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Andrés Pajares celebra su 80 cumpleaños con la mujer que le ayudó a superar su crisis

El actor y cómico, en su llegada a los 80 años, ha encontrado el camino adecuado para seguir viviendo.

Andrés Pajares | Gtres

Andrés Pajares cumple ochenta años este lunes y lo celebra en su casa madrileña del barrio de Chamberí, cercana al Paseo de la Castellana, en la única compañía de su último amor Juana Gil, que fuera su asistenta personal y secretaria. Ella es la mujer que más lo ha ayudado en los últimos tiempos para superar las crisis que llevaron al popular cómico a ser ingresado en varias clínicas, como la del doctor López Ibor, víctima de un estado de ansiedad. Eso, sin olvidarnos de su penosa presencia en programas de televisión, con imágenes patéticas y declaraciones casi ininteligibles y lamentables. Añádanse también a esa etapa, que comenzó con el nuevo siglo, acusaciones muy duras de dos de sus tres hijos. Y así llegaremos a la conclusión de que Andrés y Juani han atravesado un tiempo para olvidar. Se quieren y doy fe de que los he visto muy felices y compenetrados, haciendo planes para el futuro.

Hace poco más de un mes, exactamente el sábado 29 de febrero, coincidimos para almorzar en el restaurante Carta Marina. Hacía bastante tiempo que no nos veíamos y con cierta prudencia llamé su atención, a sabiendas de que lleva años huyendo de los periodistas, en particular de los paparazzi que tantos días hicieron guardia a las puertas de su vivienda. Estuvo afectuoso, me abrazó, recordamos tiempos pretéritos y quiso presentarme a su actual esposa, Juani. Me adelantó que piensa volver a trabajar y que está escribiendo la segunda parte de sus memorias. Físicamente, lo encontré con buena presencia, muy animado y ya sin huellas de aquella deficiente conducta de sus días negros del ayer. Representa tener muchos menos años de los que esta semana cumple.

Ha traspasado Andrés Pajares la barrera de las seis décadas de vida artística. Nacido en Madrid el 6 de abril de 1940, once años después de fallecer su hermano, creció como hijo único. Desde muy chico, amén de las habituales trastadas, se colaba con otros vecinos del barrio en los cines de sesión continua. A los nueve concurría en los programas de radio cara al público. Robaba libros, que malvendía y, con lo obtenido, entraba en los teatros de variedades, disfrazándose "de mayor". Veinticinco pesetas le dieron en Radio Madrid al ganar un concurso de coplas. Albergó la idea de ser locutor y en su casa, cerca de la madrileña Plaza de España, cogía un teléfono y llamaba al tendero del barrio sometiéndolo a una serie de preguntas inventadas para al final decirle: "¡Qué lástima! Ha estado usted a punto de ganar una olla a presión!". Mejor era cuando la llamada era a la dueña de una tienda de fajas que había en la esquina de su calle, que frecuentaba su madre. Haciéndose pasar por ésta, imitando su voz, solicitaba que le describiera las últimas novedades en bragas. "¡La de verdulerías que escuchaba!". Con aquella señora cuarentona, el adolescente Andrés Pajares terminaría en la cama, ya cumplido los diecisiete. Fue su primer descubrimiento del amor carnal.

