Unas veces barbado, otras con bigote y ahora nuevamente sin aditamentos capilares, el actor madrileño Gonzalo de Castro sabe sacar provecho de sus personajes, más en el teatro y la televisión que en el cine, aunque estos días tenga en la cartelera una de las primeras películas que han llegado al público tras la pandemia, La maldición del guapo. En la comedia o en el drama se luce con su prestancia física y una voz armoniosa y bien timbrada. Siendo harto popular por sus apariciones en la pequeña pantalla (7 vidas, Doctor Mateo, B.B. De boca en boca) es a su vez, paradójicamente, un desconocido en su vida particular. Sabe protegerla. Discreto, dijo en un chat: "No me gusta que husmeen en ella". Y esa conducta la sigue manteniendo.
Se sabe de sus amores con dos actrices que, casualidad, se llaman igual: dos Natalias. La primera fue Nathalie Poza, cuyo nombre galo obedece a que su madre es francesa, de padre español. Cinco años duraron juntos, hasta 2008, cuando ambos se encontraban en la compañía teatral Animalario. Hacían buena pareja. Hasta que se dijeron adiós.
Dos años después Gonzalo tuvo por compañera en la serie Doctor Mateo, (personaje protagonista de nacionalidad española pero radicado en Nueva York) a una vivaz Natalia Verbeke, que había roto con el pródigo en amores Gonzalo Miró y después con el torero Miguel Abellán. En Gonzalo de Castro, Natalia Verbeke halló una estabilidad sentimental que hasta entonces parecía no haber gozado: tres años en los que hasta los fotografiaron junto al mentado Abellán. Esos reencuentros que a veces suceden en el mundo farandulero que no terminan de mala manera. Como todos eran solteros, aquí paz y después…
Después, Natalia Verbeke tuvo otros amores, no así Gonzalo, o al menos si los tuvo fue tan callado que no nos enteramos. Y así continúa: soltero y sin compromiso. Ha pasado el confinamiento en un pueblo madrileño, cercano a la sierra de Gredos, por lo visto en absoluta soledad, cocinando, lavando platos y poniendo lavadoras al tres por dos. ¡Ah, y leyendo mucho! Porque Gonzalo no es un indocto y ha sabido llenar sus muchas horas de aislamiento con más de un libro entre las manos. El estado de alarma le sorprendió en Barcelona, donde rodaba capítulos de la serie El inocente, para la plataforma Netflix. Y cuando pudo volver, hace pocas semanas, hubo de someterse a la promoción de su comedia cinematográfica ya citada al principio, La maldición del guapo; historia de un estafador que al salir de la cárcel se reúne con su hijo, con quien en el pasado tuvo un mal rollo, y éste le pide ahora que le eche una mano porque le han robado en la joyería de su propiedad. Gonzalo de Castro ha tenido que rasurarse otra vez el rostro por decisión del director del filme, en el que su hijo de ficción lo interpreta Juan Grandinetti, que lo es en la vida real del estupendo actor argentino Darío Grandinetti, que desde hace un par de años es pareja sentimental de la ex de Imanol Arias, Pastora Vega.
Gonzalo de Castro tiene pendiente rodar otra cinta, La mujer perfecta, que le servirá para reencontrarse con Belén Rueda, con quien ya coincidió en la serie B.B, él como director de una revista femenina y ella como redactora-jefe. Y asimismo Gonzalo sueña con retornar a los escenarios pues, si bien queda dicho que su popularidad y dinero los ha obtenido en televisión, es el teatro donde mejor da rienda a su vocación artística. Ahí ha quedado su más reciente presencia teatral representando El precio, de Arthur Miller.
Cuando sólo le quedaban un par de asignaturas de Derecho, abandonó la carrera para ser actor. Un salto sin red, pues sus comienzos resultaron más duros de lo que esperaba. Hubo de ganarse al principio la vida como figurante, después ascendió a ayudante de dirección, se marchó a Buenos Aires en busca de mejores horizontes y regresó un tanto alicaído, hasta que aquí le permitieron actuar en un reparto tal y como quería, con un papel destacado. Y eso le llegó ya contando treinta y cinco años, edad en la que pudo saborear, meditar al tiempo su primer éxito y asimismo la inestabilidad del oficio que eligió.
Del cine recuerda su papel en Las furias, pero es consciente de que su carrera no sería la misma de no haber interpretado el personaje del camarero Gonzalo Montero de 7 vidas, la serie que estuvo programándose desde 1999 hasta 2006; la que convirtió a Gonzalo de Castro en un rostro familiar para los millones de telespectadores que la vieron.