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Los grandes amores y desamores de Concha Velasco

Concha Velasco cumple 80 años. Una vida repleta de éxitos profesionales y avatares sentimentales.

Concha Velasco cumple 80 años. Una vida repleta de éxitos profesionales y avatares sentimentales.
Concha Velasco | Gtres

Alcanza Concha Velasco, una de las más grandes actrices españolas, la edad de ochenta años. Lo hace sin bajarse de los escenarios, donde en los últimos meses ha estado representando la comedia escrita por uno de sus dos hijos, Manuel, que ya le tiene preparada una segunda para que en el próximo año pueda estrenarla. Un caso singular la de esta "muchachita de Valladolid" nacida el 29 de noviembre de 1939, artista completa en sus facetas del teatro, el cine, la televisión y la música. Con una vocación extraordinaria, que la empuja a seguir trabajando. Se ha arruinado en dos ocasiones, siendo millonaria. Ha tenido que vender su último piso, a principios de este año para pagar sus últimas deudas al Fisco. Superó un cáncer linfático y luego una neumonía. Es un caso de supervivencia, de fe en sí misma, de caerse muchas veces para luego levantarse con la fuerza de una mujer que ha luchado muchas veces sola, y cual Ave Fénix ha volado por encima de sus desgracias.

También, en la otra cara de la moneda, han de contarse sus múltiples triunfos y premios recibidos: el mejor, que el público la admira y la quiere. El primer amor de su vida, curiosamente no correspondido, fue un hijo del gran cantaor Manolo Caracol, llamado como éste: guapo gitano que la tenía loquita cada vez que se cruzaba con él por los pasillos del madrileño teatro Calderón. Pero entonces era muy jovencita y el calé la respetó haciéndole comprender que ya conocería el amor cuando creciera. Con el paso del tiempo el primer hombre que la conquistó, José Luis Sáenz de Heredia, muy acreditado director cinematográfico, le llevaba veintiocho años de diferencia. En la familia de Conchita no comprendían cómo mantuvo más de un decenio aquellas relaciones sentimentales, aunque eso sí, cada uno en su casa, porque él estaba casado. Era un hombre encantador, culto, al que le perdían las faldas. Iba de picaflor, y antes de enredarse con la vallisoletana se encamaba con la sastra de su última película. Se conocieron en 1960 en el Museo de Bebidas de Perico Chicote, en la Gran Vía madrileña. Él la eligió como protagonista de El indulto, con Pedro Armendáriz, el actor mexicano, que ya estaba herido de muerte por una grave enfermedad. Se trataban al principio de usted. Sus primeros besos casi furtivos, como de dos colegiales, se sucedieron un mes y medio después de aquel rodaje, José Luis la invitó a una excursión a Toledo. Terminaron en un hotel. Concha no olvidaría aquella noche, y con su memoria prodigiosa recordó que fue el 2 de mayo del mentado 1960. Para completar el dato se enteró que en la habitación de al lado vivían una velada apasionada el rey Husseín de Jordania y la princesa Muna, que festejaban su luna de miel. Es de imaginar que ambas parejas tardaron horas en dormirse en aquella madrugada.

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Concha Velasco | Archivo

Los amores entre Saénz de Heredia y Concha Velasco terminaron casi como el tan traído rosario de la Aurora y ella se juramentó que jamás volvería a tener amores con un señor casado. Promesa que, como contaré más adelante, incumpliría. Celoso, José Luis se subía por las paredes al enterarse que "lo suyo" con la "muchachita de Valladolid" había llegado al "The end", como sucede en las comedias americanas. Su ira se desató al enterarse que roneaba con un joven actor andaluz: Juan Diego. Éste era completamente distinto, y no sólo por su edad. Encabezaban la cartelera teatral con la obra de Buero Vallejo Llegada de los dioses. Y cuando descendía el telón ambos se iban a la cama muy enamorados. Tengo la impresión por cuanto me contó ella, que Concha lo estaba más de él, que viceversa. Y como es corriente, al cabo de unos meses comenzaron las desilusiones. El sueño de la Velasco siempre había sido casarse, tener hijos y formar un hogar, aunque continuara su carrera. Y el galán sevillano no estaba por esa labor; además, no estaba de acuerdo en posar junto a su amada para las revistas del corazón. Terminaron como buenos amigos y ella se quedó con la pena de no haberse casado con él. Cuando se reencontraron en la película de Berlanga París-Tombuctú, donde formaban pareja, y él aparecía ante las cámaras en pelotas, recordaron sus días felices.

