Alejandro Sanz es un cantante de reconocido éxito mundial, pero con muchos problemas en su vida sentimental. No parece haber tenido suerte con las mujeres que eligió como compañeras. Ahora mismo pleitea con su exesposa, Raquel Perera, por las divergencias que entre ambos mantienen acerca del divorcio que han solicitado. Lo triste en este caso es que tienen dos hijos, víctimas inocentes de la ruptura de sus padres.
Alejandro Sanz, que en realidad se apellida Sánchez Pizarro y tiene en la actualidad cincuenta y un años, ha sido desde su juventud un temprano seductor. Cuando su padre, guitarrista y miembro de un trío musical, le proporcionó algunos contratos en puticlubs madrileños, ya tenía a su alrededor maduras fulanas que lo acosaban. Época en la que lo anunciaban como El Cané, apodo que lo remitía a un juego de naipes.
Al iniciar su etapa discográfica dieron en motejarlo como Alejandro Magno en un vinilo hoy cotizadísimo. Dicen que hay coleccionistas que pagarían miles de euros por ese álbum. El caso que nos ocupa nos lleva a su triunfal carrera, a partir de comienzos de los años 90, cuando sus admiradoras se apostaban a las puertas de su domicilio, lo llamaban incesantemente por teléfono y en las giras se colaban en su habitación. Partido sacó Alejandro de aquellas persecuciones femeninas. No se entiende cómo un informador (poco informado, evidentemente) publicó que el intérprete madrileño no se atrevía a "salir del armario" y se escudaba en una supuesta boda con una mexicana. Aquello le costó al autor de la crónica una demanda, que ganó por supuesto Alejandro Sanz.
Lo que sí era cierta es su relación sentimental con Jaydy Mitchel (su apellido se escribe con t y no sin ella como figura erróneamente en algunas publicaciones), una modelo que vino a Madrid en busca de horizontes profesionales, dudando si dedicarse mejor al periodismo. Fue Luis Cobos quien les presentó. Instante en el que Alejandro se quedó medio patidifuso mirándola. "¿Qué te parezco?", le preguntó él. Y ella: "Un gilipollas". Se hicieron amantes en poco tiempo, casándose en Bali el 31 de diciembre de 1999. Boda sin ninguna validez, al no estar sellada en consulado alguno, ni en un juzgado. La pareja, sin papeles por medio, duró hasta 2005. En ese periodo de aparente felicidad, con una niña llamada Manuela fruto del amor de la pareja, Alejandro le puso los cuernos, al menos una vez que pueda probarse: con una diseñadora puertorriqueña, que le dio un hijo, Alexander. El cantante, al menos, ha sido consecuente con sus aventuras sentimentales, reconociendo a su prole.
Cuando en 2012 apareció en su vida la guapísima Raquel Perera, Alejandro Sanz contó a sus íntimos que esa era la mujer que estaba esperando. Por eso fue con la única que aceptó matrimoniarse por la iglesia, tras hacerlo en un juzgado. Aquella ceremonia tuvo lugar en Jarandilla de la Vera (Cáceres) el 26 de mayo de 2012, donde reunió a sus mejores amigos. Fiesta por todo lo alto, difusión del evento en todas las revistas. Y Alejandro disfrutando como nunca lo habíamos visto. Hasta que hace justo un año, en julio, tarifaron. De mala manera, como se ha comprobado ahora, pese a tener dos hijos, Dylan y Alna, con los que el cantautor decía enloquecer cada vez que los veía; no mucho, dados sus continuos viajes por razones profesionales.
Raquel Perera ha demandado a su exmarido. Le pide cuarenta mil euros mensuales en concepto de pensión alimenticia. Mas no sólo eso: la mitad de los bienes desde que legalmente fueron esposos. Depende de si firmaron o no la cláusula de separación de los mismos. Ella alega que se dedicó en cuerpo y alma a la carrera de su marido, y después a la crianza y educación de sus retoños. Alude asimismo a que llegó a presidir algunas de las empresas que estaban a nombre de Alejandro.
La demanda de divorcio la ha emprendido ella en la Corte de Miami, al ser la capital del estado norteamericano de Florida donde él reside. Parece que a Alejandro Sanz, según sus abogados, le interesaría más que se resolviera en España. Sea como fuera este embrollo judicial, de momento, de cara a su carrera, nada le favorece al cantante, a quien además debe afectarle la causa cada vez que se sube a un escenario, por muy frío y distante que se muestre.
También tiene otros asuntos jurídicos que le han perjudicado, como la pérdida de su mansión en Miami. La había puesto a la venta el pasado año por una cantidad elevada, alrededor de doce millones de euros traducidos en dólares. Después, retiró la oferta. Pero en realidad lo que ocurrió es que debía un préstamo inmobiliario a un banco, de siete millones de dólares, al que no hizo frente, probablemente por un fallo de memoria de su administrador. Sea la causa que fuera, el banco en cuestión, al no saldarse esa deuda, se ha hecho cargo del inmenso chalé, donde tantos buenos ratos había pasado Alejandro, entre éxitos musicales, ligues y encuentros con amigos, entre los que siempre ha estado Miguel Bosé. Quizás sus seguidores ignoren que, hace años, Alejandro pasó más de medio año viviendo en la residencia de Miguel en Somosaguas, Madrid. Donde a veces se metía en la cocina y servía comidas a Lucía y a su hijo. Ella llegó a decir: "Ningún hombre ha cocinado para mí tan bien como Alejandro".
Sigue la vida. Y Alejandro Sanz está forrado de dinero. De popularidad. De éxitos: veinticinco millones de discos vendidos. Veintitrés Grammys latinos en las estanterías de su residencia. Y con su corazón partío tras esos amores rotos que aparecen en su biografía sentimental, comparte ahora el amor con una artista cubana llamada Rachel Valdés. Conociendo al cantante ¿le durará mucho tiempo esta compañía femenina? Ojalá encuentre a esa mujer que tantas veces es argumento central de sus románticas canciones.