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¿Qué fue de Serena Vergano, la breve consuegra de Julio Iglesias?

Serena Vergano fue pareja de Raphael en un par de películas y se casó con Ricardo Bofill.

Serena Vergano fue pareja de Raphael en un par de películas y se casó con Ricardo Bofill.
Una imagen de la actriz | Imdb

Barcelona tuvo una activa producción cinematográfica, en particular desde los años de la postguerra. Ignacio Fernández Iquino era el más prolífico guionista, director y dueño de los estudios I.F.I. Terminó en los últimos años produciendo y realizando engendros eróticos. En la década de los cincuenta, el mejor cine negro se realizaba en la Ciudad Condal, género donde sobresalía Conrado San Martín y un primerizo Arturo Fernández. Y a comienzos de los 60 se acuñó la denominación "Escuela de Barcelona", de la que procedían autores de películas nada convencionales, surrealistas podría decirse, con disparatados, simbolistas argumentos llevados a la pantalla con una estética distinta. Y en ese movimiento, que duraría poco más de un decenio se inició la que fuera declarada musa del mismo, una milanesa nacida en 1943, Adalgisa Serena Maggiora Vergano, que acortó su identidad para ser conocida artísticamente como Serena Vergano.

Fue pareja de Raphael en un par de comerciales cintas (Al ponerse el sol y Digan lo que digan). Se casó con el más importante arquitecto catalán de la época, Ricardo Bofill, con quien tuvo un hijo llamado como el padre, que contrajo un breve matrimonio con Chabeli, hija de Julio Iglesias. Así es que Serena, muy a su pesar, también apareció por esa última circunstancia en las revistas del color en calidad de consuegra del cantante. Pero, ¿qué ha sido de ella en estos últimos años, cuando ya su nombre había quedado casi en el olvido?

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Ricardo Bofill y Chabeli | Gtres

Hija de un director cinematográfico italiano, Serena estudió Arte Dramático en Roma, debutó en el cine por mediación del marido de Claudia Cardinale, Franco Cristaldi y en 1963 posó sus reales en Barcelona para rodar un extraño filme junto a Paco Rabal, El conde Sandorf. Ya no se movería de la Ciudad Condal, compartiendo noches de proyectos y confidencias en la discoteca "Bocaccio", lugar de encuentro de intelectuales catalanes, entre los que se encontraba el joven arquitecto Ricardo Bofill, descendiente de una familia burguesa que, sin haber acabado sus estudios de Arquitectura, iba a convertirse en un profesional más cotizado fuera que dentro de España, salvo ya decimos en Barcelona, donde era muy reconocido. Amante del cine… se convirtió en amante de Serena Vergano. Y juntos se involucraron en unas cuantas películas que ella protagonizó con absoluta solvencia, una figura atractiva, rostro singular, de labios finos, sensuales. Representaba otro aire distinto a las actrices españolas de entonces; digamos, "más europea". Sus películas fueron minoritarias, que para muchos espectadores eran "un rollazo", aunque la crítica "progre" las calificara, al menos, de interesantes por su intento renovador: Noche de vino tinto, Una historia de amor, Dante no es únicamente severo, … En alguna de ellas se notaba la influencia italiana de ese cine "de incomunicación" que capitaneaba el enamorado de Mónica Vitti, Michelangelo Antonioni. En esa línea protagonizó Palabras de amor con Joan Manuel Serrat, cantautor que en ese 1968 destacaba por su repertorio bilingüe.

Los amores de Serena Vergano y Ricardo Bofill, ya casados, fueron enfriándose. No obstante él la dirigió en un filme extraño y maldito, Esquizo, que apenas vio nadie. Bofill, en un viaje a París, se enamoró como un colegial de la modelo Loulou de la Falaise, a la sazón musa de Yves Saint-Laurent. Y se fueron a vivir juntos unas temporadas en tanto Serena Vergano quedó fuera de juego. Pero continuó en Barcelona, rodando alguna que otra película erótica, caso de Marquís de Sade: Justine, cuyo realizador no podía ser otro que Jesús Franco, ducho en esas lides sadomasoquistas. Aún Serena Vergano participó en la excelente Carta de amor de un asesino, en 1972, a las órdenes del acreditado pero algo minoritario Francisco Regueiro. Y en 1987, la actriz abandonó su actividad cinematográfica española, para volver a Italia donde se casó tiempo después con un arquitecto que había sido socio de Bofill, Jean-Pierre Carniaux. Todo parecía "quedar en casa". Ya sólo pisó Barcelona de nuevo en 1989 para intervenir en el Festival Grec.