Ya casada con Paco Marsó, cuando por cualquier circunstancia se escuchaba el nombre de Juan Diego, el de Almeria cogía unos cabreos de espanto. No podía verlo ni en pintura. Con esa sinceridad que nunca le ha abandonado, Concha Velasco rememoraba así mismo la segunda vez que tropezó en la misma piedra, es decir enamorándose de nuevo de otro hombre casado: el formidable director de fotografía Fernando Arribas, que en su buena época tenía pinta de galán. Hombre serio, reservado, que encandiló a Conchita, que es como ella todavía se daba a conocer, con su nombre en diminutivo. Coincidieron por vez primera en la película El love feroz, de José Luís García Sánchez. "¡Cómo me gusta este señor!", se decía la actriz. Él, por su trabajo de operador de cámara, se acercaba a ella fotómetro en mano para medir la luz. Y a la actriz le entraba un nerviosismo total que le recorría todo el cuerpo. Transcurría el año 1973. Fernando también la miraba, lo que acentuaba esa sensación de tener mariposas en el estómago. Participaron en más películas juntos: Tormento, Pim, pam, pum... ¡fuego!, Las vacaciones de Blanca... Estuve un día en el rodaje de esta última y conseguí, ajeno esto a la pareja aunque con ella siempre tuve una buena amistad, un par de fotografías donde se les veía muy felices, que publiqué en exclusiva. Di a la publicidad noticia de ese amor, que a mí me dio la impresión de que no iba a tener mucho recorrido.

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La boda con Paco Marsó en 1977 | Gtres

Si Conchita pretendía casarse y él tenía ya una esposa ¿iba Fernando Arribas a dejar a su familia para irse a vivir con la actriz? Siempre siguiendo el relato de nuestra admirada actriz, al acabar una de esas jornadas de rodaje, en Burgos ella sucumbió, según sus propias palabras. Es lo que tenía que pasar, añadió Concha. Y aquella historia, con gran dolor de corazón de la vallisoletana, terminó. Más tarde, "un terremoto cambió mi vida", revelaría al casarse con Paco Marsó. Pero antes, aunque estuviera soltera, consiguió el sueño de ser madre. Fue el 4 de septiembre de 1976 cuando nació su primogénito, Manuel. En esos días, la actriz se cerró en banda cuando los reporteros se interesaban por la identidad del padre de la criatura. Siete meses después, el 18 de abril de 1977, contrajo matrimonio con Francisco Marsó. Fue una boda íntima, con pocos asistentes. Aunque unas horas más tarde invitaron a un centenar de amigos a brindar con la pareja en el restaurante Mayte. Por pura chiripa me enteré, entrevisté a Conchita por teléfono para un programa en Radio Madrid que dirigía Martín Ferrand y pude acudir a ese ágape y felicitar a los radiantes novios.

La primera vez que Concha coincidió con el galán nacido en Macael (Almería), capital del mármol, fue en 1974 cuando ella era la Inés y Guillermo Marín, don Juan Tenorio. Con su habitual gracia y sinceridad, recordaba ella que se enamoró del veterano actor, ya calvo y sesentón, por la manera en la que "decía el verso", cautivándola. Mas, volviendo a Paco Marsó, intervinieron en la película Mi mujer es muy decente dentro de lo que cabe y en el estreno de Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipcíaca, donde Concha era la heroína de la historia, Mariana Pineda, prendada de un oficial llamado Casimiro Brodet. Obvio es señalar que quien encabezaba esos repartos era ella, pues Marsó nunca pasó de ser un actor "de reparto", un secundario, lo que con los años le ocasionó no pocos celos artísticos, aunque él lo negara en las entrevistas. Lo cierto es que ya marido de Concha, dejó el oficio y se puso a vender puertas metálicas. Hasta que empujada por su mujer se convirtió en productor teatral, logrando algunos aciertos, pero también abusando de la paciencia de la gran actriz, no sólo siéndole infiel sino gastándose más de la cuenta en sus proyectos y en sus noches de ocio, lo que llevó al matrimonio a las puertas de la ruina.

