En 1978 el cine español se encontraba en pleno apogeo del llamado destape. Una de las películas que entonces se proyectaba con gran respuesta en la taquilla aunque con críticas poco favorables fue Alicia en la España de las maravillas que combinaba en su argumento desnudos y pullas al franquismo ya, al menos oficialmente, desaparecido con la llegada de la Transición. Una de las actrices de aquel filme fue Mireia Ros, quien en esa época se significó mucho con el despelote cinematográfico, interviniendo en títulos como Los violadores del amanecer, el musical Una loca extravagancia sexy, Putapela, Hay que zurrar a los pobres, Jill (de contenido homosexual) y otras lindezas en donde esta actriz catalana no tenía problema alguno en salir desnuda. Lo que también potenció con sus apariciones en las revistas eróticas como Papillón, Lib, Party o las que cuidaban más esas imágenes "sexy", que eran Fotogramas e Interviú.
Mireia Ros no se llama así, ni tampoco como figuró en otros repartos, Mireya Ros y Mireia Ross, sino Lidia Sentís Tamborero. Nació en Barcelona el 3 de diciembre de 1956 y por tanto está a las puertas de cumplir sesenta y tres años. Una mujer muy interesante y divertida en el trato con los periodistas, como comprobé en algunas ocasiones. Y nada de tontita que sólo supiera desvestirse ante las cámaras y farfullar pocas palabras. Inteligente, cultivada, pasado aquel tiempo en el que las jóvenes actrices que empezaban sólo tenían oportunidades en películas del destape, pudo desarrollar verdaderamente su talento en cintas donde no era necesario aparecer en porretas. Lo mismo le ocurrió en sus trabajos televisivos, de los que recordamos su paso por las series Juncal, Lorca, muerte de un poeta, El síndrome de Ulises... Pero mucho más: porque Mireia Ros también ha escrito guiones y sobre todo ha dirigido varias películas y documentales que han participado en festivales, recibiendo los plácemes de los críticos.
Su debut tras la cámara se produjo en 1996 con Los moños, historia basada en un hecho real: de un personaje que se paseaba por las Ramblas barcelonesas en 1932, mujer enamorada del marqués de Parera, que se volvió loca cuando le quitaron un hijo. Mireia Ros acentuó en el argumento unos pasajes líricos para centrar la existencia de aquella desgraciada, que interpretó con su maestría conocida Julieta Serrano. Resulta anecdótico decir que la mitad del presupuesto de Los moños, que se elevó a ciento sesenta millones de pesetas, lo puso el conocido modista gallego Adolfo Domínguez, cumpliendo así un viejo sueño de convertirse en productor, al frente de Adai S.L., en tanto Mireia Ros financió el resto con su empresa, Bailando con Todos S.L.
Mireia Ros fue alternando en la década de los 90 y en los años posteriores su faceta de actriz, ya como decíamos sin tener que desnudarse, con la de realizadora y productora. Dirigió, por ejemplo a Ángela Molina y Juan Diego en El Triunfo. Obtuvo un premio Goya a la mejor dirección novel y, sin ir más lejos, el pasado año concluyó la filmación de un documental muy emotivo en torno a un grupo de niños discapacitados. En medio de su actividad cinematográfica más reciente, siempre involucrada en proyectos de tipo social y humanitario, dio la campanada en el año 2012 al aparecer en portada y en el interior de las páginas de El Periódico otra vez desnuda, para llamar la atención del Gobierno, recriminando entonces la falta de apoyo a los cineastas y una crítica contra la política cultural vigente. Ni que decir que su gesto, fuera de la frivolidad que pudiera merecer, fue aplaudido por los interesados en la industria cinematográfica y muchos colegas de Mireia Ros. Claro que también pudo decirse que para oponerse a las políticas de cualquier Ministerio no es necesario que ningún ciudadano, por conocido que sea para que su protesta se divulgue, aparezca con sus tributos al aire. Imaginemos a un torero que esté en desacuerdo con los dictados del Ministerio de Interior y haga el paseíllo tal y como su madre lo trajo al mundo, o un médico disconforme con las doctrinas del Ministerio de Sanidad paseándose por las calles con sus genitales entre las manos. Por lo demás, Mireia Ros merecía de sobra aparecer en este rincón.