Julio Iglesias pasa estas últimas semanas su tiempo en la millonaria mansión que posee desde 2003 en Punta Cana (República Dominicana). Escribir que pasa alli su confinamiento no deja de ser un sarcasmo, en cierto modo. Por supuesto que le sería muy difícil encontrar un lugar del mundo donde desplazarse sin temor a contraer el coronavirus. Y su residencia dominicana es tan suficiente amplia y llena de paradisiacos rincones y paisajes que, aun por muy conocedor de todo ello, en modo alguno podría en las actuales circunstancias serle agobiante, como sí le resulta a quien ve pasar los días en una casa de setenta metros cuadrados rodeado de su familia. Lo que ignoramos es si están con él Miranda y los cinco hijos habidos en su último matrimonio. El cantante prefiere muchas veces en los últimos tiempos permanecer solo en Punta Cana, en tanto su esposa y prole habitan la casa de Miami, propiedad de hace pocos años tras vender por trescientos millones de dólares la otra de Indian Creek, en la que tanto tiempo residió tras separarse de Isabel Preysler. Con quien quizás es muy posible contactara hace dos meses cuando falleció el Marqués de Griñón. Suposición que no hemos podido contrastar. Lo que sí sabemos es que Julio Iglesias conoció un día en una cena a Carlos Falcó, presentados por el Rey don Juan Carlos, contándose que el cantante y el empresario aristócrata quedaron como buenos amigos al final de la velada. Gente civilizada, que se dice en estos casos.
Corre cierto rumor de que el autor de "La vida sigue igual", con la que inició su carrera musical tras ganar el Festival de Benidorm de 1968, se había planteado ahora cambiar algunas estrofas de su canción. Todo porque ha considerado, quizás, que con la inesperada pandemia que llena de preocupación en todo el mundo, podía ser indicada una segunda versión revisada de su letra. Comenzando así: "Yo canto a la vida / y me siento dolido. / La vida me canta / y yo se lo pido..." Y en la parte final, la frase original de "Siempre hay por qué luchar..." que continuaría siendo tan válida como oportuna. ¿Quien ha divulgado esa posibilidad? Desde luego el encargado de prensa de Julio, si es que ahora lo tiene, nada ha dicho. Es posible que algún cercano al intérprete o bien en alguna entrevista allende los mares haya sido el propio Julio quien reflexionase sobre el drama. Y bien en serio o como un guiño está en el aire esa alteración de la letra de su primera creación.
Volviendo a su confinamiento en Punta Cana, allí le sorprendió semanas atrás el fallecimiento de su suegra, la madre de Miranda, Paula Bakker, a cuyo sepelio no pudieron acudir. Los días transcurren para Julio dándole vueltas a si le será posible actuar el próximo verano en España, donde no canta desde hace seis años. Tiene contratadas galas en Fuengirola, Alicante, Chiclana, Mérida y Córdoba, con las entradas vendidas con mucha antelación al menos en la ciudad del Teatro Romano, escenario que pisaría por vez primera. Sus jornadas cuando se halla en Punta Cana no varían. Dedica tres horas a ejercicios gimnásticos, natación, como ha hecho siempre, paliando así los dolores que de vez en cuando le recuerdan aquel dramático accidente de su juventud. No tiene, de momento, canciones nuevas a la vista, pero sí un compromiso con su buen amigo, el matador de toros Enrique Ponce, para grabar a dúo una canción, que integraría el disco que el diestro valenciano prepara con composiciones del grupo Materia Prima, con el que ya se lució interpretando un bolero. Y es grato escucharlo, aunque no pretenda dejar de vestirse con traje de luces.
Julio Iglesias quería desprenderse de la mayor parte de sus propiedades. De algunas, así ha sucedido. Que sepamos, aunque la puso en venta, su impresionante casa de Ojén, que compró a Curro Romero, aún sigue sin ningún postor. Por ella pide ciento cuarenta y cinco millones de euros. Cuando ha venido de vacaciones la ha habitado con los suyos, feliz porque está a resguardo de "paparazzis" y mirones, que es algo que le importó mucho también al adquirir la mansión de Punta Cana, sobre la que dicen que está tan escondida que no puede divisarse fácilmente ni desde el mar ni tampoco desde tierra.
Los novecientos millones de dólares, más o menos, que le calculan posee (y Forbes es la publicación más fiable que así lo ha cuantificado) hace mucho tiempo que los ha diversificado en distintas propiedades con empresas que ha puesto a nombre de sus herederos. Que él se haya reservado un buen pellizco no quita para que piense en el futuro. Sus ocho hijos, y por supuesto Miranda Rijnsburger, serían sus beneficiarios. Entre tanto, quien lleva muchos años pretendiendo ser su noveno descendiente, el valenciano Javier Sánchez, parece que ha fracaso en su intento de que le reconozcan como hijo. ¿Está o no preocupado Julio Iglesias por ese asunto? Él no se ha pronunciado, aunque cercanos suyos hayan dicho que no le preocupa lo más mínimo. Existen versiones contradictorias al respecto. Javier, en esa larga espera del veredicto final, acaba de ser padre de una niña, Angelina, y vive con su pareja en un piso de sesenta metros cuadrados, en una delicada situación económica. Para él sí que es duro el confinamiento. Aunque sea un tópico y linde la demagogia, la vida seguirá siendo igual para muchos… en lo bueno, y en lo malo.