 de Nathalie, Delon se emparejó con Mireille Darc, una atractiva, excelente actriz. En algunos sitios se dice que estuvieron casados. No lo doy por seguro. En cualquier caso ella fue su mejor compañera, la otra mujer que más amó, y cuya muerte le afectaría muchísimo. Alain solía ser quien se apartaba de sus amantes y esposas. Siempre fue un hombre inestable en el amor. Rosalie van Breemen sería su siguiente compañera, con quien se casó, entre 1987 y 2002. La unión más duradera del actor, tal vez porque con los años sus deseos sexuales logicamente iban mermando. Tuvo dos hijos con ella, Anouschka y Alain-Fabien (éste es el nombre compuesto del actor, quien también fue bautizado con otros más, como si fuera un aristócrata, Maurice y Marcel).
Al nuevo divorcio hubo que agregar otros romances: compartidos con las llamadas Brigitte Auber y Mchèle Cordone; jóvenes actrices que sucumbían en cuanto Alain les hacía alguna carantoña y las llevaba al lecho. Bárbara Rey también probó las mieles de Alain, quien la citaba en sus visitas a Madrid. Pero ya, como decíamos, conforme avanzaba el siglo XXI iban decreciendo sus deseos sexuales, en tanto sus apariciones en la pantalla ya no suscitaban el interés del pasado. Aun así su última película lleva fecha reciente, estrenada en 2019, "Toute ressemblance". Él mismo declaraba en París Match hace sólo un par de años a una periodista con la que se había enrollado para no perder su costumbre seductora, que "ya la vida de hoy no me gusta gran cosa, cuando yo confieso que he visto y conocido todo lo que podía interesarme".
Y en ese decaimiento, viendo transcurrir el paso lento de los días para un viejo achacoso como él, sólo espera el final. Su soledad sólo la rompe Anouchka, su querida hija, la única que se ocupa ahora de él y a la que, se dice, ha dejado como heredera universal en su testamento. El de un notable actor, que ha vivido "a su manera", como reza esa canción francesa que Sinatra convirtió en éxito mundial: egoístamente, por encima del amor que le dispensaron sus muchas mujeres, y "sin estar a la altura", como reconoció también últimamente, de sus hijos.