El locutor radiofónico y presentador de televisión Alfonso Eduardo vive desde hace tiempo acosado por una enfermedad de tipo degenerativo, con pérdida de memoria, agravada este verano. Al punto que en un desafortunado error la edición sevillana del diario ABC del pasado 8 de julio lo dio por muerto. La dirección tuvo que pedir disculpas al día siguiente, aunque se indicaba que el popular comunicador padecía una grave dolencia.
Hacía unos pocos años que Alfonso Eduardo Pérez Orozco estaba alejado de los micrófonos y las cámaras de televisión, donde cosechó excelentes críticas por sus meritorios trabajos como comentarista musical y cinematográfico. Estaba especializado además en el flamenco, al que dedicó muchos programas, dirigiendo asimismo una revista sobre ese género.
Nacido en Montellano (Sevilla), no hemos podido hallar la fecha exacta, quizás por su coquetería, aunque podemos fijarla alrededor de hace ochenta años. Su aspecto físico no solía denotar su edad, a lo que ayudaba su espíritu joven y una permanente bonhomía. Sus compañeros siempre hemos reconocido el carácter afable que le caracterizó. Su voz era suave, tranquila, y así la expresaba tanto ante los micrófonos como en la calle, con naturalidad. Un ligerísimo acento de su tierra le daba además un toque más dulce.
Comenzó presentando en los primeros años 60 un programa musical en Radio Vida, embrión de la Cope. Popularizó en Radio España Explosión 68, siendo de los primeros en dar a conocer una lista de las canciones pop más escuchadas en ese tiempo. En Radio Nacional presentó y dirigió Estudio 15-18. Entre 1974 y 1981 mantuvo un longevo espacio en Televisión Española, Revista de Cine, mano a mano con Alfonso Sánchez al que se perdonaba su tartamudez y sus toses por los eruditos y amenos comentarios. Buen entrevistador de todas las estrellas de cine que pasaban por España, Alfonso Eduardo fue siempre un atento observador de cuantas novedades se sucedían en el cine y la música. Coincidimos con él en múltiples estrenos, festivales, jurados donde se mostraba cordial y amistoso con todos sus colegas, sin divismo alguno, en una profesión en la que tantas envidias y zancadillas se producen.
Puso en marcha el primer Festival de Cine de Sevilla en 1981, donde tuvo el acierto de ofrecer un homenaje a Imperio Argentina, tantos años atrás olvidada. Y desde 1983 a 1980 dirigió el Festival de Cine Ecológico de Tenerife, adonde invitaba a estrellas, como en aquella edición que contó con la presencia de Tippi Hedren.
No se le conocieron amores a Alfonso Eduardo, aunque iba a menudo acompañado por una atractiva y alta rubia, su colaboradora y secretaria. Los reporteros se interesaban por la posible boda de la pareja y él siempre iba dando largas a esa posibilidad. Nunca creímos sus amigos que daría ese paso. Y soltero ha seguido.
Lleva unos meses hospitalizado en la Residencia de Mayores Reina Sofía, de Las Rozas (Madrid). Quienes lo han visitado cuentan que su memoria hace tiempo que veranea, como solía decir César González-Ruano.