Escribir el nombre de Mina significa rememorar el de la más grande de las cantantes italianas de música ligera, rock, pop rock y temas tradicionales en español. Acaba de cumplir ochenta años, nunca ha dejado de cantar, aunque misteriosamente, dejó los escenarios en 1978, apenas dio explicaciones tras aquella espantada, y se refugió en sus discos que, periódicamente, iba registrando en unos estudios de su casa de Lugano (Suiza), donde fijó su definitiva residencia. Harta de ser criticada, de sufrir censuras, siempre quiso ser libre, y así lo hizo con sus amores y matrimonios. Aunque en España su música hace tiempo que no se escucha, no así en su país. Desde luego mitómanos como Pedro Almodóvar nunca la han olvidado. El director manchego incluyó retazos de sus canciones en tres de sus películas: Matador, Tacones lejanos y Dolor y gloria. Se dio la circunstancia también de que quiso llevar a la pantalla la vida apasionada de la diva, que hubiera protagonizado Marisa Paredes. Pero Mina no quiso. Hay quien piensa que el argumento de Tacones lejanos tuvo algo que ver con ella.
Anna María Mazzini, que así se llama, nació el 25 de marzo de 1940 en un pueblecito de la italiana Lombardía, cerca de la frontera suiza, pero se crió en Cremona, ciudad donde, cundo empezaba a triunfar, alguien indeterminado la motejó como "La Tigresa de Cremona", sobrenombre que hizo fortuna. Mina es más que probable heredara ese apelativo familiar de su padre, Giacomo, al que llamaban Mino en la intimidad. Muy jovencita, empezó a despertar la atención de sus amigos por su poderosa voz, algo chillona al principio, como la de tantos intérpretes italianos de la época. Formó un grupo de rock and roll y comenzó a anunciarse como Baby Gate. Su debut ocurrió cuando estaba de vacaciones en un pueblo costero, Forte di Marmi. La sala se llamaba La Bussola, la misma que eligió, simbólicamente, cuando se despidió de sus actuaciones en directo el 23 de agosto de 1978.
Mina aprovechó el concurso televisivo "Canzoníssima" y el Festival de San Remo como trampolín para su carrera. En este certamen no tuvo suerte. A partir de 1960 es cuando se destapa para el gran público con el "twist" "Tintarella di luna", que toda Italia repitió, extendiéndose su eco por varios países europeos. En España, donde entonces las canciones italianas habían desplazado a las francesas, se bailó aquel verano. Y hasta el célebre Luchino Visconti la incluyó en uno de los pasajes de su película Rocco y sus hermanos. También Michelángelo Antonioni aquel mismo año en L´aventura y después en El eclipse. Otros éxitos andando el tiempo serían: El cielo en casa, de Gino Paoli; Come sinfonía, de Pino Donaggio; "Nessuno", "Ciudad solitaria", "Una casa encima del mundo", "Grande, grande, grande", "Renato", y "Parole, parole". Grabó en varios idiomas y especialmente en español, registrando una selección de los mejores tangos y boleros hispanoamericanos. Y hasta una curiosa versión de "El Porompompero". Le gustaban las composiciones de Joan Manuel Serrat, con el que grabó algunos dúos; también con Miguel Bosé. Y en el año 2000 junto a Mónica Naranjo: "Él se encuentra entre tú y yo". Dos potentes voces frente a frente. Mina era única. Mereció los elogios de gente como Louis Armstrong: "La mejor cantante de raza blanca". Y de Sarah Vaugham: "Si no tuviera mi voz me gustaría poseer la suya". Liza Minnelli, más contemporánea, sentenció: "Es la más grande que existe".
Todo le iba sobre ruedas en el primer tramo de su carrera cuando en 1962 se lió con el actor Corrado Pani, que estaba casado. Un escándalo. Corrado, de niño, había interpretado el personaje de Jesucristo para la Radio Vaticana. La pareja tuvo un niño, Massimiliano, en 1963. Fue el detonante para la RAI, que censuró desde entonces las actuaciones de Mina y su presencia en los programas de variedades. Tuvo entonces que marcharse a Alemania y tras un tiempo de ostracismo, reclamada por sus seguidores, regresó a Italia. Transgresora, lo hizo luciendo vistosas minifaldas, las pestañas oscuras, ennegrecidas y depiladas sus cejas, con un vestuario rompedor. Un golpe de efecto para congraciarse con su público de siempre. La voz de Mina continuaba intacta, potente, agresiva. Nadie le hacía sombra, ni siquiera Milva, con un apelativo parecido. De todas formas, quien había ocupado la simpatía de los italianos tras la marcha de Mina fue Rita Pavone.
Con quien mejor se llevó de sus colegas fue con el rockero Adriano Celentano, su compañero de duetos y de una película musical. No parece tuvieran relación amorosa. Con quien sí se relacionó Mina fue con el compositor Augusto Martelli y con los actores Walter Chiari y Gian María Volonté. Y con quien contrajo su primer matrimonio fue con el periodista Virgilio Crocco, de Il Messaggero, en 1970. Tres años más tarde nuestro colega pereció atropellado en los Estados Unidos. Mina se quedó viuda, a cargo del niño que tuvo con Corrado Pani y con una niña, Benedetta, fruto de su unión con Crocco. Aquel accidente mortal afectó como es natural a la diva. Que cinco años después, sin dar explicaciones, se retiró de los escenarios.
Residente en Lugano, no dejaba de grabar nuevos discos cada año, hasta superar el centenar en el presente. El último, fechado en 2019, "Mina Fossati", a la longeva edad de setenta y nueve años. Con el nuevo siglo se había reencontrado con un antiguo amigo, el cardiólogo suizo Eugenio Quaini, con el que inició una relación sentimental, culminada en boda en 2006. Siguen juntos. Aunque para Mina, festejando en su casa de Lugano los ochenta años, coincidiendo con la reclusión por el coronavirus, su vitalidad no decae y aún se resiste a que se apague su voz para deleite de los que nos enamoramos de ella, hace ya un tiempo lejano. Pero la música y artistas como ella están muy al margen del calendario.