El matador de toros valenciano Vicente Ruiz el Soro mejora tras ser intervenido días atrás con toda urgencia. En semejante trance, poco antes de entrar al quirófano, decidió casarse con su compañera de los últimos años, Eva Rogel, ceremonia oficial que ofició el alcalde de Foyos, localidad natal del torero. Llevaba unos días Vicente quejándose de fuertes dolores en el pecho. Resultó después de ser auscultado que padecía una infección en la sangre, consecuencia de la prótesis que le implantaron hacía tiempo en su pierna izquierda. Era preciso operarlo cuanto antes. No se le ocultó al valeroso Soro que ello implicaba un riesgo importante: podía perder la vida. Pero es que, si no pasaba por el quirófano, sus días podrían estar contados.
No vaciló un segundo Vicente en ponerse en manos del equipo de cirugía del Hospital Clínico de Valencia. Rodeado de sus mejores amigos, y una vez que ya su inseparable Eva Rogel se había convertido en su esposa, se despidió de ellos con la mejor de sus sonrisas, y hasta bromeó diciéndoles que si todo salía mal él los bendeciría desde el cielo. Pudo abrazar, emocionado, a uno de sus tres hijos, Tito, fruto de su primer matrimonio, que viajó desde la localidad americana de San Fdiego, donde reside con su madre y hermanos. Por fortuna, y aunque el diestro había sufrido un fallo multiorgánico, pudo salir felizmente de la Unidad de Cuidados Intensivos entrando en un periodo de lenta pero feliz recuperación.
Vicente Ruiz el Soro es un caso heroico, de constante superación desde que un malhadado 7 de octubre de 1993 fuera empitonado por un toro en el momento que clavaba las banderillas en el coso cordobés de Montoro. Sufrió una grave lesión en su rodilla izquierda. Y aunque aún se acarteló en un par de festejos posteriores, tuvo que ser operado. Pero no una sino ¡treinta y tantas veces! Durante varios años. Y ya ven cómo todavía aquel percance le sigue pasando factura. Parece una maldición del Destino, pues "El Soro" figuró en aquel cartel sangriento del 26 de septiembre de 1984 en Pozoblanco, tarde negra en la que perdió la vida Francisco Rivera Paquirri, como se ha contado infinidad de ocasiones. Pero es que Yiyo, que también toreaba esa tarde, perdió la vida un año después en otra funesta tarde de fines de agosto en la plaza de Colmenar Viejo. El otro componente de la terna era Vicente Ruiz el Soro, cuyo drama no ha cesado por cuanto les hemos referido acerca de las veces que ha tenido que pasar por el quirófano. En la historia del toreo no tenemos constancia de un caso parecido.
Vicente siempre fue un muchacho cordial, bonachón, de gran nobleza. Cuando lo conocí seguía llevando unas gomas ceñidas a una de sus muñecas. Eran las que le servían para su duro trabajo recogiendo lechugas, antes de alcanzar sus triunfos en los ruedos en carteles de categoría, lo que lo convirtió en millonario. Pero no se desligó nunca de aquellas gomas: "Es una manera de tener siempre presente de dónde vengo", me razonaba humildemente. Estuve en su boda celebrada en su pueblo el 5 de diciembre de 1987. Todo Foyos acudió a los alrededores del templo y disfrutó del enlace. Generoso, el torero convidó a sus paisanos a una comilona. Y los invitados, entre ellos muchos toreros compañeros suyos, asimismo nos unimos al matrimonio en torno a una espléndida cena celebrada en el Casino de Monte Picayo. La novia, Suzette Limón, hija de un ganadero mexicano, se había enamorado del torero valenciano viéndolo torear una tarde en Aguascalientes. La pareja tuvo tres hijos. Compraron un lujoso piso en Madrid. Y además de su residencia en Valencia. Todo se rompió después de aquella cogida ya mencionada del otoño de 1993 en Montoro.
Las sucesivas operaciones, los procesos de rehabilitación, los viajes necesarios para ver la manera de salir de aquel suplicio de su rodilla izquierda mermaron considerablemente el patrimonio ganado con sudor y sangre por el torero. Su carácter, tan abierto y cariñoso, se fue agriando. Suzette pagó muy caro esas circunstancias. Y ya siendo muy complicada la convivencia, optaron por la separación y el divorcio tras diecinueve años de unión. El Soro nunca abandonó sus sueños de volver a los ruedos a pesar de su quebrantada salud. Lo intentó en el nuevo siglo en tentaderos y en algunos festivales. Y con la valiosa ayuda del eminente cirujano valenciano doctor Pedro Cavadas, que le implantó una pierna biónica, se atrevió a reaparecer nada menos que en las Fallas de su tierra en el año 2015. Y aunque cortó una oreja y el público estuvo en todo momento a su lado, fue evidente que si continuaba en los ruedos corría serio peligro porque sus facultades estaban mermadísimas. Afortunadamente entró en razones. Y desde entonces sus ambiciones, su gran afición taurina, pudo mantenerlas como comentarista de festejos en Canal 9, y más recientemente apoderando a un novillero.
En cuando a su vida sentimental pudo rehacerla hace poco años al reencontrarse con una antigua amiga, paisana suya, Eva Rogel. Belleza rubia que desde jovencita lo quería y lo admiraba. Ha sido el más firme apoyo para que Vicente recobrara sus ganas de vivir. Y desde hace unos días es su segunda esposa, el pilar en el que ahora ha puesto sus mayores ilusiones. Confiemos que ya no tenga que pasar más por un quirófano. Porque su historia, realmente, es la de un hombre perseguido por la mala suerte, afrontando el dolor con la misma valentía que siempre demostró en los ruedos.