Ya no quedan apenas mitos en el cine. La época del "glamour" de las estrellas de Hollywood se apagó hace tiempo, digamos treinta, cuarenta años. Quizás la penúltima de todas ellas sea Barbra Streisand, que este viernes, 24 de abril, festeja su setenta y ocho cumpleaños. No ha perdido su vitalidad, como lo demuestra su deseo de emprender este año una gira de conciertos por Estados Unidos, hasta 2021, cuando hacía bastantes temporadas que estaba alejada de los escenarios. Lamentablemente, la pandemia ha retrasado esa "tournée", que aún no ha descartado realizar.
Lo de ser considerada como mito puede explicarse bien: Barbra Streisand no ha necesitado éxitos en los últimos años para que siguiera siendo recordada como una artista completa, en su doble faceta de actriz-cantante, directora cinematográfica, productora. Nacida en Brooklyn, Nueva York, el 24 de abril de 1942, era hija de un judío, profesor de gramática, del que no le quedaron recuerdos pues murió cuando apenas ella contaba poco más de un año. Su madre, secretaria de una escuela, nunca alentó los deseos de Barbra para ser actriz, que surgieron al ver un día en Broadway una representación teatral de El diario de Ana Frank. Su madre, que había vuelto a casarse, decía sobre su hija que no tenía atractivo alguno y, para completar el cuadro, su padrastro se sumó diciéndole brutalmente que era muy fea. Con todo ello, Barbra Streisand, que siempre tuvo un carácter decidido, hizo caso omiso de esos denuestos para alcanzar su primer triunfo en 1968 con la comedia musical cinematográfica Funny Girl, por cuyo trabajo recibió un merecidísimo Óscar. Hello, Dolly! contribuyó después a reforzar su estrellato, a pesar de cuantos problemas surgieron durante el rodaje: desencuentros con Gene Kelly, con su compañero de reparto, el gruñón Walter Matthau, amén de que el altísimo coste de la producción no supuso un buen negocio para los estudios. Con todo ello, esta película, que marcaría el principio de la crisis de las grandes comedias musicales llevadas al cine, tuvo excelentes críticas y, al final, no tan malas recaudaciones en taquilla. La intervención de Barbra junto a Louis Armstrong, en la última comparecencia de éste ante las cámaras, con el número final que daba título a la película, aún la recuerdan los cinéfilos de pro.
Tal como éramos, Ha nacido una estrella, Yentl, El príncipe de las mareas, incrementaron brillantemente la filmografía de Barbra Streisand, a la que premiaban constantemente por sus películas y sus canciones. Los dos últimos títulos citados los dirigió ella misma, con un reconocimiento unánime de los críticos. Precisamente para promover el estreno de Yentl, en 1983, su productora invitó a media docena de periodistas españoles (tres de Madrid, los otros de Barcelona) a una reunión con la estrella en París. Fui uno de los afortunados presentes en ese encuentro periodístico durante una hora en uno de los elegantes salones del hotel Ritz. Nos saludó el correcto español y a lo largo de una hora aprovechó el tiempo, como estaba pactado, para hablarnos de Yentl. Las preguntas ajenas a la película debíamos obviarlas. Aun así nos interesamos al final de la rueda de prensa por el manifestado deseo de Julio Iglesias de grabar un disco con ella. A lo que Barbra, con un mohín, respondió escuetamente: "Ya lo sé". Pero jamás cantó junto a Julio. En cambio, hace un par de años invitó a Antonio Banderas a que tomara parte en el último de sus álbumes. Había prohibido entonces que lleváramos cámaras. No obstante, me permití decirle a la diva que mi madre se enfadaría mucho, escéptica, si no le mostrara a mi regreso a Madrid una imagen a su lado. Le hizo gracia a Barbra mi salida y apoyando su cabeza sobre mi hombro derecho posó para mi recordado colega Agustín Trialasos, que naturalmente me entregaría la foto solicitada, así como yo le hice a él otra con la Streisand. Nos despedimos de ella satisfechos de su cordialidad. Recuerdo su figura, no muy alta, con los cabellos abundantes y rizados. Y me quedó de ella una respuesta sorprendente: "Yo en realidad nunca quise cantar". Pues, para no pretenderlo… Ahí han quedado sus extraordinarias canciones: "Evergreen", "Woman in love", la maravillosa "Memory"… Su voz de mezzosoprano está ligada a la historia de los mejores musicales de Hollywood.