"Soy heterosexual. Me gustan mucho las mujeres. Enormemente. Muchísimo". Cuando se inició profesionalmente como cómico, las tuvo con menos dificultades que otros varones. Dejó los estudios y comenzó a actuar en York Club, una sala de fiestas de la Gran Vía madrileña. Ganaba ciento cincuenta pesetas por noche, en tanto su padre, camarero del bar Triana, de la calle de la Aduana, sólo llevaba a casa cien. Y eso con diecisiete años. Conoció por entonces a una joven bilbaína, María del Carmen Burguera, que huyendo de un marido que la maltrataba, se plantó en los Madriles de la mano de Iñaki, el hijo de la pareja. Encontró trabajo vendiendo productos de la casa Avon. "Nos enamoramos al instante y bueno, una cosa llevó a otra… y con el tiempo nacería nuestro hijo Andrés. Pasábamos todo el tiempo juntos. Lo mismo cosía sus medias que nos íbamos a su pensión de la calle de la Arquitectura o a casa de mis padres. No tuvo más remedio que aprender a cantar y juntos formamos la pareja cómica Maby-Pajares". Comenzaron a hacer bolos en sitios no muy recomendables por la moral, entre ellos un puticlub de cierto lujo que estaba situado frente a Chicote, la sala Abra, entre chicas de alterne. También en el Teatro-Circo de Manolita Chen, que recorría ciudades y pueblos de toda España. La pareja hacía ¡once funciones al día! Cantaban coplas y melodías del momento y representaban algunos scketches, entre imitaciones y chistes. Luego se iban a dormir a una pensión barata.

De aquella vida de cómicos ambulantes pasaron a ser contratados nada menos que por la compañía de Antonio Machín, el cubano que trajo a España el son y los mejores boleros. Desfilaron por otras compañías de variedades, como aquella donde las estrellas eran Gina Baró, una cubana muy sensual, Gracia Imperio, que volvía loca a los hombres también con su anatomía de infarto y el muy mariquita y guasón El Titi. En los primeros años 60 Andrés y Maby eran los cómicos del espectáculo de Manolo Escobar, que había popularizado ya El Porompompero. Época en la que yendo en coche sufrieron un accidente de carretera, del que salió malparada Maby. Peor fue lo que le sucedió poco después: cayó gravemente enferma muriendo de cáncer cuando sólo tenía treinta y tres años. Un golpe inesperado para Andrés, a cargo de su hijo, nacido en 1968. No es cierto que se hubieran casado, como aparece en bastantes biografías del cómico, por la sencilla razón de que ella seguía legalmente siendo esposa de aquel vasco que la zurraba en su matrimonio. Todavía no se había aprobado la Ley de Divorcio.

Ya a la muerte de Maby, Andrés Pajares comenzaba a despuntar como actor cómico, con sus primeros discos de divertidos monólogos, y sus primeras películas: El marino de los puños de oro, que protagonizó el campeón Pedro Carrasco; Un adulterio decente, donde tuvo ocasión de besar ardientemente a Carmen Sevilla; La vida sigue igual, en el papel de representante de Julio Iglesias, ganador del Festival de Benidorm… Y su debut teatral en el espectáculo Pasodoble, que encabezaban Rocío Jurado y Rosita Ferrer, trufado de canciones de Quintero, León y Quiroga. Antonio Quintero, letrista y autor de muchos argumentos escénicos del trío había sido el padrino de pila de Andrés Pajares. Dado que había conseguido ahorrar setecientas cincuenta mil pesetas, en vez de comprarse un piso decidió correr un riesgo, invirtiendo esa considerable cantidad en la formación de una compañía de variedades. Y como no vamos a contarles todo lo que le sucedió después artísticamente, por cuestión de espacio pasemos a referirles otros capítulos de su vida amorosa.

