El pasado 27 de febrero Manuel Alejandro cumplió ochenta y siete años, provecta edad que no le ha impedido seguir componiendo románticas canciones, casi todas ellas, tras una larga y fecunda carrera musical, inspiradas, dedicadas a su segunda esposa, la que en su día lo trajo de cabeza para conquistarla, puesto que ella "le daba calabazas" constantemente… hasta que cayó en sus brazos. Pero es que el músico aún estaba legalmente casado con su primera mujer.
Es Manuel Alejandro el compositor de canciones ligeras más importante en España e Hispanoamérica desde que se inició en ello al comienzo de la década de los 60 del pasado siglo. Le hizo competencia otro prolífico colega, ya fallecido, Augusto Algueró (hijo). Muchos lo identificaron hace tiempo como el autor que más tiempo estuvo ligado al repertorio de Raphael en su primera época, mas no hemos de ignorar que Manuel Alejandro ha brindado más de un éxito a un sinfín de artistas: Nino Bravo, Rocío Jurado, Julio Iglesias, El Puma, Isabel Pantoja, Plácido Domingo, Jeanette, Luis Miguel… ¿Quién no ha escuchado alguna vez las canciones que a continuación referimos? Por ejemplo: "Yo soy aquel", "Hablemos del amor", "Digan lo que digan", "Cuando tú no estás", todas ellas estrenadas por el ídolo de Linares. Y de otros intérpretes de relieve: "Mi amante amigo", "Procuro olvidarte", "Se nos rompió el amor", "Señora", "Soy rebelde", "Voy a perder la cabeza por tu amor"...
Anécdotas en su amplia biografía las tiene a puñados, aunque Manuel Alejandro es poco amigo de entrevistas y las veces que hemos conversado con él casi tuvimos que sonsacarle datos, opiniones y recuerdos. No es porque sea antipático: todo lo contrario, cortés, agradable. Pero poco comunicativo con los periodistas. Le propuse, atendiendo la sugerencia de un amigo común, publicar su vida, y, tras compartir una grata reunión en el hotel Meliá-Castilla, dijo que no tenía interés alguno. Nos tomamos unos whiskies, intercambiamos chistes y algunas anécdotas pero como dijo el clásico, fuese y no hubo nada.
Se supone que ha leído mucha poesía si repasamos las letras de su repertorio, pues se ha inspirado en vates de su predilección. Hay una de alto contenido erótico, que acaso en su momento pasó inadvertida: "Amores a solas", donde se refiere a una masturbación femenina en la playa. Tema que grabó Rocío Jurado sin dificultad alguna. Para ella creó, entre otras piezas, "Lo siento mi amor".
Manuel Álvarez-Beigbeder Pérez nació en el barrio jerezano de Santiago, caracterizado por ser epicentro del flamenco, del que salieron grandes figuras calés. Con la carrera terminada en el Conservatorio tuvo que luchar por una lesión sufrida cuando tenía dieciséis años, que le afectó a su brazo derecho: no puede estirarlo desde entonces. Ello le impidió dedicarse con todo su empeño a la música clásica, cuando creía poseer suficiente cultura musical para interpretar al piano o dirigir orquestas con partituras de Chopín, Schumann, Beethoven, Bach, Stravinsky, algunos de su compositores preferidos. Y al ver disminuida su capacidad física por el lance mencionado, fue cuando tomó la determinación de ganarse la vida con la música ligera. Necesitaba sacar partido del tiempo que dedicó a los estudios, con gran sacrificio de su familia numerosa en cuya casa entraba poco dinero.
Dejó Jerez de la Frontera a los veintiún años y se instaló en Madrid, donde vivió modestamente al comienzo de la década de los 50. Encontró trabajo en Radio Madrid, pero no el que deseaba por sus estudios musicales, sino al cuidado de los efectos sonoros en las radionovelas: simulando con algunos artilugios los sonidos del viento, el cabalgar de unos caballos o el ruido de una puerta. Nada de ello tenía que ver con sus afanes como pianista. Detrás de la emisora situada en la Gran Vía, hay una calle llamada "de la Ballesta", que albergaba varios puticlubs, en uno de los cuáles, Tú y Yo, pudo al menos ganarse la vida. Tocando el piano sin que nadie le hiciera maldito caso, rodeado de mujeres en busca de clientes que llevarse al catre. Así estuvo Manolo un par de temporadas. Frecuentaba la academia del maestro Manuel Gordillo, en la muy céntrica Cuesta de Santo Domingo, donde conoció a Rafael Martos Sánchez, Raphael, que había ganado el Festival de Benidorm de 1962. También Manuel Alejandro había presentado al certamen su primera composición, "Alguna vez", que defendió el vocalista más popular de entonces, el primero en su género que tuvo un club de fans, José Guardiola, barcelonés. Aquella melodía le proporcionó veinte mil pesetas, una pequeña fortuna entonces para quien andaba siempre con sus bolsillos medio vacíos.
