Los planes de El Cigala recién llegado del Caribe
El Cigala vuelve a España después de pasar la pandemia en Santo Domingo.
Diego El Cigala está de gira veraniega por toda España, con auditorios más reducidos por exigencias sanitarias y no porque él no pudiera arrastrar más espectadores a sus galas. La pandemia le sorprendió en Santo Domingo, donde vive desde 2014 y es ciudadano de esa república caribeña. La vida ha sido dura para este gitano madrileño de cincuenta y un años, que perdió a su primera mujer, con quien tenía dos hijos. Al poco tiempo encontró a otra compañera, que le ha dado otros dos retoños. Allí dice estar muy contento, se desplaza por escenarios americanos y sin abandonar el flamenco cultiva más ahora repertorio cubano y mexicano. Todo ello gracias a su versión de "Lágrimas negras" con Bebo Valdés: "Me cambió la vida", razona.
Diego Ramón Jiménez Salazar procede de una familia de gitanos salmantinos. Su madre, Aurora, era hermana de Rafael Farina: de ella aprendió el buen son de las bulerías, los fandangos, incluso las coplas. Tenía sólo doce años cuando ganó en su especialidad musical el concurso "Gente Joven", de Televisión Española. Su trayectoria desde entonces lo llevó a tierras tan lejanas como Japón, escapándose de casa, enrolado en compañías flamencas. En aquella primera gira nipona, unos guitarristas, los hermanos Losada, lo motejaron como "El Cigala", lo mismo que existía ya el mítico "Camarón". Lo mismo podían haberlo llamado "El lagartija", por lo mucho que se movía, de un lado para otro sin estarse quieto. Respecto a lo de su nombre compuesto fue un lío causado como ha ocurrido entre tantas familias llegada la hora del bautizo. Ante la pila eclesial discutieron su padre y uno de sus tíos. Al final se impuso la idea de apadrinarlo como Diego Ramón, aunque el chico, ya despuntando, decía siempre llamarse por este último apelativo. "Camarón de la Isla" le sugirió que mejor le iba a ir anunciándose como Diego El Cigala. Y así ha quedado.
Conoció a la que sería su primera esposa, Amparo, en un bar de amigos. Ella le dijo que le gustaba mucho su forma de cantar. El halago fue el principio de su relación sentimental, sellada cuando fueron juntos a un recital de Paco de Lucía. Veinticinco años de felicidad hasta que un maldito cáncer acabó con la vida de ella, el 15 de agosto de 2015, en Punta Cana. Allí vivían desde dos años atrás. Fecha que él no ha podido olvidar. Esa noche actuaba en el Hollywood Bowl, de Los Ángeles. Conozco el inmenso lugar, por donde pasan los más grandes de la música, sobre todo latinos. Antes de volar durante diez horas para cumplir su contrato, veló el cadáver de Amparo, se abrazó a sus dos hijos, lloraron juntos largo tiempo. Y él tuvo que marcharse, salir a cantar escondiendo sus lágrimas, que podían simbólicamente ser negras, como su amarga pena. Y con toda el alma fue desgranando su repertorio pensando solo en ella, en Amparo, su gran amor.
Al año siguiente, 2016, rehizo su vida al lado de Quina, con quien tiene otros dos hijos. Una jerezana que lo ha ayudado a seguir su camino artístico. Hubo una época que Diego El Cigala tampoco ha olvidado: cuando se atiborraba de drogas. Al nacer su primer hijo pensó que no podía continuar a merced de sustancias psicotrópicas. Le recetaron metadona y se fue un largo tiempo a un lugar tranquilo para desintoxicarse. Ahora asegura que controla, que ya no va a pasar por aquella experiencia.
De cantar en festivales flamencos (lo recuerdo en uno agosteño durante la feria de Almería) siguiendo ortodoxamente los palos del género, la vida le cambió cuando el director de cine Fernando Trueba, experto en un universo musical muy amplio, lo convenció para actuar junto a Bebo Valdés. El genial pianista cubano fue su mejor aliado cuando juntos grabaron "Lágrimas negras". Un exitazo mundial. Grabaron varios discos, realizaron giras por España, Europa, Hispanoamérica. Vendieron un millón y medio de copias de aquel tema del Trío Matamoros y conquistaron un Grammy.
Así, Diego El Cigala, se convenció de que, sin renunciar a sus cantes genuinos de siempre, podía llegar a más públicos adaptando boleros, rancheras y números de salsa cubana con toques aflamencados. Siempre lo había acompañado un guitarrista, pero se ha acostumbrado ahora a serlo por un pianista. No en vano su presente gira lleva por título "Cigala, voz y piano". Para el próximo año tendrá listo su disco "Cigala canta a México". Y desde las playas dominicanas de Punta Cana seguirá planeando sus actuaciones que lo han convertido en un gitano rico y admirado por millones de seguidores. Pero este verano podremos disfrutar de su arte en algunas capitales españolas. Ya ha iniciado esa gira primero por varias ciudades norteñas.
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