Como quiera que Andrés nunca ha podido vivir en soledad, tras la muerte de Maby conoció a la canaria Ascensión Chonchi Alonso, contratándola a primeros de los años 70 como actriz de una pieza de café-teatro, donde ella lució sus encantos, como en posteriores ocasiones. La pareja se unió también carnalmente, casándose en 1975. Tuvieron una hija, Mari Cielo, en 1976. Se les veía siempre muy felices hasta que tarifaron definitivamente en 1997 entre acusaciones mutuas, trifulcas y peleas de por medio que airearon en la prensa rosa y en los programas similares de "la caja tonta". Y siguiendo su conducta de no quedarse solo en casa lamiéndose las heridas, el cómico se consoló pronto tras enrollarse en Palma de Mallorca con una fisioterapeuta llamada Conchi Jiménez. De recibir masajes en la espalda, Andrés pasó a otro tipo de roces y convenció a la mallorquina para que hiciera sus maletas y lo acompañara a Madrid, donde convivieron en el lujoso piso que el tenía en el barrio de Chamberí. Conchi era madre de una hija de trece años y se creyó que Andrés iba a hacerla muy dichosa. Pasados los primeros meses de furor amatorio, vinieron los contratiempos: no era fácil convivir con un cómico lleno de problemas y alteraciones de carácter, lo que desembocó en episodios de malos tratos según ella le acusó. No tuvo más remedio aquella Conchi que hacer de nuevo su equipaje y volverse a la isla de la calma.

Pajares y Conchi Jiménez

Era el año 2003 y Andrés Pajares había pasado por muy malos momentos. Artísticamente, no, puesto que en la década de los 80 se hizo rico y tremendamente popular con las películas que le dirigió Mariano Ozores, varias de ellas formando pareja con su buen amigo y colega Fernando Esteso. Y en 1990 había llegado a lo más alto de su carrera como protagonista, junto a Carmen Maura, de ¡Ay, Carmela!, que le valió un Goya. Pero su vida entró en una peligrosa espiral cuando quiso consumir ciertas sustancias que lo llevaron a una penosa situación. Primero Chonchi y luego Conchi, padecieron los síntomas que empezó a desarrollar el gran actor: su dependencia con las drogas.

No obstante, aún en 2001 se subía a un escenario para representar con éxito "La jaula de las locas". Y en 2003 reunió a unos cuantos periodistas para anunciarles que era padre de una hija treintañera, llamada Eva. Muy guapa, era el fruto de una relación antigua que había tenido Andrés con una mujer, de la que en su momento se desentendió. Hasta que ésta logró que Pajares la reconociera como hija biológica.

Por un tiempo, Andrés Pajares pareció llevar una vida estable. Pero volvió a las andadas. El 29 de abril de 2008 se presentó disfrazado en el bufete de unos abogados portando una pistola. Consiguió atropellar a un par de empleados y menos mal que el incidente no tuvo mayores consecuencias, aunque se supo que el arma llevaba munición de perdigones. Tras ser detenido y declarar ante la Policía y el juez al día siguiente, quedó en libertad con cargos. Los años siguientes mostraron a un desconocido Andrés Pajares, que acudía de vez en cuando a algún programa sabatino de Telecinco o Antena 3 para descargar su ira y defenderse de las acusaciones de sus dos hijos, Andrés y Mari Cielo, cuando no para emprenderla contra los insaciables paparazzi. Fue internado en la clínica del doctor López Ibor. Por supuesto, desde 2008 había dejado de actuar. Su carrera había entrado en una sima oscura. En 2010 contrató a una asistenta personal, que hizo las veces de secretaria, Juana Gil. Ha sido desde entonces una especie de hada madrina, gracias a la cual y siguiendo Andrés los preceptivos cuidados médicos, puede decirse que, a día de hoy, está completamente restablecido. Por eso, enamorado de Juani y agradecido por sus desvelos, contrajo matrimonio civil en ceremonia íntima el 5 de diciembre de 2019.

Desde entonces ha colaborado en la serie Paquita Salas y está pendiente de exhibirse el documental Sesión salvaje, donde aparecen fragmentos de sus mejores películas y shows. Pueda o no reaparecer como él quiere, cuando las circunstancias lo permitan, lo mejor de Andrés Pajares, en su llegada a los 80 años es que ha encontrado el camino adecuado para seguir viviendo. Ya no es el muñeco que tanta pena nos daba, el ídolo caído de un pasado que no debe padecer de ahora en adelante. Mérito tiene el esfuerzo sin duda que ha realizado para vencer aquellos vicios.

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