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El extraño vínculo familiar que une a Steve McQueen e Isabel Preysler

Isabel Preysler es, a causa de un desliz de su abuelo, sobrina de la primera esposa de Steve McQueen, muerto hace 39 años.

Isabel Preysler es, a causa de un desliz de su abuelo, sobrina de la primera esposa de Steve McQueen, muerto hace 39 años.
Con Neile Adams. | Cordon Press

Se cumplen treinta y nueve años de la dramática muerte de Steve McQueen, acaecida el 7 de noviembre de 1980 en Ciudad Juárez, México, en circunstancias patéticas, como relataremos aquí. Fue uno de los héroes más carismáticos del cine norteamericano y un mujeriego que se acostó con un gran número de estrellas, cuando no eran jovencitas que hacían "auto-stop" en las carreteras. No podía resistirse a su pasión machista y raro era la jornada que no se llevaba al catre a la primera que encontraba a tiro. No es extraño que sus dos primeras esposas acabaran por abandonarlo, por mucho que lo quisieron; la tercera, apenas tuvo tiempo de ser traicionada pues al año de conocerse, Steve se fue de este mundo.

La infancia de Steve estuvo marcada por su origen: no llegó a conocer a su padre, que era piloto acrobático y su madre, que lo tuvo por sus andanzas amatorias, no quiso tampoco preocuparse de él, llevada por su alcoholismo permanente. Un tío del muchacho se haría cargo unas temporadas en un rancho de cerdos que poseía. Con esos antecedentes, ni que decir que su educación fue escasa, insuficiente para quien, sin proponérselo, llegaría el día en que tuvo que aprenderse farragosos guiones. Se ganó la vida en la adolescencia cometiendo toda clase de desafueros, apropiándose de lo ajeno en cuanto la ocasión le era propicia. Durante un tiempo fue chico de los recados en un prostíbulo. Hasta que acabó en un centro de internamiento, el reformatorio Boys Republic. Siendo ya un galán conocido, volvería a aquel lugar, agradecido del trato, y ayudando a la institución y a sus moradores. Tuvo diversos trabajos en sus primeros años juveniles: en la marina mercante, como obrero en una compañía petrolera, leñador, ocasional púgil... Entre 1947 y 1950 estuvo alistado con los marines. Consistía su faena en desmantelar una sala de calderas, lo que le supuso estar expuesto al amianto. Consecuencia de ello, treinta años más tarde se le detectó una enfermedad pulmonar que lo llevó a la tumba. Dada su envergadura física, entonces superó aquella contrariedad. Dejó el ejército y en Nueva York vagó por sus calles en busca de mejores oportunidades: como jugador profesional, como taxista a sueldo, vendiendo periódicos, arreglando televisores... Compitiendo en carreras de motos en Long Island se ganaba sus buenos dólares, y era feliz desafiando los riesgos que conllevaba ese deporte, que nunca abandonaría, ampliado luego con el manejo de coches de gran cilindrada. Correr a gran velocidad lo excitaba.

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Con Neile en 1964 | Cordon Press

En uno de sus frecuentes arrebatos le dio por matricularse en una escuela teatral, consiguió un papelito en una función de Broadway, pero lo despidieron porque no dejaba de ser indisciplinado. Fue el año 1956, cuando se casó con una bailarina de cierto prestigio llamada Neile Adams. Se conocieron saliendo ella del teatro donde ensayaba la obra The Pijama Game y se fijó en un grupo de jóvenes, entre los que destacaba él, rubio, no demasiado alto (medía un metro y ochenta centímetros) con una fascinante mirada que atrajo a Neile. A los cuatro meses se casaban. En 1959 tuvieron una niña, Terry, y entonces Neile abandonó su carrera. Un año después les nació un varón, Chad. Quien llenaba el frigorífico era ella pues Steve estaba en el paro y no tenía un centavo. Digamos que Neile lo mantuvo un tiempo. Y además lo recomendó a su agente artístico, y de esa manera, poco a poco, Steve McQueen fue convirtiéndose en un ídolo de la televisión y el cine, con una idea fija, obsesionante: ser una mezcla de Marlon Brando y Paul Newman. Con este último rivalizaría llegado su momento.

Como no nos es posible, por razones comprensibles de espacio, extractar siquiera la biografía cinematográfica de Steve McQueen, nos limitamos a citar sus títulos más sobresalientes, a partir de sus primeros papeles desde 1953, hasta que en 1960 le llegó su gran oportunidad con Los siete magníficos. Después: La gran evasión, El rey del juego, El caso de Thomas Crown, Bullitt, Las 24 horas de Le Mans (que fue un rotundo fracaso con su propia productora y perdió mucho dinero), La huida, Papillón, El coloso en llamas... Las características de sus personajes parecían incidir en la manera de mirar del actor, su aire provocador, desafiante... Como adolecía de la suficiente cultura le pedía a los directores que le redujeran lo más posible los guiones; al fin y al cabo, siendo un actor taquillero, que llegó a cobrar tres millones de dólares por película y un diez por ciento de la recaudación, si había ganancias, no le era complicado imponer sus condiciones, y al público le interesaba más que escucharlo, verlo en acción, a caballo, en moto, en coche, dando mamporros, manejando la pistola o el rifle, y ganando siempre la partida con sus oponentes. En escasas películas "moría". Era el prototipo del héroe invencible, como en otro tiempo y estilo fueron John Wayne, Gary Cooper o James Stewart.

