Lana Turner, la "mujer fatal" de siete maridos... y el episodio sangriento que acabó con uno
Lana Turner nació hace ahora 100 años. Su vida hizo honor a los papeles que interpretó.
Se cumple el centenario del nacimiento de una de las estrellas más conocidas del cine, Lana Turner, quien nacida el 8 de febrero de 1920, rectificaría ella misma la fecha, cuando ya estaba en la cima del éxito, comunicando que fue un año después. Nunca se supo el por qué de ello, mas dando por válida la que indicamos al principio lo que importa más es reconocerla como protagonista de películas importantes donde por lo general interpretó papeles de "mujer fatal". Lo que asimismo podría adjudicársele en su vida amorosa, al coleccionar siete maridos amén de una lista de amantes muy conocidos. A España vino en varias ocasiones.
Era hija de un minero y se llamaba Julia Jean Mildred Frances Turner. Quedó huérfana de padre con nueve años, cuando éste fue hallado muerto tras ganar una partida de dados. Lo encontraron sin su zapato y calcetín del pie izquierdo, donde guardaría lo obtenido en sus apuestas. Ya con dieciseis años llamaba la atención por su extraordinaria belleza, lo que le posibilitó ser contratada para una película, con un breve cometido, eso sí. Quien la empezó a representar artísticamente fue uno de los hermanos Marx, Zeppo, quien sin suerte como actor mantuvo una agencia de actores. La filmografía de Lana Turner contiene títulos muy interesantes, el primero de ellos que le reportaría su ascenso al estrellato fue ·El cartero llama dos veces, junto a John Garfield, donde ya empezó a ejercer su maestría como la villana y diabólica, recursos que nunca la abandonarían. Eso sucedía en 1946 y en 1952 se consagró definitivamente en Cautivos del mal, que la convirtió en millonaria, al figurar en su contrato con una importante participación en los beneficios del filme. Cumbres borrascosas e Imitación a la vida completaron ese cuarteto de éxitos. Directores y productores procuraron siempre que Lana Turner apareciera cautivadora en la pantalla. Su imagen con ceñidos suéters, llamativos "shorts" y los cabellos rubios respondían con rotundidad a cuanto en general representó en sus películas: ese tipo femenino al que ningún hombre que se cruzara en su camino dejara indiferente. Lo que, volvemos a insistir, ella vivió realmente con cuantos varones enamoró.
Siete, decíamos, fueron sus esposos, el primero de ellos un afamado músico, compositor e instrumentista, especializado en el clarinete: Artie Shaw. El "flechazo" fue rodando la película Dancing Cop Ed, en la que él era responsable de la banda sonora. Duraron sólo siete meses como pareja, en 1940. Pero curiosamente ¡volvieron a casarse! Tampoco en esa reincidencia pasaron de unos meses. Dos años más tarde el actor Steve Crane se convirtió en su segundo marido, pero también por poco tiempo, un año. Tuvieron una hija, Cheryl, tras un complicado parto de dieciséis horas. Una niña de la que Lana se ocupó muy poco, entregada a su trabajo y a sus veleidades sentimentales, creciendo en varios internados. Nada nos extraña que siendo ya adulta, Cheryl tuviera fuertes discusiones a menudo con su madre. El millonario Bob Topping sería el tercer hombre de su lista matrimonial, a partir de 1944. Los años posteriores desembocaron en broncas, buena parte de ellas provocadas por el carácter inestable de la actriz, que ya era incapaz de dominar su afición a la bebida. Además, en su entorno descubrieron que manifestaba rasgos sadomasoquistas en su relación con los hombres.
Pareció que Lex Barker puso un punto de cordura en su convivencia con Lana Turner. El nuevo entonces protagonista cinematográfico de Tarzán (que un decenio después conquistó el corazón de nuestra Carmen Cervera, hoy baronesa Thyssen) logró que durante cuatro años fueran una pareja feliz. Pero el galán norteamericano cometió la debilidad de acostarse con Cheryl, la hija de Lana, quien le contó a su madre ese incidente. Y la Turner lo mandó a freir espárragos. Se habían casado en 1953 y viajaron en luna de miel a la Costa Brava. El No-Do de la época los sorprendió también de paseo por el Alcázar sevillano. Habían sido cuatro años de unión para una mujer que alternaba maridos con amantes. Los nombres citados a continuación, astros de primera magnitud en la pantalla, gozaron de la compañía íntima de Lana Turner: Spencer Tracy, Clark Gable, Frank Sinatra, Errol Flynn, Victor Mature, Fernando Lamas, Tyrone Power. Y el productor y extraño personaje, Howard Hughes, al que se le escapaban pocas estrellas en las que hubiera puesto sus ojos y sus enfermizas pulsiones amatorias.
A tan distinguida relación de amantes de Lana Turner hemos de agregar el nombre del torero más seductor de todos los tiempos: Luis Miguel Dominguín. En la época que empezaba a "ronear" con Ava Gardner, Lana Turner estaba en el Museo de Bebidas de Perico Chicote y el diestro madrileño, tras "flirtear" brevemente con ella no tardó en "llevársela al huerto", aunque hablara poco inglés, idioma que él no necesitaba para camelarse a las mujeres que se cruzaban en su camino.
