Kenny Rogers ha sido un legendario intérprete de country, no el mejor (en ese género brillaba Willie Nelson, por ejemplo), pero sí el más popular, probablemente. Además de su estilo, de su atractiva presencia con blanquecina barba y su voz grave, completó su repertorio a ritmo de jazz con baladas románticas y temas de contenido social. Si bien triunfó en todo el mundo con ese repertorio en cambio su vida contiene pasajes duros, fracasos amorosos, rupturas familiares con algún hijo distanciado. Es la otra cara de un ídolo que acaba de dejarnos a los ochenta y un años.
Comencemos por contarles que su verdadero nombre era Kenneth. Lo cambió por el definitivo de Kenny tras escuchar la sugerencia de un presentador de televisión. Vivió pobremente en el hogar de un carpintero y una enfermera: vivienda pública exenta de comodidades, donde subsistían con sus siete hijos. El padre era alcohólico, desempleado, y marcó la infancia y adolescencia de Kenny. Cuando el futuro cantante pasó por un trance parecido al de su progenitor, abrazado a una botella, lo pensó mejor y dejó para siempre la bebida: no quería ser un tipo desgraciado como su padre, quien sólo fue a escucharle cantar una sola vez en su vida.
Kenny Rogers, a sus treinta y cinco años, quiso ser tenista y alcanzó el grado de profesional: jugaba ocho horas al día. Por ahí circula una fotografía suya con su última esposa, una belleza morena, muy atentos como espectadores de un "match" de nuestro Rafa Nadal en Australia, Afortunadamente para los que amamos sus canciones, Kenny dejó las canchas por los escenarios y únicamente practicó su deporte favorito como aficionado.
Y ya dedicado por entero en cuerpo y alma al mundo del espectáculo triunfaría con títulos inolvidables para los que han seguido su maravillosa carrera: "The gambler" (El jugador), "Lady", "Lucille"… Con Dolly Parton formó un dúo musical fantástico: fueron muchísimas las actuaciones de ambos al alimón. Eso desató entre los cronistas sociales la especie de que eran amantes. Pero entrevistados los dos en un programa de televisión de gran audiencia, lo desmintieron. Kenny Rogers fue más explícito: "Lo que sí es verdad es que coqueteamos juntos y eso resultó para mí mucho más electrizante. No piensen otra cosa porque no hubo nada más entre nosotros". La última vez que actuaron juntos en un escenario fue en Nashville, 25 de octubre de 2017, en una gira de Kenny como despedida por todos los Estados Unidos. La emoción de esas dos grandes estrellas fue compartida por el público que llenaba el recinto. Dolly Parton ha llorado la muerte de su compañero y colega de fatigas artísticas como si fuera un ser familiar muy querido.
La canción preferida de Kenny Rogers era "Ruby", donde se cuenta la historia de un veterano de la guerra del Vietnam, anclado en una silla de ruedas a su regreso de EE.UU, dándose cuenta de que su mujer le pone los cuernos con varios hombres. No pasó por esa circunstancia el bueno de Kenny, pero sí por la la desdicha de su primer matrimonio con Janice Gordon. Eran muy jóvenes, él con diecinueve años, tuvieron una hija con la que el cantante nunca se entendió. Así es que aquella primera experiencia matrimonial le supuso el primero de sus siguientes fracasos. En 1960, tras dos años de unión, se divorciaron. Y ese mismo año, ya libre, Kenny volvió a pasar ante un juez que lo casó con Jean Rogers. Esta vez fueron tres años de convivencia. En 1964, tropezó por tercera vez "con la misma piedra". Margo Anderson se convirtió en su tercera esposa entre 1964 y 1976, largo periodo que, sin embargo, se truncó en infelicidad llegado 1976. Dos hijos tenía hasta entonces el ídolo del country. Quien probó por cuarta vez el sabor de un nuevo enlace, que fue el peor de todos: con Marianne Gordon, iniciado en 1977 y culminado en 1993. Padres de un varón. Y decimos que destrozó su vida… y sus finanzas. Si ya de por sí los anteriores tres divorcios le costaron un pico, éste cuarto le supuso dejarlo casi arruinado.
Le quedaban al buenazo de Kenny Rogers pocas ganas de enrollarse con otra mujer, pero ya saben aquella leyenda bíblica de que "no es bueno que el hombre esté solo". Y en 1997, con un par de narices, ilusionado y feliz, dió el "sí" a su unión con Wanda Miller, la quinta y última esposa del cantante. Les separaban bastantes años de diferencia. En ese trance, Kenny se sometió a tratamientos faciales, operación de sus párpados, "para dar la sensación, decía, de no aparecer tan viejo teniendo una mujer muy joven" como la suya. Con Wanda tuvo una sorpresa a los nueve meses de casarse: llegaron al mundo dos gemelos. De eso hace quince años. Su primogénito contaba ya más de cincuenta. Haciendo memoria en un libro con sus recuerdos escribía que era muy feliz, que había hecho todo cuanto quería y le permitió la vida.
Le encantaba hacer fotografías; con una selección de ellas publicó varios libros. Dedicando sus ahorros, montó una cadena de restaurantes, que se anunciaban como "Kenny Rogers Roasters". Hasta que su garganta le respondió, estuvo cantando: "Lo que más me ha gustado es interpretar baladas sobre lo que los hombres dicen y las mujeres quieren escuchar".