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Tamara Falcó y cómo 'MasterChef' la ha convertido en una grande de España

Recién cumplidos sus 38 años, Tamara Falcó se ha hecho la dueña y señora de MasterChef. Se podría decir que, por fin, ha aprovechado la oportunidad.

Recién cumplidos sus 38 años, Tamara Falcó se ha hecho la dueña y señora de MasterChef. Se podría decir que, por fin, ha aprovechado la oportunidad.
Tamara Falcó | Gtres

Treinta y ocho años ha celebrado Tamara Falcó el pasado 20 de noviembre, en un momento mágico de su vida, cuando toda España sigue sus peripecias en el programa-concurso Masterchef Celebrity 4, en el que aparece como una de las favoritas. Para nuestro querido colega Jaime Peñafiel, siempre entrometido como buen periodista, es quien va a ganar, lo que según él podría estar firmado en un contrato con la productora del espacio (lo que también conoce Isabel Preysler), según su perspicacia habitual. Eso, de suceder, podría sonar a "pucherazo". Mas, en verdad, Tamara está demostrando su buen quehacer culinario, amén de la simpatía que desborda en sus intervenciones. ¿Acertará Peñafiel? Me sumo a su pronóstico. Y aunque sea sólo finalista, ya será suficiente. Porque ¿quién la ha enseñado a estar entre fogones, cuando educación recibida no incluía precisamente los saberes de cocina?

Al año y medio de casados Carlos Falcó e Isabel Preysler nació Tamara Falcó. Fue creciendo en el hogar de Arga, 1, en pleno barrio de la colonia madrileña de El Viso, una vivienda de tres pisos que había adquirido "la reina de corazones", desembolsando dieciséis millones de pesetas, en su día cifra importante, tras vender el piso de la calle de San Francisco el Grande, la única propiedad que aceptó tras su divorcio de Julio Iglesias. En su honor, digamos que rehusó otros bienes y dinero que podría corresponderle. El marqués de Griñón se ocupó de pagar los muebles y la decoración. En aquel hogar transcurrieron los primeros años de Tamara, con sus hermanos, los hijos del marqués con su primera esposa, Jeannine Girod, y los tres que Isabel tuvo con Julio Iglesias, quien de común acuerdo con ella optó por llevárselos a Miami , pero ya en 1984.

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Con sus hermanos Enrique Iglesias y Ana Boyer | Gtres

A Tamara Falcó le gustaba ir a la localidad madrileña de Aldea del Fresno, donde su padre tenía en propiedad el Safari Park, con animales algunos domesticados, y fieras, leones y tigres, que a buen recaudo, y puede que medio adormilados con anestesia para evitar sustos innecesarios entre los visitantes, era una de las atracciones del lugar. Puedo contarles, de pasada, que un día que se me ocurrió llegar en coche hasta el recinto donde estaban aquellas fieras, un león se subió a mi automóvil y por poco me da un "yuyu", del que tardé en recuperarme, hasta que el felino dejó de mirarme tras el parabrisas y se fue. Asimismo, el marqués de Griñón poseía su finca de Malpica (Toledo), Casa de Vacas, donde desarrollaba todos sus experimentos vinícolas. A Isabel Preysler, vivir en este último lugar, le disgustaba. Lo de gozar del campo no era lo suyo. Y ahí empezaron los primeros encontronazos con su marido. La tata de Tamara, Alejandra, como otras sirvientes de personajes famosos, contó intimidades de la familia en la revista Lecturas, a cambio de un sustancioso cheque. Y definía a la niña como muy simpática, dicharachera, feliz en la finca toledana de su progenitor, cariñosa con sus dos perros, uno de los cuáles le regaló el hoy su popular hermano cantante Enrique.

Fiel retrato de Isabel Preysler, su madre con la que siempre, hasta el presente, ha estado muy unida e influenciada por sus constantes consejos. La experiencia de mamá Isabel es impagable, pues cuando Tamara se ha relacionado con chicos, ella le ha advertido de las consecuencias posibles si cometiera errores o decisiones no calibradas. Comentaba la tata también que Tamara era una niña consentida, a la que le daban en casa entre mil y mil quinientas pesetas diarias, cantidad que muy pocos niños a su edad recibían entonces, en la década de los 80. ¿Sería cierto esto? No le ponían límites a cuanto gastaba, así podía invitar a sus amiguitos de manera harto generosa. Y asimismo señalaba la referida Alejandra "que a veces resulta inaguantable, en parte porque su madre le ha inculcado que es una persona importante y eso hace que Tamara se sienta superior". Como contraste, amigas de Isabel Preysler decían que Tamara era una niña muy bien educada que, a sus nueve años, se daba perfectamente cuenta del interés público que despertaba, sobre todo para los reporteros gráficos de las revistas del corazón. Y en los tiempos en los que sus padres se habían divorciado y su mamá había dado a luz una nueva hija, Anita, fruto de su unión con Miguel Boyer, Tamara instaba a los fotógrafos a que sacaran guapa a su hermana.

