Gwyneth Paltrow es una encantadora actriz que, ganadora de un Óscar y un Globo de Oro por su papel de Viola de Lesseps en Shakespeare in love, ha decidido retirarse del cine y la televisión, harta según confesión propia de continuos madrugones para ir a los rodajes y de soportar pesadísimas sesiones de maquillaje: "He acabado muy quemada como actriz". No obstante, hace unas semanas, acudía a la cena de entrega de los Globos de Oro desfilando con su espectacular figura. No sería raro verla también en la fiesta próxima de los Óscar luciendo alguno de sus despampanantes modelos. Gwyneth está muy relacionada con España desde que, en calidad de estudiante, pasó una temporada en casa de una familia en Talavera de la Reina, en uno de esos programas internacionales de intercambio. Habla bien el castellano y, de vez en cuando, ha visitado a quien trata como su padre adoptivo en esa industriosa ciudad de la cerámica toledana.
La vida de esta espigada y sensual actriz de cabellos rubios y blanca tez cambió a raíz de que Steven Spielberg la apadrinara en su debut cinematográfico, con una breve intervención en Hook. Su notoriedad se hizo patente rodando Seven, escalofriante filme donde se emparejó con Brad Pitt, con quien vivió un apasionado idilio que les duró tres años, a partir de 1994. Antes de conocer a ese atractivo galán, Gwyneth ya había tenido ocasión de compartir amores en esa década de los 90 con Robert Sean Leonard, Dovovan Leicht y Luke Wilson. Entre medias de estos dos últimos anotemos otro sonado romance con el también muy conocido Ben Affleck.
En esa biografía sentimental de quien todavía puede presumir de lozanía a sus cuarenta y siete años cumplidos en el pasado otoño, contémosles que con Brad Pitt estuvo a punto de casarse pero, según ella, se lo pensó en vísperas de preparar el desposorio, llegando a la conclusión de que no estaba preparada para dar ese trascendental paso. Aun así, Brad Pitt fue para esta belleza nacida en Los Ángeles un hombre al que quiso mucho y al que le contó las sucias proposiciones de que fue objeto de parte del productor Harvey Weinstein. Tomó cartas en el asunto el actor, tuvo una conversación con el vituperado personaje, quien le rogó que fuera discreto, al tiempo que, avergonzado, pidió a Gwyneth que no propagase el incidente. Tarde o temprano, en el inicio del escándalo conocido como "Me Too", lo sucedido entre la estrella y Winstein apareció en los medios de comunicación.
Algo parecido a sus amores con Brad Pitt le ocurrió con Ben Affleck, a lo largo asimismo de sus tres años de convivencia, rota en más de una ocasión por disparidad de carácter. Terminaron dejándolo. Con éste su ruptura fue problemática, pero en general ella se ufana de mantener amistad con los que fueron sus novios, comenzando por el primero que tuvo en su época estudiantil, un tal Tony Woods.
Se ha casado en un par de ocasiones, la primera con el conocido cantante Chris Martin, en 2003, con quien tuvo dos hijos, niño y niña, gemelos. Una relación estable que duró hasta 2016, sin que se conozcan las razones de su divorcio, pese a que quedaron civilizadamente separados y se ocupan de sus hijos, cuando están con el padre o con la madre, teniendo habitaciones reservadas en sus respectivos domicilios actuales. Desde 2018 Gwyneth es la esposa de un productor cinematográfico, Brad Falchuk; se conocieron durante la filmación de Glee, una serie donde intervenía ella y él era guionista.
En la actualidad, decidida como contábamos a retirarse del cine, Gwyneth está volcada con su empresa, Goop, que según informaciones del New York Times tiene activos valorados en doscientos cincuenta millones de dólares. Un lucrativo negocio, aunque muy peculiar, pues en el catálogo de productos que comercian on line, ofertan "vaporizadores para limpiar el útero", "huevos vaginales que producen beneficios hormonales" y "velas con olor a vagina". La venta de este último artículo se difundió mucho en la prensa norteamericana por su extraña y sorprendente propiedad olfativa. Tanto es así que en uno de esos programas de la televisión norteamericana etiquetados como late show, entrevistada la retirada actriz para que diera explicaciones al respecto, contó que cuando tuvo la inspiración de crear semejante producto estaba bajo los efectos de un té con setas alucinógenas, totalmente drogada. El caso es que tales velas, al precio por unidad de sesenta y ocho euros, ¡que ya es pasarse algo de rosca!, se acabaron en un santiamén, lo que hizo pensar a Gwyneth si en adelante debe continuar fabricándolas, a petición de centenares, en principio, de consumidores.
Todos esos artículos, entre los que se encuentran otros con referencias también sexuales, que aseguran curan la depresión y alejan los malos espíritus, resulta que se promocionan a través de una serie que está financiada por la productora Netflix, lo que supone un espectacular lanzamiento publicitario. La Paltrow está que no se lo cree, ganando millones a espuertas, pero ha tenido que pagar ciertos peajes. Una sociedad estatal de carácter médico-farmacéutico demandó a la activa empresaria, acusándola de fraude, lo que la obligó a pagar en dos ocasiones una elevada multa. En el futuro, su equipo creativo seguirá cavilando para ofertar productos con los que engatusar a tanto tonto. Compradores vía Internet que creen "estar a la última" en la búsqueda de estímulos sexuales.