Luego están sus amores, de los que no pudimos hablar cara a cara con ella, porque así, repito, habíamos aceptado aquel encuentro de París. Sólo pude darle recuerdos de su primer marido, Elliott Gould, al que yo había entrevistado sólo dos días antes en Madrid, comentándole mi inmediata cita con su "ex". Barbra me confirmó que se llevaban muy bien pues a pesar de su fracaso, convivieron durante ocho años, hasta 1971, y sobre todo tenían un hijo en común, Jason, sobre el que cambiaban impresiones periódicamente. Eliott me pareció un cachondo integral y seguro que en su fallido matrimonio también hubo recuerdos felices y divertidos: Barbra, desde luego dueña de un carácter fuerte, reunía asimismo rasgos de finísimo humor. Acerca de su hijo, lo incluyó como tal en la mencionada Yentl.
El primero de sus novios era un desconocido llamado Barry Dennen. Luego, ya en su periodo triunfal, compartió el lecho con muchos de sus compañeros o colegas que le hacían perder la cabeza, como Elvis Presley. Y cómo no, con el imprescindible seductor Warren Beatty, del que su hermana, Shirley McLaine decía que se había acostado con las más grandes estrellas. La lista de amantes de Barbra se extendió a Jon Voight, Omar Sharif, Steve McQueen, Don Johnson, Kris Kristofferson y hasta un atractivo político de renombre, el primer ministro de Canadá Pierre Trudeau. Coquetó con un tenista, André Agassi, sin llegar por lo visto a "rematar la faena", pero sí más tarde convirtió en compañero de cama al peluquero (y luego productor de cine, ahora casado con Pamela Anderson) Jon Peters. Eso de tener un "fígaro" en casa resultaba muy cómodo para quien tanto ha cuidado el físico como ella. No siendo guapa nadie puede discutir su atractivo ante las cámaras, sus frecuentes actuaciones en televisión, el medio en el que más ha aparecido en los últimos tiempos, después de su última película, de 2012, The Guilt Trip.
Sobre las celebridades del mundo del espectáculo suelen aparecer de vez en cuando episodios desagradables; algunos, no pueden ser ocultados en los medios informativos, y otros, respondiendo a esa ahora muy de moda expresión, "fake news", o sea "falsas noticias", también surgen desde misteriosos orígenes. No existían como ahora redes sociales donde difundir historias más o menos fundadas con la verdada. El caso es que en 1973, encontrándose Barbra Streisand en Nueva York, se publicó que había sido sorprendida robando en unos grandes almacenes de la Quinta Avenida. Lo que al parecer, ya le había ocurrido antes en otra tienda. Para entonces, la actriz y cantante ya tenía una acreditada popularidad, se le suponía dinero más que suficiente para no eludir el pago de una factura que, aunque algo elevada, a ella no le iba a suponer problema alguna de satisfacer. Reflejaba su adquisición de cuatro latas de caviar, prendas íntimas diversas y unos frascos de perfumes y tarros de cremas. Quienes tomaron carta en el asunto comprendieron que la diva había sido víctima de la cleptomanía, considerada como enfermedad. ¿Recuerdan aquella película de la actriz Tippi Hedren, madre de Melanie Griffith, a quien su marido en ese filme, Sean Connery, ha de sacarla de más de un apuro por su excéntrico comportamiento en Marnie, la ladrona? A esos, al menos dos supuestos incidentes que se divulgaron en los periódicos de la época, los agentes de prensa de Barbra Streisand restaron responsabilidad y quedó como un simple borrón en la brillantísima carrera de una artista del máximo nivel.