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Tamara, en 1998 | Gtres

El 14 de julio de 1985 los marqueses de Griñón ponían fin a su matrimonio mediante un comunicado. Si contamos desde que empezaron su relación amorosa, habían transcurrido casi siete años, aunque sólo cinco desde su matrimonio el 23 de marzo de 1980 en la finca de Malpica. Los últimos meses de vida en común de la pareja fueron un desastre. Isabel dejaba la vivienda de Arga, 1 y no volvía hasta la medianoche, tras haberse encontrado con Miguel Boyer en algunos de los pisos y apartamentos que les cedían sus amigos. Hasta se encontraban en París, mientras Carlos Falcó se quedaba en casa, esperando el regreso de su mujer. Tamara contaba cuatro años cuando sus padres se dijeron adiós. A esa edad es posible que intuyera que algo no iba bien entre ellos. El marqués de Griñón tuvo que abandonar Arga, 1. La Revista publicó una fotografía en el instante que dejaba ese hogar. El pie de foto era cruel. Contenía unas líneas que señalaban las pertenencias de Carlos Falcó que le acompañaban, entre ellas la cabeza de un ciervo que él había cobrado en alguna de las cacerías que frecuentaba. Y en aquella vivienda Miguel Boyer fue primero invitado del matrimonio, incluso acompañado por su primera esposa, la doctora Elena Arnedo, luego amante de Isabel y finalmente, su tercer marido.

En 1987 Isabel Preysler decidió dejar su antigua casa del barrio de El Viso para mudarse a un palacete en la zona norte de Madrid, en la elitista urbanización de Puerta de Hierro, que Alfonso Ussía motejó como "Villa Meona", al saberse que tenía un montón de cuartos de baño, creo que catorce. Tamara se fue allí con ocho años. Tenía habitaciones inmensas y zonas de recreo donde dar rienda suelta a su imaginación, a los juegos infantiles, pues las travesuras eran una constante en ella. A su padrastro lo llamaría "tío Miguel". Quedó dicho que Tamara Falcó Preysler estuvo siempre muy cercana a su madre, en tanto a su progenitor lo veía menos. Estuvo una temporada estudiando en los Estados Unidos, siguió unos cursos de Comunicación y Diseño. Amplió sus conocimientos de francés y sobre todo inglés, que lo domina a la perfección. Y cuando fue haciéndose mayor ayudó a su padre a promover eventos en sus fincas y a interesarse por los negocios de vinos, junto a su hermana Xandra.

Ya en 2011 se independizó. Y a partir de entonces se convirtió en una asidua de las revistas del corazón. Tonteó con sus primeros novietes, a saber: Alberto Comenge Barreiros (hijo de Mariluz, la hija del recordado empresario de camiones Eduardo Barreiros), Bartolomé Fierro March (descendiente de una saga de importantes banqueros), y ya más seriamente, se emparejó con un italiano, Tomasso Musini. Isabel Preysler no perdía ojo de las amistades masculinas de Tamara, aunque siempre tuvo confianza en ella. Más tranquila se quedó cuando rompió con Tomasso y cayó en un periodo místico, del que podía desprenderse su deseo de convertirse en monja. No llegó a eso, pero le hacían entrevistas en televisión y cada dos o tres frases colocaba algún mensaje religioso, viniera o no a cuento.

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Tamara Falcó, de compras en 2010 | Gtres

Por sus estudios y a su vez porque domina perfectamente la oratoria, y se desenvuelve con naturalidad ante las cámaras y no le intimidan los periodistas que, "alcachofa" en mano, la persiguen a todas horas para que diga algo ante los micrófonos, Tamara Falcó Preysler es eso que desde hace algún tiempo se etiqueta como personaje mediático. Ella es consciente de ese interés que viene despertando desde hace años. Sólo que, tiempo atrás, era simplemente "una hija de Isabel Preysler y del marqués de Griñón" y, en la actualidad, ha destacado entre los fogones de Masterchef Celebrity 4. ¡Ojo! Tamara Falcó Preysler no es una joven frívola y despendolada. Todo lo contrario. Sabe lo que quiere, cuida su honorabilidad, no piensa en casarse por ahora aunque haya tenido ya suficientes experiencias sentimentales.

Demuestra inteligencia para ganar dinero, probablemente atendiendo lecciones muy provechosas de mamá. Dícese que ¡Hola! le pagaba algunas veces 18.000 euros por sus colaboraciones. O 3.000 mensuales, según qué asuntos. Por no hablar de lo que se embolsó cuando en 2013 presentó un fugaz "reality show" sobre su vida, We Love Tamara. Y eso sin contar sus promociones de importantes marcas de perfumes, ropa, champán y multiópticas. Y si alguna firma la reclama para detenerse en un "photo call" ante los reporteros, su caché se estipula como mínimo en diez mil euros. ¿A cambio? Simplemente posar, sonreír, no desdeñar las preguntas de algunos periodistas, darse una vuelta por el local elegido para el fiestorro, saludar a sus anfitriones e invitados... y volver a casa. En una hora escasa de su visita se habrá embolsado lo que probablemente un médico tarda en ganar tres meses.

Así es que a Isabel Preysler le ha salido una hija maravillosa, que es adelantada discípula a la hora de ganarse la vida espléndidamente. Y como está acostumbrada a residir en lugares suntuarios, nada extraña que de vivir en un ático alquilado en el Madrid de los Austrias, por el que pagaba tres mil euros mensuales, se fuera luego a otro más amplio frente al parque del Retiro. Es, a mi modo de ver, una reina de corazones bis. No creo que de momento le vayan a afectar mucho las medidas económicas que se intuyen en ese gobierno que nos espera. Es muy avispada, nada la intimida, resuelta a afrontar en la vida cualquier obstáculo que se le ponga por delante. Así es que ¿por qué casarse por ahora? No tiene prisa. A mí "me cae" de maravilla esta ya encantadora mujer de treinta y ocho "castañas".

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