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Las escabrosas sombras de la vida de Julie Andrews

Julie Andrews, a sus 84 años, publica un nuevo tomo de sus memorias.

Andrews, en el año 66 | Cordon Press

Una de las pocas leyendas que van quedando del viejo Hollywood es Julie Andrews. Nos servimos de una de sus mejores películas para comentar su carrera y su vida, siquiera en el presente extracto, pues corresponde precisamente a lo que ha sido su existencia, hasta la fecha, cuando ya ha cumplido ochenta y cuatro años. El título con la que se estrenó en España fue Sonrisas y lágrimas, aunque en el original, traducido a nuestro idioma, fuera "El sonido de la música", más inexpresivo; o bien en el teatro, La familia Trapp, en alusión a su personaje, María von Trapp. La actualidad, tras publicarse hace pocas semanas el segundo tomo de sus memorias, nos ha devuelto el nombre de Julie Andrews, algo ya olvidado por el inevitable paso del tiempo y la constante aparición de jóvenes actrices-cantantes como ella lo ha sido en el pasado, a las que como novedad se les ha de prestar la debida atención.

Pero, en justicia, Julie Andrews es ya parte de la memoria de millones de espectadores de todo el mundo que la recuerdan asimismo por Mary Poppins, aquel delicioso filme con el que ganó un Oscar en 1964, sin olvidarnos de una divertida comedia, Víctor/ Victoria, donde las circunstancias la obligaban, en un guión plagado de humor blanco, a simular ser hombre. En realidad cuanto interpretó en la pantalla o la escena estuvo siempre presidido por un exquisito, buen gusto sin abdicar jamás de ello. Una gran dama, cuyos trabajos podían perfectamente ser contemplados por una familia entera, grandes y chicos. Lo que en tiempos se calificaba como "autorizada para todos los públicos".

Con su primer marido, Tony Walton | Cordon Press

Nacida en 1935 en Surrey, Gran Bretaña, Julia Elizabeth Wells se enteraría que no era hija de quien ella creía, en realidad su padrastro, un artesano dedicado a la carpintería británica, sino que su progenitor había sido amante de su madre y nunca quiso saber de ambas cuando aquella vino al mundo. Esa historia la mantuvo en secreto hasta que en 2008 publicó la primera parte de su autobiografía. Daba detalles de cómo ese padrastro alcoholizado quiso abusar de ella, sin conseguir sus pérfidos propósitos. Esos antecedentes nos sirven para situar a la futura gran estrella del espectáculo en un ambiente sórdido, de miseria, pasando infinidad de privaciones. La suerte de la ya convertida en Julie Andrews cambió al marcharse a los Estados Unidos donde en el año 1954 se fue dando conocer en los musicales de Broadway, en Manhattan, entre ellos The boy friend, May fair lady y Camelot, título este último con el que triunfó en 1960 nada menos que junto a Richard Burton. El año anterior Julie Andrews se había casado con el escenógrafo Tony Walton, al que había conocido en otro de sus estrenos musicales. Tuvieron una niña, Emma Walton Hamilton. Ocho años duró aquel matrimonio cuyo divorcio supuso para Julie un terrible desencanto.

No era ella mujer frívola que flirteara fuera del hogar y siempre creyó en la fidelidad. Le costaría reanudar sus relaciones sentimentales hasta que en una fiesta, siendo ya una actriz relevante, conoció al director cinematográfico Blake Edwards, con quien desde su unión en 1969 ya no se separaría hasta el fallecimiento de él en 2010. Julie cuidó al máximo este segundo matrimonio, no quería dar otro paso en falso y durante los cuarenta y un años que duró la convivencia con Edwards puso por encima de todo, incluyendo incluso su carrera, la estabilidad de la pareja. No se cansaba de prodigarle su cariño, de ensalzarlo públicamente, dando a conocer el sentido del humor, su capacidad creativa que desarrollaba no sólo en sus trepidantes y divertidas películas. Y no sólo eso: aceptó que fueran a vivir al principio de su matrimonio los dos hijos que Blake tuvo de una anterior unión. Adoptaron también dos niñas vietnamitas. Pero lo más peliagudo fue que en los últimos años de su vida Blake Edwards cayó en un estado depresivo, que se agudizó cuando dependía de ciertas sustancias adictivas. Siete fueron las películas que rodaron juntos, entre ellas Darling Lili, la primera, que fue un absoluto fiasco, y luego S.O.B, y 10, la mujer perfecta.

Si en ese matrimonio hubo sonrisas y lágrimas lo mismo que en la carrera musical y cinematográfica de Julie Andrews, el dolor más profundo que padeció en su faceta profesional fue en 1997 cuando estrenó en Broadway, donde no pisaba un escenario desde treinta y cinco años atrás, un musical inspirado en Víctor / Victoria. En una de las primeras representaciones advirtió cierta ronquera en su garganta. En la consulta inmediata de un especialista le diagnosticaron nódulos en las cuerdas vocales. Nada importante, al principio; algo común entre cantantes como ella, tan apasionada en sus funciones, sin escatimar esfuerzos. Lo urgente era operarla, si quería reaparecer en plena forma, tras seis meses de convalecencia. Como así hizo. Pero al día siguiente de la intervención quirúrgica se dio cuenta que su voz ya no era la misma. Y en adelante, su día a día fue una tortura, auténtica pesadilla, que derivó en un episodio depresivo del que tardó en recuperarse.

Julie Andrews | Cordon Press

Julie Andrews era buena actriz de comedia, pero uno diría que siempre se consideró más cantante. En el recuerdo, por citar sólo un título, nos viene a la mente aquel trabalenguas que hizo fortuna, "Supercalifragilístico", que tanto sonaba en las emisoras de radio mediados los años 60 del pasado siglo. En ese largo espacio de reposo, espera, cuidando su garganta pacientemente, convino con su hija en enfrentarse a su gran desgracia porque ¿acaso no lo es para un cantante enmudecer, en el sentido de no serle posible cantar? Escribieron una treintena de libros para los niños, doce de los cuáles por cierto los ilustró Tony Walton, el padre de Lucía y ex-marido de Julie, con quien hizo las paces, aunque no para reanudar la convivencia. Lucía también sería coautora de la segunda parte de la autobiografía de su madre, Home Work: A Memoir of my Hollywood years, más o menos "Deberes de mis años en Hollywood", que apareció en los escaparates en octubre último, aunque en España no tenemos noticia de que se edite aquí próximamente. Allí, Julie Andrews "se desnuda" sentimentalmente, contando lo mucho que ha gozado (y sufrido) en su vida. Pero siempre con gran entusiasmo, con ganas de ir superando toda clase de obstáculos. De ese modo pudo en los últimos tiempos volver al cine, rodar alguna película de ambiente musical, otras de animación, reapareciendo en 2015 en la ceremonia de los Óscar donde la aclamaron, al hacer su entrada en el escenario junto a lady Gaga, como una estrella rutilante, una muy querida leyenda. En 2017 participó en una serie de Netflix, "El cuarto verde de Julie". Su maravillosa sonrisa, tan familiar, no se ha apagado todavía.

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