Llegaba a los rodajes dando voces, sin respetar a nadie. Don Siegel, el acreditado director, trataba de calmarlo: "Es un cabrón, pero reconozco que también es un gran actor". Steve, cuando tenía momentos de reflexión y alguien con el que sincerarse, algún periodista de confianza, resumía así su vida: "Mi madre no me quería, no tuve padre... Siempre he hecho cosas que el resto de la gente no, algunas peligrosas. Fui una especie de cobarde que tuve que probarme a mí mismo". Allá donde viviera nadie de los suyos recuerda haberle sorprendido leyendo un libro, como no fuera una revista de automovilismo. Como también se le recuerda incapaz de aceptar que alguien, los especialistas, "doblaran" las secuencias más comprometidas. Salvo alguna excepción, era él mismo quien se enfrentaba con los peligros que surgieran. Un valiente. Y desde luego, siempre en busca de un nuevo amor: algunas de sus compañeras de rodaje sucumbieron a sus encantos. Entre las estrellas más excitantes, la dulce y sensual Natalie Wood, con quien compartió escenas sentimentales en Amores con un extraño. A veces, no le importaba llevarse en alguno de sus coches a la amante de turno, como la actriz Louise Edlind, yendo borracho y arriesgando la vida de ambos. Con razón ella contó lo que ocurrió y poco después su papel en Las 24 horas de Le Mans le fue considerablemente reducido. Se salvó en 1969 de una más que probable cita con la muerte cuando, invitado a casa de Sharon Tate, optó a última hora por no acudir a la cita dado que encontró a una chica con la que pasó una velada íntima. Fue aquella noche de agosto cuando sucedió la matanza de los compinches de Charles Manson.

Llegado el año 1970 se separó de su primera mujer, la paciente Neile Adams. Harta de las borracheras que cogía, del maltrato, de las persistentes, continuas infidelidades. El otro lado positivo, según Neil, era la de un hombre cariñoso con ella y con sus dos hijos. Cuando estaba sobrio, se entiende. Eso sucedía en 1972. Habían convivido desde 1956, aparentemente felices. Neile Adams quiso rehacer su carrera de bailarina y actriz, pero ya era una desconocida para los empresarios y directores. Tuvo que buscarse la vida como pudo, sin dejar de ocuparse de sus dos hijos. Se casó con un experto en análisis políticos, Alvin Toffel. Y así ya no tuvo dificultades económicas. No hace mucho declaraba que había muerto su hija Terry, a la que mucho quería su padre, Steve. Pero eso sucedió en 1998. De haber vivido él, esa desaparición le hubiera ocasionado una pena infinita.

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Isabel Preysler, en un reciente photocall | Archivo

El apellido de Neile no era Adams, sino el de Salvador. Su madre, Carmen, fue una bailarina de la que se enamoró José Arrastia, de nacionalidad española, que se estableció en Filipinas e hizo una buena fortuna. De las relaciones que sostuvo con la bailarina, en Manila, nació Neile. Pero el señor Arrastia jamás quiso darle sus apellidos ni ocuparse de ella, ni luego de la madre. Un caballero que, como tantos otros ricachones, se desentendían de cuantos líos amorosos pudieran causarles problemas. Y José Arrastia estaba muy bien casado con una dama, Teodorica Reinares, de la buena sociedad filipina, y no era cuestión de protagonizar un escándalo de faldas. Además, había de por medio los diez hijos que tuvo con Teodorica. Lo que se suscita, conociendo esos líos extramatrimoniales, es que Isabel Preysler Arrastia es sobrina de Ruby Neilam Salvador Adams, nacida en 1932. Asunto que quizás Isabel ignorara cierto tiempo, aunque sospechamos que ya le llegaron los ecos de tal parentesco.

Un año después de divorciarse de Neile Adams, Steve comenzó a rodar La huida. Su compañera de reparto era Ali McGraw. El primer día congeniaron ante la presencia del propio marido de ella, y productor de la película, Robert Evans: personaje muy importante en la industria de Hollywood entonces. Con decir que financió El padrino, queda dicho todo. Lo bueno de la historia es que no sólo Steve "le tiró los tejos" a Ali, sino que ella lo siguió como un corderito, poniéndole descaradamente los cuernos a su esposo, delante de él, sin disimulo. Se casaron. A los cinco años llegaron al divorcio. Ella misma me contó lo difícil que era estar junto a aquel hombre, que amaba con locura, pero que la engañaba, bebía más de la cuenta, tomaba cocaína... No cambió de costumbres el afamado actor. En 1979, harto de la vida en Los Ángeles y Nueva York, adquirió un rancho en Santa Paula, llevándose consigo a su última conquista, Bárbara Minty, que sería su definitivo, último amor.

En Navidad de 1979, a Steve le diagnosticaron un cáncer en avanzado estado. Le costaba respirar. Los facultativos diagnosticaron que era consecuencia del amianto. ¿Recuerdan que les conté lo que padeció en su época con los marines? Buscó inutilmente consejo de otros médicos. Sabía que iba a morir. Le hablaron de que en México practicaban cierta medicina experimental. ¿Curanderos, quizás? Para Ciudad Juárez se fueron Steve y Bárbara. Extirparon al actor varios tumores, pero sufrió dos infartos. Falleció el 7 de noviembre del año siguiente. Sus últimas palabras, que luego repetiría su mujer, fueron éstas: "He hecho todo lo que se puede hacer, pero he desperdiciado gran parte de mi vida". Contaba sólo cincuenta años. Un mito.

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