Joaquín Sabina se casa con Jimena Coronado tras una larga convivencia
Sabina se ha casado con la Jime, Jimena Coronado, en una ceremonia íntima a la que han acudido Grande Marlaska y Serrat.
Joaquín Sabina se ha casado el mediodía del lunes 29 de junio, en la intimidad de una sala de los Juzgados madrileños de la calle de Pradillo con su novia y compañera de los últimos años, la peruana Jimena Coronado. Ceremonia a la que han asistido muy pocos amigos y conocidos de la pareja, entre ellos el ministro del Interior Fernando Grande Marlaska y Joan Manuel Serrat, íntimos amigos del novio. De la familia, sus dos hijas.
Recordemos que ya en noviembre último, rompiendo la discreción que Sabina deseaba a la hora de casarse, fue Serrat quien dio la noticia de que su colega "le había pedido la mano a la Jime", como ella es llamada en la intimidad. Al de Úbeda no le hizo mucha gracia que se divulgara ese deseo, pues además supimos que, siguiendo un antiguo ritual, Joaquín se puso de rodillas ante Jimena, le colocó un anillo de gran valor y selló así su compromiso. La celebración del enlace se fue retrasando, por dos motivos fundamentales: uno la caída en el foso de los músicos cuando actuaba junto a Serrat en el madrileño Palacio de los Deportes, que lo tuvo encamado varios meses, dolorido y con su gira ya definitivamente cancelada, cuando a los dos ídolos del pop nacional aún le quedaban varias plazas donde actuar. Y la segunda de las razones es fácil de deducir: la pandemia.
Nos habíamos olvidados de la promesa de Sabina a Jimena de casarse este año. Y el ubetense la ha cumplido. Es su segundo matrimonio, cuando él fue siempre enemigo de pasar por la vicaría o el juzgado. Lo primero ya lo hizo el 18 de febrero de 1977 cuando se casó en Palma de Mallorca con la argentina Lucía Inés Correa. Se habían conocido durante el periodo de siete años que el cantautor jienense pasó en Londres, donde se autoexilió tras colocar un artefacto explosivo a las puertas de una entidad bancaria de Granada. Su padre, comisario de policía, vivió con tristeza aquel episodio y la ausencia en casa de su hijo. Pero Joaquín Ramón Martínez Sabina era un bohemio, un "hippy", tipo independiente que vivía al margen del franquismo y de cualquier compromiso convencional. Aunque al regresar a España nadie pudo librarle del servicio militar, que cumpliría en la capital balear. Allí estaba con su amiguita Lucía Inés, claro está que ella esperándolo en un pequeño piso y él en el cuartel. Enteróse Joaquín, que todavía no había decidido convertirse en cantautor, que casándose obtendría inmediatamente el llamado "pase de pernocta", que le permitía salir a las dos de la tarde hasta el día siguiente. No se lo pensó dos veces, convenció a su amante argentina y celebraron su enlace religioso. La treta le fue bien a Sabina, pues para mantener a su flamante esposa pudo encontrar por las tardes un trabajo de colaborador en el diario Última Hora mallorquín, donde fueron muy celebrados sus artículos de política internacional. Pero en poco tiempo se cansó de su vida de casado. Y al cumplir la "mili" y tras un tiempo en Madrid, le dijo a Lucía Inés que hasta ahí había durado su unión. Fuéronse a casa uno por su lado, él con nuevas novias y ella con Manolo Tena, lo que a Joaquín le supo "a cuerno quemado". Que se marchara con otro, bien, pero con un colega… Y se lo reprochó al desaparecido creador de "Sangre española".
La biografía amorosa de Joaquín Sabina se incrementó a base de constantes enamoramientos. El más potente con la hija de un exministro de UCD, Alberto Oliart: una bellísima joven llamada Isabel, que acudió un día a escuchar a Sabina y sus cuates (Krahe y Alberto) en la sala Elígeme del barrio madrileño de Malasaña. Aquella noche se conocieron. Joaquín la invitó a tomarse una copa en otro lugar muy frecuentado en los tiempos de "la movida", El Sol. Terminaron en el amplio piso de Joaquín cuando ya amanecía. De su prolongada relación les nacieron dos hermosas criaturas, Carmela Juliana y Rocío.
Conociendo a Sabina, aquel romance no podía durar demasiado tiempo. Porque aún sin romper con Isabel Oliart mantuvo otros. Cristina Zubillaga fue de las mujeres que más amó, y en quien se inspiró para componer algunas de sus canciones más conocidas. Luego de romper con ella vino su "rollo" con otra argentina, Paula Seminara.
Transcurría 1999 cuando Joaquín Sabina estaba en Sudamérica de gira, recalando en Perú. Soportó una rueda de prensa. Entre los periodistas se hallaba una atractiva fotógrafo del diario local El Comercio. Aquel día, en el hotel Sheraton limeño se produjo el primer encuentro entre el cantante y Jimena Coronado. Hubo "chispas", miradas cruzadas entre ambos. Pero Joaquín emprendía viaje a otras capitales. Pasó el tiempo. Ella le escribió una larga, emotiva y romántica carta. Con su habitual desdén (sabido es que Sabina nunca usa el teléfomo móvil, "pasa" de llamadas y mensajes) no la abrió hasta transcurridos unos meses. Se reencontraron en México. Sellaron su amor. Juntos, aterrizaron en Madrid. La Jime, como él la llama dulcemente, se convirtió en su inseparable compañera, en su mejor secretaria, la que le organiza su vida a diario en cotidianas tareas. Porque es un artista, un intelectual ¿por qué no?, aunque le fastidien todas las etiquetas que le endosan. Un escribidor, un estupendo sonetista, un contador de historias, un juglar urbano. Decir Sabina, basta. Lo conocen en todos los lugares de España. También en Argentina, México y otros países goza de suficiente notoriedad. Jimena lo ha ayudado a ir abandonando sus vicios, el tabaco, otras sustancias, la bebida… y las mujeres, pues no se conocen "ligues" del ubetense desde que se comprometió con esta diligente, activa peruana.
Se ha casado Sabina. ¿Qué dirán sus miles de admiradoras? ¡Felicidades!
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