Un acontecimiento familiar, de carácter social, devolvió a Serena Vergano a Barcelona apenas unas horas, unos días tal vez. Resulta que su hijo Ricardito se había enamorado de la muy caprichosa e inestable primogénita de Julio Iglesias e Isabel Preysler, Chabelita. La familia del novio se encargó de la organización de la boda, que tuvo lugar en el edificio Walden 7 sito en el pueblo de Sant Just Desvern, lugar donde el patriarca Ricardo Bofill tenía instalado su estudio de arquitectura, amén de su residencia. Era el 11 de septiembre de 1993, fecha histórica para los catalanes de la Diada. Allí volvieron a verse las caras Julio Iglesias y su ex, Isabel Preysler; asimismo Ricardo Bofill y Serena Vergano. Todos en buena armonía: gente civilizada que sabe sonreír aunque por dentro maldita la gracia que les hacía reencontrarse en aquel "sarao". Del que los novios sacaron buen partido, pues vendieron la exclusiva del evento por treinta millones de pesetas, más el añadido de la luna de miel, por la que ingresaron en sus bolsillos otros doce millones. Boda productiva. Julio Iglesias sólo estuvo unas horas en tierras catalanas para regresar a las Américas en su avión privado. "Oliéndose la tostada", poco antes de la ceremonia nupcial se encerró con Chabeli en privado: "Hija mía, si lo piensas bien, estás a punto de renunciar a esta boda que a mí no me gusta nada, te vienes conmigo a Miami y te olvidas de ese noviete que te echaste". Pero Chabeli, que siempre fue muy testaruda, cabezona como su progenitor por otra parte, dijo que "a lo hecho, pecho". Se casó… y se "descasó" a los pocos meses, porque Ricardito Bofill, con quien almorcé una vez en un delirante encuentro (donde me regaló su primera novela, perfectamente prescindible, que dejé "olvidada" en la mesa del restaurante a propósito), resultó ser un adicto a ciertas sustancias. Era muy guapo, muy simpático, sonreía, contaba "acudits"…pero como marido de Chabeli fue un desastre.

Serena Vergano, su madre, no estaba al tanto de los tejemanejes de su retoño, pues éste se había criado junto a su progenitor. Bofill Jr. tuvo después otro romance con Paulina Rubio, que también acabó "como el rosario de la Aurora", por la naturaleza inestable de ambos sujetos. Y Chabeli, tras algún roce con otros jóvenes, acabó sensatamente casada en segundas nupcias con un orondo muchachote estadounidense, con quien ha tenido prole y ya no ha dado más disgustos ni a "papi" Julio ni a "mami" Isabel. Desde luego durante varias temporadas siguió "poniendo el cazo" para complacer al director de ¡Hola!, y alguna vez en los programas televisivos de pago, como el extinto Tómbola, donde una noche se cabreó tanto con las preguntas de Mariñas y sus "compis" que, perdiendo los estribos, se ausentó del estudio donde se emitía en directo.

Volvemos con la que fue su suegra por poco tiempo, Serena Vergano, quien en 2019 retornó a una Barcelona ya muy cambiada, como ella mismo lo estaba: aún con el destello de sus bellos ojos azules, mas con sus cabellos ya albos y su otrora anguloso y atractivo rostro surcado de arrugas. El paso del tiempo es cruel. En esta ocasión representaba un monólogo, Léxico familiar, leyendo, recitando textos de diversos autores, en el teatro barcelonés Akademia. En la última fila no perdía ripio de cuanto sucedía en el escenario Ricardo Bofill Jr. Y aún a principios de este año, la actriz seguía en activo, homenajeando a su compatriota Federico Fellini en su cumpleaños a través de otra representación teatral. Luego su biografía, ahora ya en la escena y no en el cine, aún no ha concluido, no está jubilada del arte. Superviviente de aquellos gurús de "Bocaccio", de los que apenas ya no queda casi nadie: Colita la fotógrafa, Maruja Torres y alguno más. Donde Serena Vergano oficiaba de musa, de un ambiente, ¡ay!, desaparecido; un mundo que no tiene nada que ver con la Barcelona de hoy, tan problemática en varios sentidos. Una pena de aquella gran ciudad que fue, hoy tan mal administrada.

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