Fue una noche de abril de 1958 cuando Lana Turner vivió la fecha más espantosa de su existencia, que nunca pudo olvidar. Se encontraba en su casa con su hija y en compañía de un matón de la Mafia americana llamado Johnny Stompanato, que era entonces su enamorado. Dícese que había conquistado a la actriz no sólo porque le gustara, sino atendiendo a una petición de sus jefes, que le ordenaron acercarse a Lana Turner para estar al tanto de ciertos manejos de la industria de Hollywood. Esta relación fue el principio de una posterior tragedia. Celoso, Stampanato, al enterarse que su amada rodaba en Londres la película Brumas de inquietud, algo debió olerse de que el compañero de reparto de Lana, Sean Connery, aún sin la fama adquirida más tarde como "James Bond", la rondaba fuera de los estudios. No estaba desencaminado Johnny, puesto que aun por poco tiempo, Lana se encaprichó del galán, que entonces no acusaba su posterior calvicie. Con la "pasta" que le pagaban sus "capos" mafiosos, sacó un billete de ida y vuelta a la capital británica y se fue derecho a donde rodaba su querida Lana. La encontró en un momento de descanso, en compañía de Sean Connery, al que amenazó pistola en mano. Connery reaccionó rápido, le arrebató el arma y de paso le arreó un par de guantazos, suficientes para que saliera vencedor de aquel lío. Tiempo después, cuando Sean fue a Hollywood, lo "invitaron" a irse a otra parte, si no quería criar malvas. Stampanato, en la sombra, fue sin duda quien urdió aquella amenaza. Y Connery, al menos, si no se fue de la Meca del cine, al menos cambió de apartamento. Stompanato era un tipo duro, de gran envergadura física, que actuaba como un chulo, dando palizas a Lana Turner al tres por dos. Aquella noche primaveral se le fue la mano una vez más y Cheryl comenzó a chillar en defensa de su madre. Cuanto ocurrió después sería objeto de distintas versiones, tras una inesperada escena en la que bien Cheryl o Lana tomó un cuchillo de veinticinco centímetros, que acabó con la vida del gángster, en medio de un charco de sangre. Oficialmente, quien manejó el cuchillo fue Cheryl, que contaba 16 años, pero a esa edad no parecía probable que pudiera derribar a un gigante como Stompanato. Tampoco Lana Turner. Se especuló con algo más creíble: que Stompanato estuviera en la cama, descansando, o dormido, momento que entonces sí la actriz hubiera podido acabar con la vida de su amante.
Se supo que cuando el sujeto acababa de expirar, Lana llamó a su agente artístico (ya no era Zeppo Marx), quien se desplazó inmediatamente a la casa de la estrella, limpiaron el cadáver del muerto, y con ello se deshicieron de pruebas que hubieran esclarecido en parte el sangriento suceso cuando llegó la policía y el forense. Celebrado el juicio correspondiente el asunto quedó sentenciado sin cargo alguno ni para Lana Turner ni para su hija, menor de edad. La carrera cinematográfica de la actriz, que ya empezaba a tambalearse, resulta que tras aquel escándalo referido, que la prensa de todo el mundo y en especial la norteamericana siguió con mucha atención, le proporcionó un inesperado impulso, publicitariamente aprovechado por los estudios que la tenían contratada. Y así, Imitación a la vida, de 1959, resultaría extraordinariamente taquillera, con la ayuda de un argumento que, en buena parte venía a ser un trasunto de la propia existencia de Lana, que ya comentamos no se llevaba bien con su hija. Cuanto ocurrió después, en las décadas siguientes, fueron episodios más grises en su biografía. La mujer X, de 1966, resultó un fiasco en los cines. Y en cuanto a su deriva amorosa, se casó en tres ocasiones más, con maridos cuyos nombres nada nos dicen: Fred May, un tal Stephen y finalmente Ronald Pellar. Ya en la década de los 90 del pasado siglo, por sus abusos con el alcohol y las drogas, estaba sensiblemente desmejorada. Aún así rodó la que iba a ser su despedida de la pantalla en 1991, que pasó inadvertida para público y crítica. Con ese afán que a veces ha llevado a los dirigentes del Festival de Cine de San Sebastián a entregar el premio Donostia a glorias del pasado, pero ya, amén de olvidados, con lamentable presencia física, invitaron a una muy envejecida Lana Turner a recoger ese galardón, mediado el mes de septiembre de 1994. Había perdido mucho peso en los últimos años y era una patética figura, pálida sombra de la belleza que fue.
Aun así protagonizó una anécdota muy significativa con lo poco que le quedaba de aquel fuerte carácter del pasado. Enteróse de que en el Festival se encontraba asimismo invitado Mickey Rooney, antaño pareja suya en sus comienzos en el cine, quien había publicado en sus memorias frases muy despectivas hacia la Turner, detallando algunos episodios sexuales junto a ella, inverosímiles o no, vaya usted a saber. Y ésta, durante la rueda de prensa en el certamen donostiarra, nada más escuchar el nombre de Rooney pronunciado por un periodista, no hizo comentario alguno, pero sí cometió una significativa grosería: la de escupir en el suelo. El destinario, obviamente, era el pequeño gran actor. Nueve meses después de aquel viaje Lana Turner falleció en su casa californiana víctima de un cáncer de esófago. Su vicio por el tabaco le había pasado factura. Tenía setenta y cinco años. A los pies de su dormitorio no dejó de cuidarla su fiel sirviente, Carmen López, de ascendencia hispana, que durante cuarenta y cinco años se preocupó de atenderla con cariño. Por eso resultó en el testamento la mayor beneficiaria de los bienes de la ya consumida estrella, de la que nos han quedado un buen número de irrepetibles, excelentes películas.
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