Rocío Flores, todavía recién llegada de Honduras, ocupa la portada íntegra de la revista ¡Hola! con una entrevista en la que formula, ya sin rodeos, su mayor deseo: acercarse a su madre Rocío Carrasco, con quien lleva siete años sin hablarse.
"La relación con mi madre debe arreglarse. Es una persona fundamental en mi vida", dice Rocío, que abandonó el domicilio de su madre para irse a vivir con su padre, Antonio David Flores. "He pensado muchas veces en mi abuela; si estuviera aquí, estoy segura de que nada de esto hubiera pasado", lamenta.
Rocío asegura que no busca la fama y no la buscaba cuando fue a Supervivientes. "No he ido a Honduras para aprovecharme de la imagen de mi madre, sino para que la gente conozca cómo soy". Una estancia que ha servido a los espectadores para conocerla mejor: "He aprendido a creer mucho en mí y valorar otras cosas a las que no das importancia en el día a día, como estar con tus seres queridos. Mi balance es positivo".
Con un lujoso posado que muestra una faceta hasta ahora desconocida de Rocío Flores, la "superviviente" intenta solucionar sus problemas familiares ocupando el lugar tradicionalmente reservado a, precisamente, personajes como la propia Rocío Carrasco, que hace no pocas semanas protagonizó su propia portada ignorando las peticiones de su hija.
La entrevista quizá no guste demasiado a Rocío, ya que su hija también sugiere algunos momentos incómodos en esa relación. Por ejemplo, sobre sus reiterados intentos de establecer contacto, asegura que "ya lo he hecho muchas veces, pero no ha habido respuesta (...). En estos últimos años la he llamado unas seis veces y solo me lo cogió una vez. Fue para preguntar por mi hermano y la respuesta que obtuve no fue muy agradable".