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Representando Hécuba en 2014 | Archivo

Él tenía siete años menos, aunque esa diferencia de edad no fue el mayor obstáculo para que tarifaran en varias ocasiones, lo que profusamente registraban las revistas del corazón. Fueron varios los anuncios de separación, pues Concha Velasco estaba al borde de un ataque de nervios mucho antes de que Almodóvar firmara la frase para un título. Ahora bien, los elogios que constantemente le dirigía en cualquiera de las muchas entrevistas que concedía, eran superlativos. Llegó a definir el cuerpo de Paco, así: "Era un bellezón... Con un culo... Un hombre como a mí me gustan, la bragueta grande y no caída. Un día que apareció durante un ensayo mío lo miré hacia el patio de butacas donde estaba y no pude reprimirme: ¡Paquito, hijo, como te nos has puesto!". Pasó cierto tiempo y empecé a mantener una relación clandestina con él. Algo agotador, de pasión desatada. Paco era un amante furibundo, de ascensor, de coche, de donde pudiera ser: lo hacíamos más en mi automóvil ya que el suyo lo estampó contra una columna y no tenía dinero para arreglarlo". Pero como ella misma acabó reconociendo, Marsó tenía un montón de novias. Hasta Adolfo Marsillach se lo advirtió: "Concha, no te cases con ése..." No le hizo caso. Fueron felices y comieron perdices unos cuantos meses. El 5 de abril de 1979 el matrimonio tuvo un niño, bautizado con el nombre del padre.

En 1989 Concha Velasco atravesó por una aguda crisis. Tuvo que recurrir a un psiquiatra. Lo mucho que ganó representando Carmen, Carmen lo perdió con La Truhana, donde su autor, Antonio Gala, tarifó con la actriz. Perdió el matrimonio ciento treinta millones de pesetas. Comenzaría allí el drama económico que ha perseguido a Concha Velasco durante tres decenios, con Hacienda pisándole los talones, investigando sus ganancias, que las recuperó por su intenso trabajo sobre todo como presentadora de programas y actriz de series televisivas. Su unión con Paco Marsó se fue al garete. Firmaron la separación, él se lió con una cubana y Concha se refugió en sus hijos y en el trabajo, los remos que le han permitido aguantar la tempestad en la que se convirtió su existencia. Y ella procurando sonreír siempre cara al público, los fotógrafos. La función debe continuar, lema de los artistas.

Una noche de noviembre de 2008 Concha se reencontró con Paco en la habitación del hospital donde había nacido su primer nieto, Samuel. Y la última vez que cruzaron sus miradas fue en junio de 2010, cuando firmaron los papeles del divorcio. Cinco meses más tarde, Paco Marsó moría en penosas circunstancias el 5 de noviembre de hace ahora nueve años en un hotel malagueño. Concha Velasco, ya lo hemos repetido aquí, siguió,este año que termina, en el tajo, con su teatro, con "Cine de barrio", con la serie Las chicas del cable... No debe ya nada ni a Hacienda ni a nadie. Sus ahorros se han ido reduciendo, cuando un día, ya dijimos, fue millonaria. Vive en una casa, no sé si alquilada, frente a sus hijos, en su última mudanza, la número quince de su alterada vida madrileña. Está guapa, tiene energía, únicamente se queja de la artrosis. Y siempre con unas tremendas ganas de vivir. ¡Felicidades, queridísima Concha por tu ochenta cumpleaños!

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