De aquellas visitas al estudio del maestro Gordillo le surgió la oportunidad de componer para Raphael y de ser su pianista y director de orquesta en sus primeros tiempos. A partir de 1975, con la participación del citado en Eurovisión cantando "Yo soy aquel", la vida de Manuel Alejandro cambió por completo. Y poco a poco alcanzó una dimensión fuera de nuestras fronteras, en Europa y sobre todo en Hispanoamérica. Su figura se hizo pronto popular, aunque no apareciera como protagonista en las publicaciones del corazón, por su timidez y contundente afán de pasar lo más inadvertido posible. Sólo le interesaba que se conocieran sus canciones. Llevado por cierto narcisismo quiso él también darlas a conocer con su voz. Y ahí, fracasó. En Benidorm participó, sin suerte, con "Se muere por mí la niña". Grabó dos o tres discos, uno de ellos con una emotiva pieza, "Esa mujercita", dedicada a su madre. Quizás la que más difusión tuvo fue "Manuela", pese a que ello se debió no a su versión, sino a la del bilbaíno Koldo.
A todo esto, Manuel Alejandro se había casado, muy joven, con Helena Gómez Estrada, con quien tuvo tres hijos. Nunca quiso aparecer con ella en las revistas. A ella la conocí fugazmente una noche en cierta discoteca: alta, atractiva, quien tampoco quiso desvelar el por qué de su fracaso con el compositor, en 1963, tal vez muy enamoradizo. Quien a poco de su desengaño en sus primeras nupcias encontró a la mujer de su vida, según me confesaría: Purificación Casas Romero. Le costó lo suyo ennoviarse con ella, que lo rehuía hasta que por su tenacidad logró conquistarla. Pero no podían legalmente casarse. En el entorno familiar de Manuel Alejandro su emparejamiento con Purificación fue mal visto. Optaron por marcharse una larga temporada a Portugal donde en 1964, instalados en Estoril, Manuel Alejandro pudo subsistir tocando el piano allí donde lo contrataran. A su regreso a Madrid, ya sin importarle que lo acusaran de estar "amancebado", fue cuando estableció relación profesional con el maestro Gordillo y Raphael.
Quiso más adelante Manuel Alejandro, sin poder legalizar su unión con su nueva mujer, darle a ella protagonismo, y optó por considerarla coautora de buena parte de sus creaciones. Pero con un sobrenombre, el de Ana Magdalena, tomando como referencia el apelativo de la segunda esposa de Juan Sebastián Bach: Ana Magdalena Wilcke. ¿En verdad Purificación Casas Romero, o Ana Magdalena, era autora de esas piezas que firmaba al alimón? Puede que, amén del detalle, aconsejado por su asesor fiscal, Manuel Alejandro buscara un medio de diversificar sus negocios editoriales, los derechos de autor. El caso es que Purificación es la receptora de la mayor parte de creaciones de su marido; en ella piensa siempre a la hora de componer.
Manuel Alejandro llegó a cobrar diez millones de pesetas, hacia 1970 o al menos durante esa década, por un álbum de doce composiciones, cuando las casas de discos le pedían material inédito. Unos años después su cotización subía a cien millones por lo mismo. Era su época de oro, los años setenta y ochenta: lo que ningún otro colega, al menos en España, percibía por su trabajo. Y es que constituía una inversión segura para una editora o un cantante. Nunca supimos de sus escapadas fuera de España, su silenciosa vida en Miami u otras capitales de habla hispana. Invirtió en algún negocio que le fue nefasto para sus finanzas. Y corrió el rumor entre la familia musical de que estaba medio arruinado. También otro relativo a las razones del por qué no retornaba a España. Esos misterios que el cauteloso e introvertido personaje se ha guardado para sí. Pero como sus derechos de autor, dada la gran cantidad de títulos millonarios en ventas, han sido elevados, permitiéndole vivir "a lo grande", Manuel Alejandro fue recuperando, con creces, lo perdido. Quienes conozcan al compositor, no muchos, saben de sobra su aparente desapego al dinero. Prefiere dar la sensación de ser un bohemio de lujo, al que sólo le importan dos cosas en esta vida: la música y su familia. Contaba Alfredo Fraile en sus jugosas memorias que una vez estuvo en casa del compositor, sorprendiéndole que apenas estuviera amueblada, pero con un piano situado en el inmenso salón de la vivienda.
El matrimonio tuvo cuatro hijas, que unidas a los tres retoños de su primer matrimonio convierten a Manuel Alejandro en padre de familia numerosa. Una de aquellas, Alejandra, es con quien más colaboración artística mantiene. Ambos han creado un espectáculo musical, seleccionando los mejores títulos del jerezano, que pensaban, antes de la aparición del coronavirus, estrenar a finales de este 2020. Y aunque en la actualidad Manuel Alejandro compone, siempre con lentitud, aunque no tenga la misma actividad que décadas atrás, está al corriente de la irrupción de jóvenes artistas, los que vienen dándose a conocer en concursos televisivos. Aitana, por ejemplo, le ha cantado "Procuro olvidarte", y Amaia Romero, "Soy rebelde". Un par de ejemplos solamente de que la música de Manuel Alejandro no ha pasado de moda. Sencillamente porque hace ya tiempo que se convirtió en un clásico de la canción popular, o comercial como decían críticos rigurosos. Y que sólo con los derechos de autor acumulados periódicamente puede considerarse muy justamente recompensado. Desde luego, Manuel Alejandro siempre dirá que su satisfacción mayor es saber que muchas parejas siguen enamorándose gracias a sus románticas melodías.